La Habana (PL) Ishii es el rostro más joven de una familia de herbolarios japoneses que hace ocho décadas se dedica a comercializar una de las llamadas «hierbas superiores» de Asia, el hongo de la inmortalidad.
En las afueras de Tokio, sorteando callejones infestados de lumínicos y esquivando los sartenes en llamas de los comercios, se llega a la pequeña farmacia donde la joven almacena miles de frascos con todo tipo de remedios naturales.
Lo más vendido es el Reishi, que en japonés significa hongo espiritual, aunque algunos lo llaman Mannentake, lo cual se traduce como hongo de 10 mil años.
En países como China o Corea se popularizó con el nombre de Ling Chi, Ling Chih o Ling Zhi, que en sus respectivos idiomas quiere decir hongo de la inmortalidad.
Desde tiempos inmemoriales el Ganoderma Lucidum se consideró uno de los productos más valiosos de las caravanas que recorrían Oriente.
La medicina tradicional asiática diversificó sus usos, al crear diferentes texturas y maneras de consumirlo, y a la vez, lo convirtió en un elemento de veneración por sus poderes sanativos.
Este es uno de los hongos más antiguos de los que se tenga registros en la medicina verde de la región, pues los historiadores ubican su uso unos dos mil años atrás.
Actualmente se estima que los países asiáticos consumen seis mil toneladas por año.
El Ganoderma Lucidum es aplanado, con tonos rojizos, coronado por una suerte de sombrero y en dependencia de la edad, se observan en él poros blancos o marrones.
Crece en los árboles como una planta parásita y aunque su consumo es más extendido en Asia, existe a lo largo del mundo, en climas tan diversos como los de Sudamérica o Europa.
Ishii lo recomienda a sus nuevos clientes en forma de polvo, quizás para incorporarlo a sopas o infusiones como té o café, pues su sabor amargo impide que se asimile fácilmente de manera natural.
Los consumidores de mayor exigencia lo prefieren en comprimidos o extracto, para potenciar los efectos y lo usan tan asiduamente que devino uno de los suplementos dietéticos naturales más codiciados de Oriente.
Naciones como Japón, China, Corea, Malasia, Vietnam, Indonesia y Sri Lanka lo usan hace miles de años para tratar la hepatitis, la hipertensión y el cáncer gástrico.
Desde la década de 1980, el Reishi y sus derivados alcanzaron popularidad en los llamados países occidentales, tras demostrarse la multiplicidad de usos gracias a sus principios bioactivos.
El nombre de hongo de la inmortalidad está respaldado por sus funciones de adaptógeno, ya que aumenta la capacidad de reacción del organismo, sirve como antibiótico, antiinflamatorio, nivelador de glucemia, hipotensor y sedante.
También se demostraron sus propiedades como analgésico, tónico renal y cardíaco, antitrombótico, antioxidante, retardante del envejecimiento celular, antihistamínico, antialérgico, mejorador del sueño y antitumoral.
Los estudios más recientes con el Ganoderma Lucidum usado en forma de antibiótico, prueban que refuerza la resistencia del cuerpo ante bacterias, hongos, parásitos y virus.
Su empleo no exime al paciente de los tratamientos farmacológicos habituales, pues en combinación con la medicina moderna se obtienen resultados excelentes.
Varios países ya lo cultivan de forma artificial, entre ellos China, el cual produce cuatro mil 300 toneladas anuales y otros como Estados Unidos lo incorporaron a suplementos alimenticios infantiles.
Pero en el corazón antiguo de Tokio, sin la fanfarria de frascos empapelados o publicidad, Ishii continúa la tradición familiar de vender el Reishi personalizado, a clientes que pagarían cualquier precio por un pedazo de inmortalidad.
Reishi, el hongo de la inmortalidad
Por Yanet Medina Navarro