La Habana, 20 sep (PL) La historia de los supuestos ataques acústicos perpetrados en Cuba contra diplomáticos estadounidenses, difundida en medios internacionales pero considerada un absurdo por varios expertos, continúa hoy dando de qué hablar en esta nación caribeña y ocupa a periodistas especializados.
De acuerdo con Sergio Alejandro Gómez, analista cubano de temas internacionales, hasta la fecha no existe una explicación verosímil para la situación y los entendidos en el asunto niegan la aplicación de las leyes físicas en algunas de las hipótesis manejadas.
Según un artículo de Gómez titulado «¿Agresión contra diplomáticos estadounidenses en La Habana? Una historia sin sustento» y publicado en su blog Diario del Deshielo, el caso, que parece sacado de una novela, se toma muy en serio en La Habana.
El texto menciona a «una fuente familiarizada con la pesquisa cubana» que asegura que en los datos compartidos por las autoridades estadounidenses no hay, hasta el momento, evidencias de las causas y el origen de los alegados daños a la salud de diplomáticos norteamericanos y sus familiares.
Las indagaciones estadounidenses tampoco arrojan claridad. Miembros de las agencias especializadas de ese país fueron invitados por Cuba para adelantar investigaciones en el terreno, pero sus resultados no han sido concluyentes. «La realidad es que no sabemos qué o quién ha causado esto», reconoció la portavoz del Departamento de Estado, Heather Nauert, señala el artículo.
Además, el texto refiere que el Departamento de Estado no se ha pronunciado en específico a los efectos sobre la salud de su personal en La Habana, pero la prensa reportó una amplia variedad de síntomas. Algunos casos incluyen migraña, mareo y pérdida de audición, mientras otros llegan a deficiencias cognitivas, problemas para recordar palabras y lesiones cerebrales leves.
Según la agencia Associated Press (AP), los diagnósticos provocan confusión entre los especialistas, el FBI, el Departamento de Estado y las agencias estadounidenses involucradas en la investigación.
«Daño cerebral y conmociones, no es posible», dijo a la AP Joseph Pompei, un exinvestigador del Instituto Tecnológico de Massachusetts y experto en psicoacústica. «Alguien habría tenido que sumergir la cabeza en una piscina repleta de poderosos transductores ultrasónicos».
Por otra parte, Toby Heys, jefe de un centro de investigación sobre tecnologías futuristas en la Universidad Metropolitana de Manchester, Reino Unido, dijo a la revista New Scientist que las ondas sonoras por debajo del rango de audición podrían, teóricamente, causar daño físico, pero sería necesario usar enormes bocinas a grandes volúmenes.
Los aparatos existentes utilizados como armas sónicas cubren un área considerable y todas las personas dentro de su alcance resultan afectadas.
Sin embargo, gran parte de los alegados incidentes en La Habana, según fuentes públicas estadounidenses, se dieron en espacios delimitados, algunas veces dentro de una sola habitación, y con precisión laser, pues afectaron a una persona en específico y no al resto.
Varios de los supuestos ataques habrían tenido lugar en las residencias de los diplomáticos e incluso en edificios públicos como el recién remodelado Hotel Capri, donde no hay reportes de otros huéspedes afectados. El propio FBI viajó a La Habana, investigó algunas de las habitaciones y no encontró rastros de dispositivos sónicos, reportó AP.
Además, de acuerdo con fuentes vinculadas con las investigaciones cubanas, las autoridades de la nación caribeña no poseen ni están familiarizadas con la tecnología que pudiera ser utilizada con fines similares a los descritos.
Tampoco los servicios especializados han detectado «posibles autores ni personas con motivación, intención o medios para ejecutar este tipo de acciones», señala Gómez en el artículo.
No obstante -sostiene el periodista-, la complejidad de la investigación y el desconcierto de los especialistas no impiden que algunos intenten señalar a Cuba como responsable y traten de desmontar los avances en las relaciones con Estados Unidos, iniciadas después del 17 de diciembre de 2014.
Con ese propósito, Marco Rubio, senador de origen cubano y opositor a cualquier acercamiento con La Habana, envió recientemente una carta al secretario de Estado, Rex Tillerson, en la que pide la expulsión de todos los diplomáticos cubanos en Washington y el eventual cierre de la embajada estadounidense en la isla como represalia a los supuestos ataques.
La misiva, firmada además por los senadores republicanos Tom Cotton, Richard Burr, John Cornyn y James Lankford, no aporta prueba alguna de la «culpabilidad cubana» y desconoce la disposición mostrada desde el inicio por las autoridades locales para cooperar.