Moscú, 8 abr (PL) Con su agresión contra Siria, el presidente estadounidense, Donald Trump, causó desilusión en Rusia, pero dejó claro su verdadera esencia y al parecer marcó correcciones a la posición de Rusia en sus relaciones con Washington.
El ataques con 59 misiles alados Tomahawks contra la base Al Shairat, en la provincia siria de Homs, dejó poco margen para la duda de que en la Casa Blanca nada cambió, al menos en política exterior, y esperar variaciones sustanciales no vale la pena.
Moscú consideró que con la posición electoral asumida por Trump de buenas relaciones con Rusia, de evitar incursiones militares en el exterior y abocarse a fortalecer la economía, se dejaría atrás la etapa de deterioro de los nexos bilaterales.
De hecho, Trump aparecía como la víctima de los medios de prensa estadounidenses, al tanto de cada paso de posible acercamiento con Moscú, visto como una herejía en el país norteño.
Pero el mismo conflicto con los demócratas, sobre todo, en temas internos, pudo haberlo llevado a buscar un extraño consenso bipartidista en política exterior, considera Vladimir Vlasiliev, del Instituto ruso de Estados Unidos y Canadá.
Tal consenso pudo ser la moneda de cambio de Trump para tener espacio de maniobra en asuntos internos en los que hasta ahora no tuvo avances concretos, estimó el asesor ruso.
Para el general (r) Leonid Ivhashov, al frente de la Academia de Problemas Geopolíticos, a Rusia no debe asombrarle que Trump cumpla con su concepción de que no puede existir alternativa alguna al liderazgo mundial norteamericano.
Vladimir Avatkov, director del Centro de Estudios Orientales, estima que el ataque a Siria fue un desafío a Rusia. Ahora vemos un cambio de estrategia: de llevar la guerra a través de otros (terroristas y armados) a hacerlo directamente en el terreno.
Además, «el hecho puso algunos puntos sobre las íes como el caso de Turquía, que, opinó, Moscú buscó como aliado en sus esfuerzos de paz en Siria. Finalmente, Ankara parece regresar a su lógica de derrocar al presidente sirio, Bashar Al Assad».
La agresión puede darle una señal a los terroristas y a la llamada oposición moderada, pero armada, de dejar atrás la tregua pactada el 30 de diciembre pasado y actuar con libertad contra el ejército sirio y, si es necesario, contra Rusia.
Pero Moscú también parece mostrar que Estados Unidos cruzó una delicada línea en el diferendo en Siria y anuncia ahora el refuerzo de la defensa antiaérea de ese país y el fin de la cooperación con Washington para evitar incidentes aéreos.
Algunas fuentes se refirieron a un ejercicio de la aviación estratégica rusa y al envío de buques de la modernizada flota del mar Negro para el área del Mediterráneo, de donde fueron lanzados ayer los cohetes contra Siria.
La vocera de la cancillería rusa, Maria Zajarova, comentó que Estados Unidos ni siquiera tuvo en cuanta la existencia de mecanismos dentro de la Organización para la Prohibición de Armas Químicas para investigar lo ocurrido en Idlib.
Zajarova recordó que el mecanismo para eliminar todas las armas químicas de Siria partió de una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU y fue una operación conjunta, donde expertos de varios países certificaron el proceso.
Aquí estamos, además, ante un intento de torpedear el proceso de negociaciones auspiciado por Rusia, Turquía e Irán, en Astaná, entre jefes de grupos armados y el Gobierno, paralelo a las conversaciones de Ginebra.
La portavoz estimó que con sus acciones de política exterior, Estados Unidos convierte a la comunidad internacional en rehén de las disputas políticas y partidistas internas.
Para Vasiliev, cuando la semana próxima, el secretario norteamericano de Estado, Rex Tillerson, visite a Rusia, estaremos en realidad ante un John Kerry (su antecesor demócrata), «en una especie de face-off» de la administración de Trump.
Rusia y el face-off de Trump
Por Antonio Rondón García