La izquierda mexicana no puede ni debe minimizar el hecho de que Donald Trump, el máximo exponente del populismo autoritario, racista y misógino, haya conseguido llegar al poder ejecutivo de la primera potencia económica y militar del mundo.
Ante ello, el reto para la izquierda en México y en el mundo se agiganta: no ceder un ápice de terreno y, por el contrario, intensificar la defensa de los derechos humanos de los migrantes, de los más pobres, de aquellos que son estigmatizados, discriminados y sojuzgados por el color de su piel, su cultura, su lengua, su religión y sus costumbres; que son vistos como el ejército laboral, barato -si no es que gratuito- y de reserva de ese uno por ciento de la población que concentra más de la mitad de la riqueza del planeta.
No es eludiendo su responsabilidad como la izquierda va a frenar el avance de la intolerancia y del capitalismo salvaje en el mundo, un capitalismo proteccionista en lo comercial y depredador de los recursos naturales; de la salud y de la fuerza de trabajo de la inmensa mayoría pobre que habita la tierra. Hoy más que nunca la protección a los migrantes mexicanos debe dejar de ser un mero discurso y estar en el punto principal de nuestra atención y agenda.
Hoy los Estados en Europa, África, Asia y Medio Oriente, discuten sobre el problema de la migración desde el punto de vista de la integración inclusión y protección, y nosotros no podemos quedarnos a la zaga.
Por décadas, México ha expulsado a sus mujeres y hombres del país que los vio nacer, pues más que una invasión, guerra civil o desastres naturales, son el modelo económico equivocado y la violencia del crimen organizado ante la ausencia del Estado los factores que han orillado a nuestros paisanos a tomar la dolorosa opción de dejar su patria.
Ya es hora de que la izquierda deje de avalar con su silencio esta omisión y política criminal de los Gobiernos federales de privilegiar la política económica neoliberal que fomenta la desigualdad y de continuar la estúpida «guerra contra el narco» que ha sido el sello de los gobiernos emanados del PRI y el PAN, políticas que han desgarrado comunidades y familias enteras.
Las mexicanas y mexicanos que sufren los efectos de esas decisiones y omisiones son quienes deberían ser visibilizados y apoyados por la izquierda al asumirlos como absoluta prioridad de su lucha.
No se vale decir «mexicanos que viven Estados Unidos ¡no están solos!» y no generar condiciones propicias para que regresen o para que no se vayan, y encuentren aquí una vida digna.
México es un país por el que vale toda la pena luchar.
Heredamos una cultura poderosa y de grandes principios que estamos obligados a preservar; que ha dado grandes batallas y ha sido ejemplo para el mundo con aportaciones de las dos grandes movimientos sociales: la Guerra de Independencia y la Revolución Mexicana; ha sido pionero en la solidaridad internacional, el derecho de asilo y el respeto de la autodeterminación de los pueblos.
Por todo ello de ninguna manera podemos aceptar el discurso fascista de Trump y los supremacistas estadounidenses que pintan al mexicano como una especie de parásito indeseable. Eso la izquierda debe combatirlo desde todas las trincheras políticas y mediáticas posibles.
Hoy Estados Unidos mostró su peor rostro, el del belicismo, la avaricia y la discriminación, a pesar de toda la propaganda del «mundo libre y progresista». La serpiente nunca dejó de incubar este huevo». Sin embargo, esa sociedad estadounidense también tiene sectores progresistas que seguirán oponiéndose a la irracionalidad. Con ellos tiene que estar la izquierda mexicana haciendo alianzas estratégicas y generando el debate y la acción contra la intolerancia y la explotación en ambos lados de la frontera, haciendo grandes puentes y combatiendo vergonzosos muros que se intenten levantar.
Las y los mexicanos tenemos que ampliar nuestras posibilidades más allá de los EU y mirar hacia Canadá, hacia las naciones latinoamericanas, Europa, Asia e incluso Oceanía y el Norte de África, que hoy resultarán estratégicos para nuestra propia posibilidad de desarrollo y cooperación internacional, así como para introducir las mejores prácticas que hoy desarrolla el mundo en materia de economía, salud, educación y sustentabilidad.
No debemos olvidar que parte de lo que nos llevó a estar en la izquierda es que no nos conformamos con estar indignados, la izquierda piensa y actúa para cambiar el estado injusto de las cosas.
Es verdad que nosotros los mexicanos hoy también nos encontramos en una extrema situación de hartazgo hacia Peña y hacia todos los gobiernos corruptos, pero ese hartazgo y odio que brota en la sociedad no puede derivar, como ya lo hizo en el país vecino, en elegir como Presidente a alguien que su único mérito fue reunir y capitalizar todos los discursos de odio e intolerancia.
Tenemos que trazar una estrategia nacional que cambie el sistema político y económico, la izquierda tiene que hacer realidad la Reforma del Estado y con ella consolidar instituciones prosperas y fuertes al servicio de la gente que estén por encima de cualquier mujer o hombre que llegue al poder.
Shakespeare escribió en Macbeth: «La historia es un cuento contado por un idiota lleno de ruido y furia», y Carlos Marx en su Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte señaló: «Los personajes de la historia casi siempre se repiten, la primera vez como tragedia y la segunda como comedia, y en esta nación que tuvo como su primer presidente a George Washington, quien fue un terrateniente y también connotado esclavista, la llegada de Trump comenzó como una broma que hoy se ha convertido en una muy, muy mala realidad. Y lo más preocupante aún, parece que la broma son aquellos que nunca lo tomaron en serio.
Debemos estar conscientes de que este importante episodio en la historia lo ha definido no sólo el pensamiento casi fascista de Donald Trump, sino el reconocimiento de que una gran parte del electorado estadounidense está de acuerdo con él y también, muy lamentablemente, una proporción significativa de la opinión pública en el mundo.
Y como izquierda debemos impedir que en cuanto a los derechos y libertades se retroceda o vaya en sentido contrario nuestros logros de progreso en igualdad, equidad, de integración, de unión, de información real contra información nociva y falsa e intolerante que penetre e instaure el cinismo para siempre en nuestros hijos e hijas, y en las próximas generaciones.
De tal suerte que a través de todas estas reflexiones del diputado Raúl Flores, se le podría dar una lectura no de sensacionalismo, sino que el mundo está en vilo y lo único que faltaría es que Trump, al muy estilo Nintendo, haga estallar una tercera guerra mundial, ésta con magnitudes termonucleares. ¡Que Dios nos agarre confesados!