Los humedales, el ecosistema infravalorado

Por Nicholas Valdes

La Habana (PL) Los efectos negativos del cambio climático y la explotación de los recursos naturales por el hombre ya son tan palpables que se han vuelto tópico recurrente en las agendas del los más importantes cónclaves políticos.
Sin embargo, a pesar de los esfuerzos, no solo no se le ha dado al asunto toda  la importancia que merece, sino que ni siquiera existe paridad respecto a las diferentes políticas de conservación que llegan a ver la luz en esas citas.
Por ejemplo, mucho se conoce acerca del aumento de las temperaturas a nivel global, o del riesgo de la creciente contaminación de los océanos, o el caso de la deforestación de las grandes selvas; no obstante, existen otros ecosistemas igual de vitales pero que han quedado relegados a segundo plano, tal es el caso de los humedales.
Los humedales son ecosistemas en las que el agua es el principal factor que controla la vida vegetal y animal relacionada con él. Tales zonas se dan en los lugares donde las aguas subterráneas se hallan en, o cerca de la superficie, o donde la tierra está cubierta de agua poco profunda.
De acuerdo con los especialistas, se denominan humedales a lagos y ríos, acuíferos subterráneos, pantanos y marismas, pastizales húmedos, turberas, oasis, estuarios, deltas y bajos de marea, manglares y otras zonas costeras, arrecifes coralinos, e incluso sitios artificiales como estanques piscícolas, arrozales, embalses y salinas. Por lo tanto constituyen zonas que pueden encontrarse en casi todas las regiones del mundo.
Estas áreas figuran entre las más productivas del planeta y son fuente de diversidad biológica, pues aportan el agua y otros nutrientes que requieren innumerables especies vegetales y animales para vivir.
En los humedales de todo el orbe habitan elevadas concentraciones de aves, mamíferos, reptiles, anfibios, peces y organismos invertebrados marinos. Muchas especies biológicas son absolutamente propias de estas zonas.
Por otro lado, las interacciones de los componentes físicos, biológicos y químicos de un humedal hacen que desempeñe funciones transcendentales como almacenar agua; estabilizar el litoral costero y controlar la erosión de los suelos; o purificar el agua mediante la retención de nutrientes, sedimentos y contaminantes.
Para los seres humanos, esos ecosistemas reportan beneficios económicos indudables como la pesca, pues más de dos tercios de los peces capturados en el mundo se relacionan con el buen estado de los humedales costeros y de aguadulce.
La agricultura y la producción de madera también se benefician debido al mantenimiento de las capas de agua  subterráneas. Todo ello sin añadir el atractivo que constituye para la industria turística.
Además, los humedales poseen propiedades especiales como parte del patrimonio cultural de la humanidad, están relacionados con creencias religiosas y cosmológicas, constituyen una fuente de inspiración estética y conforman la base de importantes tradiciones locales.
Cuba posee importantes humedales naturales y artificiales que atesoran especies únicas en la Tierra.
La especialista Yamilé Luguera, del Museo Nacional de Historia Natural, explicó a Prensa Latina que la isla caribeña tiene entre sus humedales más importantes a la Ciénaga de Lanier; o Birama, éste último incluye el delta del río Cauto -el segundo afluente más importante del país.
Pero sin dudas la Ciénaga de Zapata es el más grande y mejor conservado del Caribe insular, aseguró la museóloga durante la inauguración de una muestra transitoria sobre ese ecosistema, en saludo al Día Mundial de los Humedales, que se celebra cada 2 de febrero.
Luguera, principal especialista de la exhibición, detalló que la Ciénaga de Zapata -ubicada en la región sur-occidental de Cuba- constituye uno de los 14 biomas terrestres del país y se destaca por el alto valor de especies endémicas que habitan en el área.
Por sus características, ese hábitat forma parte de la lista de Humedales de Importancia Internacional de la Convención Ramsar, el más antiguo de los acuerdos modernos intergubernamentales sobre el medio ambiente, añadió la investigadora.
Dicho tratado se negoció en el decenio de 1960 entre países y organizaciones no gubernamentales preocupados por la creciente pérdida y degradación de los hábitats de humedales para las aves acuáticas migratorias.
Se adoptó en la ciudad iraní de Ramsar en 1971 y entró en vigor en 1975. Actualmente cuenta con más de 160 partes contratantes, lo que supone un reconocimiento del valor de tener un solo tratado internacional dedicado a un solo ecosistema.    Cuba es oficialmente firmante de la Convención de Ramsar desde el 12 de agosto de 2001.
Pero a pesar de todo el camino avanzado, los estudios demuestran que tanto la superficie como la calidad de los humedales siguen disminuyendo en la mayoría de las regiones del mundo cada día.
En consecuencia, los servicios de los ecosistemas que los humedales proporcionan a las personas se encuentran en grave peligro.

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