Moscú, 16 jul (PL) Las acusaciones de Estados Unidos contra Rusia por la supuesta injerencia en su política interior y sistema electoral recuerdan el viejo proverbio de haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago.
Si alguien tiene duda, puede referirse al libro Asesinato de la Democracia (Killing Hope) del autor estadounidense William Blum, un exempleado del Departamento norteamericano de Estado, que cuenta al menos 56 casos de intromisión de su país en asuntos de otros.
De hecho, el libro muestra en detalle cómo la Agencia Central de Inteligencia (CIA) opera bajo la fachada de una amplia red de Organizaciones No Gubernamentales (ONG), cuyos propósitos en muchos casos nada tienen que ver con su estatus.
Rusia enfrentó ese embate con más evidencia en 2011, cuando al parecer alguien en la Casa Blanca estimó que llegó el momento de deshacerse del contestatario e incómodo Vladimir Putin.
La organización de protestas para denunciar supuestos fraudes en los comicios legislativos de entonces y los que ni siquiera habían tenido lugar en las presidenciales de marzo de 2012, fue la última etapa de una amplia operación para interferir en los asuntos rusos.
Pero la estrategia falló. El gobierno dio total libertad para realizar demostraciones legales en esta capital, a la par que realizaba marchas a favor de las autoridades y contrarias a las fuerzas dispuestas a dividir el país.
El plan de una guerra no convencional aplicada punto a punto en Rusia fracasó. Pero podemos mencionar el ejemplo de Ucrania, donde tuvo su más evidente «éxito», con el golpe de Estado de la derecha contra el presidente Viktor Yanukovich, en febrero de 2014.
Las autoridades rusas, tras las protestas de 2011 instalaron un nuevo sistema de vigilancia nacional y transparencia electoral con cámaras de circuito en la mayoría de los colegios y arremetió contra las ONG involucradas en la injerencia.
Surgieron entonces las disposiciones para los llamados agentes extranjeros, es decir, simplemente se tomaron acápites de regulaciones estadounidenses, francesas y británicas al respecto para crear una ley que impidiera la práctica injerencista en los asuntos internos rusos.
Claro está que tales pases dados por el Kremlin, como ocurre con frecuencia en Occidente, fueron situados como un ataque a la libertad de expresión.
Por cierto, la actividad de la CIA nunca paró y se hizo más evidente, como recién denuncio la vocera de la Cancillería María Zajarova.
Hablar entonces de preceptos morales al enjuiciar la prensa estadounidense a Rusia por un supuesto intento de interferir en los comicios del país norteño, solo puede provocar una sonrisa, consideran politólogos locales.
Michael Caputo, exasesor del presidente estadounidense, Donald Trump, declaró al canal Fox News que en 1994 fue enviado por la entonces administración del demócrata William Clinton a garantizar la victoria en los comicios rusos de Boris Eltsin.
Mi interferencia en las elecciones de 1994 de ninguna forma quedó inadvertida. Todos los principales partidos opositores rusos estaban preocupados con mi actuación y reconozco toda la ironía de esa situación, declaró.
Como el viejo proverbio que vimos al principio, 12 años después, la demócrata Hillary Clinton acusó a Rusia de interferir en los asuntos internos de su país, cuyos servicios de inteligencia dedican gran parte de su trabajo a esa práctica en otras naciones.
Estados Unidos nos acusa de injerencia en sus asuntos internos y sobre esa base se aprueban nuevas sanciones contra Rusia sin ninguna prueba, por eso nos vemos obligados a exponer como Washington interfiere en los procesos de otros estados, denunció Zajarova.
Sobre la base de una campaña mediática, con noticias falsas de supuestos hackers rusos al servicio del Kremlin, se anuncian medidas como las del 29 de diciembre pasado, cuando 38 diplomáticos fueron expulsados y se bloqueó el acceso a propiedades de la embajada rusa.
El diferendo en torno al desbloqueo para el uso de dos mansiones de recreo, propiedad de la misión diplomática rusa en Nueva York y Washington, amenaza con congelar nuevamente los nexos entre ambas potencias, consideran expertos locales.
Caputo, quien también trabajó con los expresidentes norteamericanos Ronald Reagan y George W. Bush, pareció reconocer con ironía que era imposible acusar a Rusia, sin prueba alguna, de algo que Estados Unidos ha hecho toda la vida, abiertamente.
Rusia-EE.UU.: haz lo que yo digo, pero…..
Por Antonio Rondón García