Por Martha Andrés
Washington, 24 abr (PL) Cuando un presidente norteamericano llega al poder, suele enfocar sus esfuerzos iniciales en un periodo de tiempo que aún hoy se considera augurio de éxito o fracaso para una nueva administración: los primeros 100 días.
Aunque los mandatarios en este país asumen el cargo por lo menos durante cuatro años, desde hace décadas ese centenar de jornadas que marcan el comienzo de un Gobierno se mantienen como un punto de referencia.
Tal etapa está marcada tradicionalmente por un gran escrutinio de la opinión pública, en el que cada paso del jefe de Estado se somete a un análisis minucioso y las encuestas sobre niveles de aprobación abundan en los medios.
Los nuevos ejecutivos tratan de acumular éxitos para obtener un balance positivo en ese examen preliminar y el caso del actual presidente, Donald Trump, no es la excepción, por más que recientemente haya calificado de «ridículo» el tema de los 100 días.
Incluso puede decirse que el republicano enfrentará, al vencer ese límite de tiempo, una rigurosa evaluación tanto desde la prensa, con la que ha tenido un inicio de constante confrontación, como desde los sectores sociales, que han protagonizado numerosas protestas en su contra, y las propias esferas políticas.
Durante un discurso pronunciado en Pensilvania en octubre pasado, el entonces candidato del partido rojo expresó que el 8 de noviembre, día de las elecciones, los estadounidenses votarían por su plan de 100 días para restablecer la prosperidad al país.
Sin embargo, el pasado viernes, cuando vivía la jornada 92 de su presidencia, escribió en su cuenta de Twitter: «No importa cuánto haya conseguido en ese estándar ridículo de los primeros 100 días, y ha sido mucho (incluyendo la Corte Suprema), los medios de comunicación van a matar.»
Pese al intento por restar peso al significado de tal plazo, el propio Trump mostró esa misma semana que sí lleva el marcador de su desempeño, e incluso lo compara con administraciones anteriores, cuando en un evento en Wisconsin aseguró que ningún otro mandatario había logrado más que él en sus 90 días iniciales.
Además de la controversia generada por esa afirmación, que empresas periodísticas y analistas se apresuraron en tildar de falsa, la frase implica que el gobernante republicano sí ve ese límite de tiempo como algo capital y desea mostrar un balance positivo.
Ello no resulta extraño, así ha sido desde que el expresidente Franklin Delano Roosvelt, en 1933, creó la idea de las 100 jornadas como importantes en el desempeño de un jefe de Estado.
De ese modo se lo recordó a Trump la cadena CNN, la cual apuntó que Roosvelt vio en ese periodo un momento absolutamente esencial para reconstruir un país que todavía estaba recuperándose de la Gran Depresión de 1929, y en ese lapso ayudó a pasar 15 piezas legislativas de peso -firmó 76 en total- a través de un Congreso dispuesto.
Si bien es cierto que tal abundancia de leyes no se ha dado nunca más en otra presidencia estadounidense y, de hecho, los dos últimos Gobiernos solo vieron pasar 17 nuevas normativas entre los dos, la marca temporal mantiene su simbolismo.
Un artículo publicado en el portal de análisis político FiveThirtyEight.com indicó que ello puede estar relacionado con el hecho de que los presidentes a menudo disfrutan de una «luna de miel» con el Congreso durante sus primeros 100 días, lo que hace más fácil impulsar la nueva agenda de la Casa Blanca.
Las explicaciones de la referida luna de miel pueden hallarse en que, históricamente, la mayoría de los mandatarios entrantes disfruta de altos índices de aprobación, lo cual hace que los senadores y representantes estén más dispuestos a trabajar en favor de la popularidad.
En lo concerniente a Trump, sin embargo, esas cartas no lo han favorecido, pues el legislativo no ha estado dispuesto a apoyarlo en temas prioritarios -los propios miembros de su partido provocaron el fracaso de su propuesta de ley sanitaria- y su nivel de desaprobación entre los votantes alcanza cifras récord.
A ello se une que durante la campaña electoral el entonces candidato realizó unas 60 promesas para cumplir en las etapas inaugurales de su mandato, de las cuales, según el diario The Washington Post, no se ha pronunciado sobre más de la mitad y ya incumplió cinco.
Pese a ello, esta semana seguramente habrá comunicados o declaraciones del ejecutivo sobre lo alcanzado en este tiempo, con énfasis en lo que la Casa Blanca considera logros.
Al mismo tiempo, se espera que el miércoles el presidente realice un anuncio relacionado con su prometida reforma fiscal, e incluso llegó a plantear que puede avanzarse con respecto a la legislación de salud.
De cualquier modo, más allá de hacia dónde se incline la balanza cuando se haga el inventario de sus aciertos y desaciertos, cuando el próximo sábado Trump cumpla 100 días como presidente, a su Gobierno deben quedarle aún otras mil 360 jornadas, y esas serán, seguramente, más importantes.