El tamaño no importa

Guillermo Robles Ramírez
Por Guillermo Robles Ramírez

En un almuerzo que asistí con motivo a celebrar al gremio periodístico estuve conversando con una persona de la tercera edad que no tenía nada que ver su profesión con periodista, sino se trataba de un doctor jubilado por ISSSTE.

Su invitación a ese convivio ofrecido a los periodistas de la cabecera municipal de Saltillo, fue meramente porque era un familiar del organizador que se trata de un compañero homólogo de profesión.

La plática inició evidentemente con tema principal de los coahuilenses sobre quién será próximo gobernador y dentro del mismo tema se abordaron varios aspectos.

El doctor quiso cerrar la conversación con una simple afirmación “es difícil ser gobernador”, y enseguida le pregunté el por qué.

Se quedó un rato pensativo y posteriormente me respondió que tal vez para algunos puede sonar campañas populares, la construcción de carreteras ejidales, o para otros pudiera ser que ni si quiera les pasa por la mente los beneficios que traen consigo el construir estos pequeños tramos que unen de un ejido a otro o simplemente extender un tramito de carretera a la comunidad aledaño a una federal, que se les olvido que a medio kilómetro existen.

Para quienes vivimos en ciudades, contamos con todos los servicios básicos, y hasta con servicios recreativos dándonos una calidad de vida que muchas veces por naturaleza humana y no por egoísmo nos olvidamos de las necesidades de otras comunidades que se encuentran alrededor de nuestra entidad.

Unos de los compromisos de mayor prioridad en el estado de Coahuila, es precisamente la construcción de carreteras ejidales, que por sí solos, aunque son obras chiquitas traen consigo muchos beneficios.

Poner en orden sus beneficios, sería injusto porque todos son importantes, pero por mencionar algunos; al tener pavimentado un ejido esto trae servicios como el alumbrado, electrificación, drenaje, agua, salud, seguridad y comercialización.

Los tres últimos rubros aparentemente no se ven, pero son favorecidos, ya que teniendo una carretera esas comunidades pueden trasladarse más rápido a un centro de salud para alguna emergencia.

En cuanto a seguridad, las patrullas pueden llegar más lejos y desplazarse más rápido para hacer ejercer la autoridad ante los maleantes, y así podrán darse sus rondines más seguidos.

También las amas de casas tendrán la seguridad de que sus hijos lleguen más rápido y limpios a las escuelas, porque no es lo mismo caminar por un sendero enlodado o tierra suelta que para cuando llegan a sus casas llegan todos empolvados como si fueran mazapanes.

Con una carpeta asfáltica, los camiones de refrescos llegaran a surtir a las tienditas, así como algunos otros proveedores nuevos, como el pan, la leche, el huevo; reactivándose así una economía en la cual no existía porque esos caminos eran difíciles o imposible de transitar para transportes muy grandes.

Esto también reactiva a los mismos residentes de los ejidos porque al ver que pasan más vehículos, no faltara a quien se le ocurra poner una vulcanizadora, el tallercito, el puestito de comida, el negocio de ventas de algunos de sus productos de los que siembra, etc.

Para quienes consideran que son obras meramente populares, no logran ver que en realidad no hay obras chiquitas, sino beneficios grandes que mejoran nuestra calidad de vida y para esos ejidos que aparentemente se sentían alejados de la ciudad, el hecho de que exista un tramo de camino que les permita trasladarse entre ejidos y la ciudad los hace sentir parte de integral de nuestro estado y no aislados; a la espera de algún político que los busque para sumar votos quedando después en el olvido.

En resumen, se puede decir que no se puede poner en orden la importancia de cualquier obra porque la necesidad de una zona poblacional siempre será diferente a la otra o simplemente la necesidad de una colonia puede variar a la colonia anexa. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013) www.intersip.org

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