Ana León).- Para entender La levadura y el anfitrión, dice Julieta González, directora artística del Museo Jumex, es necesario pensar en un contexto marcado por el post: post-arte, post-exhibición, post-objeto y post-museo, pues los elementos que integran esta instalación no dan forma a una exposición sino a una experiencia en este mismo tenor: post-humana, un viaje en el que se crean diferentes temporalidades y ritmos a partir de estímulos visuales y sonoros.
Parreno (Orán, Argelia, 1964) habla de su trabajo como “un encuentro de carácter coreográfico”. Pero para quien observa, el artista diseña espacios de pensamiento sistémico donde “notaciones musicales, patrones meteorológicos y organismos vivos” activan “las condiciones de sonido, video e iluminación dentro de la sala”, creando una narrativa no lineal y abierta. En esta experiencia inmersiva, en una especie de laboratorio protegido por cristales, una colonia de levadura está siendo cultivada en un biorreactor; los microorganismos están conectados a una computadora. De la misma manera que un algoritmo aprende del comportamiento de su usuario, dichos microorganismos aprenden a adaptarse “a eventos puestos en marcha por el anfitrión humano” que no es el mismo que el espectador sino aquel que altera la secuencia de luz y el sonido al tocar una pieza en un piano ubicado casi a la entrada de la sala o el que proyecta una de las películas del artista en una superficie de tela sobrepuesta al frente de la sala de control. La levadura responde a los estímulos de su anfitrión en turno (Mateo Barreiro, Alejandro Campos, Francisco Cortés, Carmen Fregoso Rojas, Horacio González Lama y Claudia Romero Herrera) y “retroalimenta esta información a los sistemas que cambian las condiciones de iluminación o los paisajes sonoros” de esta sala ubicada en el piso 2, al tiempo que alteran la secuencia de iluminación de una marquesina ubicada en el piso 1, comisionada por la Colección Jumex al artista.
Imagen: The Crowd (2015) / Cortesía Pilar Corrias, Barbara Gladstone, Esther Schipper / Museo Jumex / © Philippe Parreno
La de Parreno no es una obra que responda sólo a su genio creativo sino que el artista deja un espacio para lo inesperado, si bien él plantea formas de acción precisas como el uso de elementos del cine, el sonido y la luz, su obra se deja influenciar por las condiciones del ambiente en el que se exhibe y las condiciones del clima de dicho lugar. Kit Hammonds, curador de la exposición, señala que la obra de Parreno, “al ceder el control del espectáculo a sistemas naturales y algorítmicos, explora un ámbito que se encuentra entre la mente humana y las otras formas espectrales de materia inteligente o emergente y actividad que le dan existencia”.
Cada uno de los eventos que suceden en la sala podrían ser sacados de ese contexto y tener sentido propio; sin embargo, dentro de la misma se integran de manera orgánica como parte de un mismo ecosistema que no responde a una definición precisa ni se cierra a la interpretación. Se trata de eventos que operan en torno a la creación de una experiencia sensible.
Estímulos visuales como la proyección de las películas Anlee, en la que una figura de un manga cuenta la historia de su existencia, “un personaje imaginario, un signo”, que apela a la sensibilidad del espectador; The Crowd, en donde 300 personas se mueven de manera hipnótica; C.H.Z, una simulación de las condiciones de vida fuera del planeta; y un mundo marino donde una criatura deviene una especie de monstruo a través del zoom, en Anywhen, sumergen al espectador en una experiencia surreal que se encadena con la intervención musical programada o realizada por el anfitrión al piano. Esta atmósfera de misterio, de lo extraño, es entonces apuntalada por el sonido de cada una de las notas. En el suelo, hojas de colores fluorescentes permanecen esparcidas esperando ser activadas por el visitante. En ellas, dos lecturas: “Dondequiera”, la historia del manga; y “En cualquier momento”, una especie de manifiesto que bien podría definir lo que es La levadura y el anfitrión: “un espacio estructurado a partir de un guion”, “el ahora de entonces con el ahora de entonces es un tiempo continuo”, se lee en el texto.
Es visible en las serie de películas que integran la exposición y en la atmósfera que éstas crean (“repetición rítmica, sincronía y luego asincronía”, como lo define el mismo Parreno), la influencia del cine de Godard en el quehacer creativo del artista francés. Las secuencias de sonido e imagen, remiten a filmes como Cine socialismo(2010) y, sobre todo, a Adiós al lenguaje (2014). Experiencias visuales y auditivas no definidas que ponen de manifiesto el interés del artista, como lo menciona en una entrevista con Olivier Zahm, “por todas las formas del lenguaje”, por la “desaparición del lenguaje especializado del arte”.
Como testigo de este enigmático mundo, la imagen de un reloj se proyecta en el fondo derecho de la sala. El tiempo que las manecillas marcan corre hacia delante y hacia atrás, el tiempo que transcurre pero que no es el tiempo presente, es un tiempo desviado, un tiempo que se desprende del muro por medio del uso de lentes 3D, un tiempo suspendido, también, en el que sucede esta retroalimentación de sistemas que operan en la exposición.
Philippe Parreno: La levadura y el anfitrión
Museo Jumex
Galerías 1 y 2
26.10.17-11.02.18
Fuente: n22