Si el vaso no está limpio, lo que en él derrames se corromperá
Horacio
Con una administración estatal concentrada en convencer discursivamente a la ciudadanía de que el “cambio” ha llegado a Quintana Roo, y de que el gobierno se hace de manera diferente, parece perderse de vista que el ciudadano ya no cree en la transformación de los políticos, tan sólo espera pacientemente a que en los “nuevos” gobiernos aparezcan los mismos “viejos” vicios de corrupción. No se trata pues de una cuestión de forma, sino de tiempo.
¿Cuánto tiempo pasará antes de que aparezca la empresa “favorita” del sexenio? ¿desde qué dependencias fluirá el dinero para las campañas electorales? ¿qué tan amplio será el grupo favorecido con el presupuesto y las obras? ¿habrá empresas con prestanombres que en realidad son de funcionarios públicos en funciones? ¿la autonomía municipal implicará también que puedan licitar sus propias obras, o ya llegarán “pre asignadas” desde el gobierno estatal, como solía hacerse hasta hace unos meses? ¿qué rol jugarán las familias de los gobernantes en los procesos de corrupción? Todas son preguntas cuya respuesta se conocerá tarde o temprano.
Los procesos de renovación gubernamental implican sólo cambios de estafeta, no de formas de hacer gobierno, si acaso se modifica la manera en que el gobernante se acerca a los ciudadanos, pero no más allá; en Quintana Roo, Carlos Joaquín González tiene aún una enorme popularidad, y su manera serena de actuar le permite tener una gran empatía con los gobernados. Los mira de frente, se acerca y conversa, tiene amplio dominio de los temas públicos de la entidad y su formación es por mucho superior a su antecesor; eso en lo inmediato le garantiza un cambio de percepción en la ciudadanía, que harta de la actitud despótica de los “venidos de Cozumel”, que durante once años asolaron las arcas públicas y derruyeron toda oposición política, hasta que el 05 de junio pasado fueron derrotados en las urnas.
Sin embargo, el cumplimiento de compromisos políticos y las cuotas partidistas asignadas al Partido Acción Nacional (PAN) y del de la Revolución Democrática (PRD) –por los cuales llegó Joaquín González al poder- hacen dudar de la buena voluntad mostrada en el discurso de acabar con la corrupción; y esas dudas son en gran parte alimentadas por las diferencias internas en el equipo del mandatario, cuya dinámica establecida parece ser la descalificación de los integrantes del gabinete, en aras de generar modificaciones al término de los primeros cien días de gobierno; tan es así, que el mismo gobernador Carlos Joaquín, en un intento por serenar los ánimos, ha declarado que no hará modificación alguna de sus colaboradores, lo que estaría aún por verse.
Señalamientos existen ya en las redes sociales, por ejemplo, en contra del director de la Comisión de Agua Potable y Alcantarillado (CAPA), Gerardo Mora Vallejo, de favorecer en las licitaciones de obra a empresas ligadas a funcionarios públicos en funciones, lo que sería grave de comprobarse; pero además existen rumores crecientes en Oficialía Mayor con respecto a la lista de proveedores de gobierno; o la redefinición en todas las dependencias de gobierno con respecto a las áreas administrativas para tener el control de los recursos, todo lo cual hasta ahora no ha sido corroborado.
Si un escándalo de corrupción le “explota” a la actual administración, los resultados se reflejarán en las elecciones de 2018 y 2019, cuando de por sí el riesgo de derrota es elevado, ante las grandes expectativas generadas a nivel nacional por Morena y Andrés Manuel López Obrador –ya hay, por ejemplo, gastos excesivos en aviones privados, al igual que la anterior administración-; pero aun así la apuesta popular no es si aparecerá la corrupción y sus beneficiarios, sino cuándo; así se observa desde aquí, A Tiro de Piedra. Nos leemos en la próxima.