México (PL) La historia en la Ciudad México, con más de 20 millones de habitantes, se entrelaza con la modernidad, grandes avenidas, rascacielos y edificios de diversos estilos que compiten en belleza, en armonía, revestidos la mayoría por láminas polarizadas.
De estilos no se puede discutir, algunos inmuebles están más cerca del francés y otros del italiano o norteamericano, como los casinos de California, pero ninguno tiene el arte y el acabado de los templos religiosos donde los artesanos pusieron su creación más allá de sus propios conocimientos.
Cada torre que maquilla la gran Avenida Paseo de la Reforma u otras zonas de esta majestuosa ciudad, hacen a los humanos más pequeños.
Estos golpes de vista de rejuvenecimiento urbano están unidos a los intereses políticos, económicos, sin echar una mirada al verdadero equilibrio de la sociedad.
Con la llegada del pasado siglo inicia el colapso histórico-constructivo, y los gobernantes dan sus primeros intentos para mostrar al mundo un México moderno.
En apenas cinco décadas, de 1930-1980, se destruyeron edificios con valor patrimonial, para dar paso a los primeros rascacielos: el edificio La Nacional (1932), la Torre Anáhuac (1945), edificio El Moro (1946) y las torres Miguel E Abed (1952) y Latinoamericana (1956).
El estilo estadounidense se introdujo a partir del clásico chalet, donde aparecen las mansiones más ricas. Ejemplos existen en los Jardines del Pedregal de San Ángel, al sur del Valle de México.
SUEÑOS CONTEMPORÁNEOS
La nostalgia o tal vez la búsqueda de recuperar un aspecto más mexicano, con motivos indígenas y coloniales, está presente en las nuevas edificaciones de las zonas llamadas rosas o de clases altas, sin abandonar la influencia del diseño europeo y norteamericano.
El predominio exterior obliga a la mayoría de los arquitectos, diseñadores y constructores nacionales a referir que sus proyectos tienen técnicas europeas y norteamericanas pasando a un segundo plano el estilo mexicano.
Sin embargo, existe gran combinación de elementos naturales, la flora, de símbolos y figuras indígenas en las edificaciones de la zona metropolitana que los hacen únicos.
Se diferencian por la utilización o acercamiento a los elementos del Movimiento Muralista, fenómeno artístico de mayor importancia del arte mexicano del siglo XX, y cuya autoridad rebasó las fronteras nacionales.
Las pinturas murales existen en México desde los tiempos remotos, el muralismo tiene en 1921 una etapa floreciente hasta que decae por luchas intestinas y políticas en 1955, época de censuras y fricciones políticas por las falsas interpretaciones de las creaciones.
Los más sobresalientes muralistas mexicanos fueron José Clemente Orozco, Juan Oâ€Ö Gorman, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros; las obras más significativas de los dos últimos son El Cárcamo, cuyo tema es el «Agua, origen de la vida» y «La Marcha de la Humanidad», respectivamente.
Uno de los mejores ejemplos de la arquitectura moderna es la Universidad Nacional Autónoma de México, obra de los arquitectos Mario Pani y Enrique del Moral y la participación de Mauricio M. Campos, quien estaba interesado en el proyecto.
EDIFICIOS MAGISTRALES
La Ciudad de México mantiene un ritmo constructivo trepidante, pero no se pueden desdeñar las creaciones insignes, cada una con su historia y estéticamente impecables.
La Torre Reforma es un nuevo rascacielos, inaugurado en mayo de este año con 246 metros de altura.
Le siguen La Torre BBVA, sede central del Grupo Financiero Bancomer con 235 metros, y la Torre Mayor, creada por el arquitecto canadiense Paul Reichmann, y que fue el edificio más alto de América Latina entre el 2003 y 2010.
Otra obra emblemática es La Torre Latinoamericana, de 43 pisos, con el valor añadido de haber soportado los terremotos del 1957 y 1985.
Uno de los más lujosos es la Bolsa Mexicana de Valores, creación del ingeniero Leonardo Zeevaert y el arquitecto Juan J. Díaz Infante. De elegante terminación con la integración del arbolado autóctono y una gran esfera rematada con placas polarizadas.
El World Trade Center Ciudad de México, de 50 pisos y 207 metros de altura, es uno de los edificios inteligentes (por su alta automatización) de la capital, y cuenta con centro de convenciones, cultural y en su cúpula el restaurante giratorio más grande del mundo.
Pero detrás de este derroche de creación, capital invertido y proyectos comerciales, muchos se preguntan cómo avizoran los políticos aportar a la mejora de una sociedad que tiene más de 55 millones de pobres, prácticamente la mitad de su población.