*Bueno… Llegamos
*Mundo en Colapso
*Es Fácil Criticar
Llegamos. Una meta a la que no aspiraba y quizá ni imaginaba en los tiempos cuando se podía hablar de cualquier cosa sin ser motivo del acecho de intolerantes, ignorantes y escépticos convertidos en periodistas de artificio con su celular en la mano y un deseo enorme de ser protagonistas con las notas llamadas “virales” que, en segundos, son capaces de convertir a una quinceañera, por ejemplo, en el rubí de los cazadores de distractores para diluir protestas y rabias en torno a los dirigentes mundiales ávidos de fortunas mal habidas; digamos como Javier Duarte, el de Veracruz, perseguido por su sucesor, Miguel Ángel Yunes, con aire de asesino.
Esta ha sido, por desgracia, la pauta a través de cinco décadas, desde el lejano año de 1967 cuando publiqué mi primera nota sobre la feria de Ciudad Guzmán, engalanada por la inauguración de una placita dentro del hogar de Don Fortino Briseño, en medio de una orografía intensa y un enorme jolgorio popular; como van las cosas sólo serán masivos y permitidos los cortejos fúnebres porque ninguna otra expresión humana podrá estar libre del pecado de soberbia al considerarse mujeres y hombres en una escala superior por contar con raciocinio.
A veces, lo digo sin pena, es más sencillo debatir con un chimpancé que con un incondicional de algún partido o un fanático en pro o en contra de determinada afición. Nunca como ahora, parece haber triunfado la intolerancia sobre el raciocinio. No por nada es presidente de Estados Unidos un xenófobo con cabellera ridículamente color naranja. Y los orangutanes, irracionales y esquizofrénicos, lo eligieron por cuatro años aunque ya, desde ahora, le parece un lapso escaso al “pato” Donald Trump, materialización del célebre Rico Mac-pato de Disney, tío y explotador de Donald, el proveedor ingenuo de las riquezas almacenadas en una gigantesca bóveda. Sólo le faltó a Walt el apellido de sus personajes para abundar en las tantas supuestas profecías que nos llevaron hasta aquí.
Por vanidad pura debo hacer una aclaración antes de establecer apuestas sobre mi edad: aquella nota primeriza, colmada de errores semánticos y acaso alguna imprecisión de neófito apurado, la hice cuando había cumplido, en octubre de 1966, catorce años. No es que sea joven pero tampoco un anciano sin memoria, respetable siempre aun en estos tiempos en los que la vejez es tomada a chufla con el tufillo insolente de muchos jóvenes de hoy, incapaces del menor asomo de respeto. ¿Sabrán lo qué es eso? Confieso que, en ocasiones, discutía fuerte con mi padre pero siempre terminaba haciendo lo que él ordenaba y nunca sin dejar de ser el mejor de mis amigos hasta que llegaron mis hijos y él partió con la vileza del garrote vil impuesto por el maldito régimen de miguel de la madrid y su testaferro, manuel bartlet díaz, a quien Andrés Manuel ha colocado dentro de sus filas, olvidadizo, depreciándose.
Tengo, pues, sesenta y cuatro, una edad que me inquieta en cuanto que fue la terminal de mis predecesores, hasta mi padre –mi abuelo murió por arteroesclerosis con los mismos años cumplidos-, y me ha mantenido alerta durante lo que va del año con cierta dosis de nostalgia y desazón interior, sobre todo cuando algunos insolentes se atreven a ofender a los míos, sin el menor pudor, como si los suyos estuvieran libres de pecados y fueran perfectos. Cuando he revisado los árboles genealógicos de quienes pretenden afrentarme me siento absolutamente satisfecho de cuanto ha escalado mi progenie en las rutas por ellos trazadas. Como periodista, sé muy bien cómo han librado sus batalla y la forma en la que han salido bien librado de ellas. Incluso, el más joven, es bravo para la pelea interior y estoy seguro terminará triunfando. Espero verlo.
El calvario no ha sido sencillo de sobrellevar. Alguna vez, una mujer hermosa se permitió el lujo de advertirme allá por los años del salinato trágico:
–Con todas tus relaciones, ¿por qué no podemos tener un nivel económico mejor?
–Porque, sencillamente, eso sería corromperme y he puesto mi vida en contra de la miseria humana que nos asfixia.
No me creyó, no quiso escuchar y se alejó definitivamente. ¿Hice bien en dejar escapar la felicidad frívola por darle protagonismo a la sobriedad, tan difícil y mal agradecida, de la honradez? Ahora puedo decir que sí al observar el calado de mis esfuerzos periodísticos en un escenario en donde me he convertido en contrapeso a falta de colegas dispuestos a vencer su propensión a las comodidades y los lujos para arrojarse al palenque de la existencia sin trampas ni hipocresías.
