Listo “pá” el baile

Guillermo Robles Ramírez

Por Guillermo Robles Ramírez

            Hoy en día es sorprendente encontrar las peluquerías de barrio, ya que conformen pasan los años éstos han sido desplazadas por las modernas estéticas unisex, quedando atrás esos tradicionales negocios para el corte de cabello exclusivos para caballeros.

Hace más de 40 años, al menos en Saltillo, existían alrededor de 100 peluquerías de barrio, ahora tan solo quedan cerca de 10; significando un peligro a su desaparición de esta noble profesión quien atendía principalmente con mayor afluencia los fines de semana.

Ahora simplemente los dueños de las barberías solo le ruegan a Dios para que les caiga unos cinco clientes al día, sin importar que clase de personas sean ya que anteriormente predominaban gentes de la política, otros que hablaban de cultura, deporte y hasta de chismes de barrio.

Rezagados en apariencia en sus conocimientos profesionales, por el simple hecho de no poder competir con las estéticas modernas unisex en donde no solo cortan el cabello sino también les pintan o decoloran, y hasta les liman las uñas.

Pero fuera de esos servicios no significa que las peluquerías de barrios, también conocidas como barberías son los clásicos del corte y que de ello no se dude nunca y si no es solo cuestión de ponerlos a prueba cuando un caballero necesita afeitarse se encontrara que estas barberías usan todavía el jabón, y su clásica nava que se le saca filo con su cuero que tienen sus antiguos sillones rodantes con sus vistosos colores.

En lo personal recuerdo todavía esas barberías que se distinguían por sus anuncios de caramelo con colores rojo, blanco y azul, siendo éste el símbolo para identificar las peluquerías de barrio. Lugar en donde me corté por primera vez el cabello, al igual que muchos otros niños y no había quien se escapará del llanto de los pequeñines, mientras los papás no simulaban la risa.

Los expertos del corte de cabello lo aprendían de sus padres o bien iban con el experto peluquero aprender ya que no existían escuelas para ello. Esos lugares no solo eran un lugar donde se cortaba el cabello sino siempre tuvo un entorno familiar, en donde todos eran amigos, porque la mayor parte de los clientes eran vecinos del barrio donde funcionaba el negocio.

Son pocos los que quedan en la profesión de barberías de barrio, porque aquellas que ya no existen solo son recordados con mucha alegría en donde cada uno de estos lugares guardaron risas, alegrías, conocimientos y hasta secretos.

Todavía recuerdo mi primera vez que visité una peluquería siendo esto en la ciudad de Torreón a un costado de la plaza en donde se encontraba la Presidencia Municipal.

Se llamaba Ignacio, pero todo mundo le decía Nacho, siembre con su bata color blanca como si fuera un médico. Muy alegre, porque siempre se reía de todo, hasta de sus propios chistes, siendo que muchos de ellos ni siquiera les entendía, pero tenía una risa tan contagiosa que también me soltaba riendo.

Nunca se les veía mal humorados, cansados o mucho menos callados, sino todo lo contrario y se podía observar en el rostro que disfrutaban mucho su profesión y algo también de admirarse es que tenían una gran memoria para aprenderse no solo los nombres sino el tipo de corte que habían hecho la última visita.

Algo que nunca entendía en aquel entonces por mi propia juventud es que todos a quienes Nacho le cortaba el cabello, sin importar si eran adultos o niños al terminar siempre les decía con su clásica frase para indicar que había terminado: “listo “pá” el baile galán”. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013) www.intersip.org

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