La Habana (PL) Ojos desmesurados asoman entre los tatuajes del rostro, la lengua permanece tan afuera como se soporte y los movimientos de brazos y piernas son violentos: es la danza de guerra de los maorí de Nueva Zelanda.
Para el haka, nombre que adopta en Te Reo (idioma local), los
hombres llevan una falda de fibra vegetal, chaleco adornado con plumas y abalorios de hueso y concha.
Usada antiguamente en el campo de batalla y en celebraciones de paz, constituye una demostración de orgullo, unidad y fuerza tribales, siempre permeada de ferocidad.
Los cantos del haka describen poéticamente a los ancestros y son una rapsodia muy peculiar que narra la historia del pueblo maorí, sus mitos y los sucesos de cada comunidad en particular.
Para acompañar los himnos, golpean el suelo con las plantas de los pies de forma enérgica, muestran la lengua en toda su extensión y palmotean rítmicamente contra sus cuerpos.
Esa tradición no es una ceremonia hermética de alguna reserva maorí en la costa neozelandesa, pues incluso el equipo nacional de rugby, los All Blacks, son famosos por su inviolable baile para retar a los oponentes.
La ceremonia se considera un tesoro cultural de ese archipiélago
enclavado en Oceanía y forma parte de las Kapa haka o artes escénicas, cuyo origen lingüístico parte de «alinearse» (kapa) y «bailar» (haka).
Casi todas las representaciones de ese tipo se caracterizan por
cantos fuertes, gestos acentuados y una mímica facial exorbitante.
Además, a veces incorporan armas como la taiaha, que es una variante de la lanza y los patu, otra versión del garrote.
Los guerreros agitan las manos rápidamente en un movimiento llamado wiri, que simboliza aguas relucientes, olas de calor o incluso la brisa que mece las hojas, pues el componente natural está muy presente en su imaginario.
Por otra parte, las pukana o expresiones del rostro son también una faceta importante que enfatiza ideas y demuestran la pasión del intérprete.
En las mujeres implica abrir los ojos bien grandes y mostrar sus
sobresalientes mentones tatuados, quizás a la par de los hombres que dejan entrever los dientes.
Aunque ello resulte intimidante, no es necesariamente un signo de agresión, pues para los maoríes casi todo se canaliza a través de emociones fuertes y profundas.
La llegada de un huésped es una excusa para celebrar y presumir
fiereza, por lo que un guerrero de los tangata whenua (anfitriones) desafiará a los manuhiri (invitados) y verificará si son amigos o enemigos.
Tras la obligada haka, se coloca en la tierra un pedazo de rama
simbolizando un arma y si el visitante la toma, demuestra que viene en son de paz.
Para no ser menos pasionales, los maoríes acogen a los viajeros e
incluso, se saludan entre sí con un hongi o frotado de narices, pues según su cosmogonía ello conecta las almas.
El acercar las cejas propias a las de otro, es también una forma de
demostrar que se le acepta en condiciones de igualdad, además de dejarle ver sus tatuajes.
Llamados moko, los dibujos de tinta en pómulos, mentón y frente
reflejan la ascendencia de alguien y su historia personal.
Dolorosamente labrados con huesos filosos, los hombres los exhiben en rostro, glúteos y muslos, mientras que las mujeres llevaban diseños más complejos en labios, barbilla, frente, cuello, espalda, estómago y piernas.
En épocas pasadas, eran un indicador de nivel social, conocimiento, habilidad e idoneidad para el casamiento; por tanto los más tatuados serían el ideal estético para interpretar un haka.
Haka, la danza de los guerreros maorí
Por Yanet Medina Navarro