Por Karen Rivera
Las culturas prehispánicas de Mesoamérica fueron grandes observadoras del cielo. Adquirieron un amplio conocimiento sobre los ciclos y las fases lunares gracias a que edificaron estructuras similares a una bóveda con perforaciones en el techo en las que podían descifrar fenómenos celestes. Los mayas, por ejemplo, construyeron Chichen Itzá donde se encuentra la pirámide de Kukulkán, en la que se observa a la serpiente descender por las escalinatas durante los solsticios. Esta civilización realizó numerosos cálculos de ciclos lunares, solares y venusinos, así como una tabla en la que determinaban la periodicidad de los eclipses. Aportes que pueden leerse en el Códice de Dresde.
“En el Códice vemos la representación del eclipse y luego abajo vemos el número, y esto significa que habían contado los números de días que podía suceder un eclipse y no volvería a suceder otro, o sea, era un periodo que sabían ellos muy bien que no iba a suceder ningún otro eclipse”, precisa el arqueoastrónomo Arturo Montero, en entrevista.
En una investigación realizada por el investigador a propósito del eclipse de Sol que ocurrirá el próximo lunes, éste escribe: “Durante el año trópico de 365 días se registran dos temporadas de eclipses, en cada una de ellas acontecen dos o tres eventos alternándose un eclipse de Sol y uno de Luna, en un periodo de 34 días en promedio; el ciclo se vuelve a repetir justo antes de que transcurran seis mese lunares que recaen en 177 días. Así que el periodo durante el cual el Sol está cerca de los nodos lunares es llamado “temporada de eclipses”. Si la línea de los nodos fuera fija en el espacio, los eclipses ocurrirían en las mismas fechas del año. Actualmente la línea de los nodos se mueve lentamente hacia el oeste a razón de 19° por año. Como resultado, una temporada de eclipses ocurre cada 173 días”.
Y continúa, “este valor de 173 fue muy significativo porque las culturas prehispánicas tenían un calendario de 260 días, que es el Tzolkin o el Tonalpohualli.”
Se trata de una especie de tabla donde se ordenan los 20 sellos solares y los 13 tonos lunares que observaron y que representaban al ciclo solar, es decir, 20 días en su rotación, y al ciclo lunar, 13 ciclos de 28 días en un recorrido anual, en resumen, este calendario maya tenía un total de 260 días.
“Entonces imaginemos lo siguiente: tengo un calendario de 260 días, lo multiplico por dos y es 520, ahora consideremos 173 por tres y tenemos cuánto, 519, días por lo cual hace conmensurable la posibilidad de detectar los periodos de eclipse dentro de un calendario, pero por qué no vemos un eclipse cada este número de días, pues porque la Tierra está en rotación, entonces puede estar sucediendo en otra parte del mundo o puede ser demasiado parcial, tan parcial que no es perceptible. […] Tenemos sucesos de eclipses de Luna que sucedieron en Ciudad de México, tuvimos un eclipse en abril 15 del 2014, el próximo fue en octubre 8 del 2014, y entre los dos hubo 176 días de diferencia”.
Esto, apuntó el arqueoastrónomo, no significa que los mayas tuvieran la certeza de la fecha en que ocurriría un eclipse, pero sí eran capaces de prever una “temporada de eclipses”.
El lunes 21 de agosto, a las 12:02, en el norte, centro y sur del país, sobre todo en los estados de Baja California, Sonora, Chihuahua y Coahuila, se podrá ver un eclipse parcial de Sol. En nuestro país se podrá observar hasta un 25% del fenómeno mientras que en EEUU el eclipse será total.