Así lo quise y así fue. Cincuenta años ya de aquella croniquilla sin importancia pero trascendente para mí. No sabía que con ella iniciaba el largo andar entre los ladridos de los hijos de perra y la solvencia moral ganada a pulso por la confianza de mis lectores, oyentes y televidentes –más bien videovidentes porque soy demasiado incómodo para los grandes empresarios de la comunicación y lo entiendo-, y m obcecación por no fallar un día, ni una hora siquiera, a mi vocación. No existen vacaciones cuando el periodismo descubre noticias hasta en las azules aguas del Caribe. Me enorgullece, sí, que me encuentren y se desahoguen tantos y tantos mexicanos ansiosos de justicia en cualquier parte de nuestro amado país, atenaceado hoy por una clase política deleznable y ruin.
Para infortunio personal, miro hacia atrás y me convenzo que nuestra generación ha fracasado. No legamos una mejor nación a quienes vienen detrás sino otra colmada de ambiciones, peculados, matanzas, odio y extremos desafíos por el poder entre mafias perfectamente orquestadas, dentro y fuera de un gobierno ilegítimo, rechazado por nueve de cada diez mexicanos. Por eso, claro, no puedo dejar mi barco ni lo haré aunque sean menores las esperanzas de modificar la ruta para no estrellarnos en los arrecifes de la corrupción, el fascismo redivivo y la perversidad. Quienes me conocen de cerca, saben que lo mismo les repito cada día; no sé si, en ocasiones, les aburra pero es mi propia terapia profesional. Perdónenme por ello.
En fin, si veinte años no son nada, cincuenta pasan volando. Todavía, al despertar, me pregunto si tendré veinte, treinta, cuarenta, para cobrar bríos y enfundar la espada de la escritura. Resiento que tengo más de sesenta y me pongo un poco triste, a veces también abatido. Pero leo los mensajes de aliento y las ofensas también y enseguida me pongo de pie, listo para la pelea recuperando aquello que tanto me repite mi adorada hija Ofelia:
–La edad, papá, está en la mente. No hagas caso del cuerpo., pero cuídate.
Entonces pienso en 1968 y Tlatelolco; 1971 y los halcones; 1982 y el desastre económico; 1988 y el fraude electoral; 1994 y el inicio de la barbarie; 2000 y la llegada de la derecha al poder de rodillas ante el imperio; 2012 y el estado fallido; las matanzas, las corruptelas mayores, la persecución de las voces en libertad. Y me pongo, de nuevo, de pie, en la trinchera de mi tablado. Gracias, a todos, por permitírmelo. Cincuenta años ya.
Debate
Los híper-millonarios están asustados. Bill Gates, por ejemplo, teme que, en cualquier momento, se nos aparezca una pandemia desde cualquiera de las regiones del mundo abandonadas y con miseria extenuante, brutal, desgarradora. Ya se dieron cuenta de que no funciona acaparar riquezas si con ello se destruye al planeta como lo ha hecho, desde hace décadas, la Unión Americana de Trump.
Por otra parte, la NASA, que no desaparece a pesar de que desde la década de los ochenta del siglo pasado ha tenido muy escasa actividad en el espacio, dice haber “descubierto” microbios con sesenta mil años de permanencia sobre la tierra y, según alegan sus expertos, de alto riesgo para quienes pretendan seguir con los programas de la misma. ¿Quiere decir lo anterior que Chihuahua, sede de la búsqueda, en la cueva de Naica para ser precisos, es una especie de campo de experimentación estadounidense sin el menor consenso de nuestra precaria soberanía? ¿O se trata de un ardid más para pretextar la colonización estadounidense de nuestro suelo?
Por supuesto, la administración de peña está tan sorprendida como todos o eso dice. No hay vestigios que los mexicanos conocieran de tal fenómeno que, por supuesto, no ha diezmado la población tarahumara, por ejemplo, tan pura y resistente ante los avatares de la naturaleza extrema. Pese a ello, ninguna acción se emprende para determinar la verosimilitud de la información de la NASA que parece una gota más para convertir a México, con el consenso de la amedrentada ONU, en un estado fallido al gusto del miserable de la Casa Blanca.
La Anécdota
La esposa de un antiguo amigo mío, ya fallecida por cierto, rompió lazos fraternales cuando, siendo su consorte funcionario del perseguido –justamente- Óscar Villarreal Espinosa, el “último regente”, me preguntó a quemarropa después de haber analizado la administración de éste, plagada de irregularidades, en los micrófonos de la antigua Radio Red:
–Es muy fácil criticar –me dijo, a sabiendas de las vicisitudes que ella conocía-.
Le respondí de inmediato:
–Bastante menos que corromperse y robar como lo hacen ustedes.
Y ya no hubo respuesta. Murió el trato fraterno pero mantuve la dignidad. Es doloroso pero las cirugías de la conciencia son, muchas veces, salvadoras.
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E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com
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Seguimos cabalgando, como diría “El Quijote”, quien igualmente sentenciaría: “Por las libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida”. Así lo creo y así he llegado a cincuenta años como periodista.