México, 2 ene (PL) La ola sin precedente de haitianos y africanos, además del amplio flujo habitual de centroamericanos y migrantes de otras nacionalidades, sigue presionando hoy a México.
Especialistas advierten que el país debe atender con mejores prácticas y más recursos a los extranjeros irregulares, pero también buscar alternativas de trabajo, salud y educación para miles de paisanos deportados de Estados Unidos.
Tal situación podría recrudecerse con la llegada de Donald Trump a la presidencia del país vecino a partir del 20 de enero, señalaron.
En 2015 México parecía recuperar aliento en el tema, luego de un boom de migrantes menores de edad en 2014 que buscaban reunirse con sus familiares en Estados Unidos.
En 2016 el número de migrantes procedentes de Asia se duplicó durante los primeros 11 meses del año (cuatro mil 374).
La cifra de africanos pasó de 2 mil 78 a 16 mil 268, número nunca registrado, y se espera que esos datos sigan en ascenso.
En el caso de los haitianos, las cifras oficiales sólo reportan 2 mil 380. Sin embargo, datos de Gobernación indican un flujo, durante el último trimestre de 2016, de más de cuatro mil 500 varados en la frontera norte mexicana, en espera de ser recibidos, a cuentagotas, del lado estadounidense para solicitar refugio.
Funcionarios consultados por el diario La Jornada dijeron que la ruta de ese flujo migratorio se inicia en América del sur, especialmente en Brasil, adonde llegaron a trabajar ciudadanos de esas nacionalidades para la preparación de los Juegos Olímpicos de Río, pero al terminar el empleo emigraron con el objetivo de llegar a Estados Unidos vía México.
Sin embargo, al concluir la amnistía para haitianos decretada por el gobierno de Barack Obama, cerrarse las vías para los africanos y tener en el foco prioritario de la deportación a mexicanos y centroamericanos, el problema se traslada a México.