Roma, 24 mar (PL) El papa Francisco advirtió hoy que la Unión Europea debe evitar la tentación de reducir sus ideales fundadores a los requisitos de producción, económicos y financieros.
Al recibir a los mandatarios de los países de la región que participarán mañana en la cumbre con motivo del 60 aniversario de los Tratados de Roma, el Sumo Pontífice insistió en la necesidad de colocar al ser humano en el centro del proyecto unitario.
Señaló que «en los últimos sesenta años el mundo ha cambiado mucho» y si los fundadores, después de sobrevivir a la II Guerra Mundial, se sintieron animados por la esperanza de un futuro mejor sin nuevos conflictos, «nuestro tiempo está más dominado por el concepto de las crisis».
Precisó Francisco que el término crisis no implica algo negativo que debe ser superado, sino «un tiempo de retos y oportunidades».
Añadió que a los gobernantes les corresponde discernir las vías para resolver los problemas que denominó «caminos de esperanza» y centró su exposición en cinco aspectos centrales a través de los cuales Europa puede encontrarlos.
El primero, «cuando el hombre es el centro del corazón de sus instituciones», tanto en el plano individual como colectivo al nivel de sociedades y pueblos, y apuntó que eso significa también rescatar el espíritu de familia en el cual cada uno contribuye libremente según sus propias capacidades y recursos a la causa común.
A continuación se refirió el Papa a la solidaridad como «el antídoto más eficaz para los populismos modernos», la cual implica la conciencia de ser parte de un solo cuerpo y «si uno sufre, sufren todos».
La solidaridad -dijo- no es un buen propósito, se caracteriza por hechos y gestos concretos que ayudan al prójimo en cualquiera sea la condición en que se encuentre y agregó que, por el contrario, los populismos florecen como resultado del egoísmo.
Al referirse al fenómeno migratorio, Francisco recordó que la historia europea está fuertemente determinada por el encuentro con otros pueblos y culturas.
En ese sentido, manifestó que «no se puede limitar la gestión de la grave crisis migratoria de estos años como si fuese sólo un problema numérico, económico o de seguridad», porque se trata de una cuestión «primero que todo cultural».
En cuarto lugar, el Papa consideró necesario invertir en el desarrollo y la paz, pero concebido «no como un montón de técnicas productivas», sino como el crecimiento del ser humano, en «la dignidad de su trabajo, condiciones de vida adecuadas, la posibilidad de acceder a la educación y a los cuidados de salud».
Finalmente, exhortó a prestar atención a los jóvenes para ofrecerles perspectivas serias de educación y posibilidades reales de inserción en el mundo laboral, a la familia como célula fundamental de la sociedad, a la conciencia e ideales de los ciudadanos, a las parejas para procrear sin temor a no poder mantener a sus hijos y a defender la vida en toda su sacralidad.