PorAna León
Sin sucesor aún definido, Eva Sangiorgi se prepara para cerrar un ciclo al frente del FICUNAM tras ocho ediciones y emprender una nueva etapa en su vida profesional al frente del Festival Internacional de Cine de Viena. La italiana quien llegara a México quince años atrás, proveniente de Bolonia, y que echara a andar este proyecto que se ha convertido en una de las plataformas más importantes de exhibición de cine independiente y un espacio de experimentación para cineastas emergentes logró su nueva posición luego de aplicar a la convocatoria lanzada en noviembre por la Viennale tras la muerte de su director, por más de veinte años, Hans Hurch (1952-2017).
Sangiorgi nos abrió las puertas de su espacio de trabajo. Entre pendientes de la próxima edición del FICUNAM y sus estudios de alemán, nos habló de su partida, del estado del cine en México y de la apreciación de una filmografía manchada por la biografía de su autor, esto a propósito de la polémica surgida tras los casos de abuso denunciados cometidos por el productor estadounidense Harvey Weinstein, o de casos más antiguos como los de Roman Polanski y Woody Allen, por mencionar algunos.
¿Cómo se da y cómo será tu llegada a la Viennale?
Lamentablemente falleció el director anterior que en FICUNAM conocíamos muy bien, fue nuestro jurado en la segunda edición y fue siempre un profesional muy inspirador para el festival a través de su trabajo y sus selecciones, y también un amigo muy cercano. A raíz de eso resultó que tras la edición posterior a su fallecimiento se abrió una convocatoria. Algunos amigos cercanos al festival me aconsejaron aplicar y eso fue: una convocatoria abierta y una aplicación. De ahí se dieron una serie de entrevistas de preseleccionados y después de eso me convocaron para notificarme que había sido elegida por el consejo del Festival. Y ¿cómo será? Bueno, llego después de terminar la octava edición de FICUNAM, justo después del cierre. Intento y espero que se pueda dar una colaboración a la distancia, de recomendaciones, consejos y también favorecer ciertos contactos a través de mi posición nueva en el Festival de Viena.
¿Esa nueva posición tiene una una fecha de caducidad o es indefinida?
Sí, es un contrato a tres años por lo que caduca en marzo de 2021, unos meses meses después que haya finalizado la edición de 2020. El contrato es extendible, pero es una especie de prueba inicial.
¿Quién queda en tu lugar al frente del FICUNAM?
No se ha decidido aún. Tiene que decidirlo el coordinador de Difusión Cultural, Volpi. Hay varias personas de la UNAM que están pensando quien podría ser ya, con la idea mantener un poco el perfil del festival y que sea alguien que pueda trabajar con el equipo que ya está formado.
¿Cómo definirías el estado del cine mexicano hoy, tan sólo en 2017 se filmaron 175 películas en el país?
Es impresionante, ha ido creciendo exponencialmente. El estatus no sé si está completamente sano pero es muy vivaz. Tengo una opinión absolutamente positiva de lo que ha pasado en los últimos años que se debe también a ciertas políticas culturales que hay que agradecer por fomentar la producción cinematográfica; sin embargo, estamos muy lejos de tener una industria cultural más allá de la industria del entretenimiento que produce aquellos títulos que luego están muy presentes en cartelera. Es decir, cuidando mucho los valores de producción independientemente del tamaño de la película. También me da mucho gusto que se estén enfocando en proyectos que tienen que ver con la exhibición del cine nacional, porque si sólo se producen esa cantidad de cosas, ¿quién las ve?
En este sentido hay un grave problema de distribución: de esas 175 películas, sólo 85 llegaron a salas y son las comedias al estilo de Nosotros los nobles o Qué culpa tiene el niño o producciones como Coco, las que se llevan la mayor recaudación, desalojando a producciones como La habitación que salió de la programación por Coco, por ejemplo.
Ese es el problema verdadero. En México, en particular, la producción se tiene que enfrentar a un sistema de exhibidores muy arraigado que dicta la cartelera y lo que funciona o no, y que está relacionado a una industria, que si bien esas películas que mencionaste no son producciones mexicanas aunque estén relacionadas con México por el realizador o por el tema, son producciones que vienen de otro esquema, entonces los exhibidores que tiene más ventajas –México es uno de los mercados más interesantes del mundo en términos de espectadores– luchan para que la gente vaya a ver ese cine y que, además, pueda consumir todas las otras ofertas que tiene una sala de cine comercial. Por eso las comedias ligeras funcionan mejor que una película más comprometida.
Me da mucho gusto que exista también un circuito independiente de circulación y exhibición que ha permitido dar más cabida a otro tipo de propuesta y que también el Instituto de Cine esté enfocado en discutir eso porque es una lucha de gigantes, una lucha que interesa a todos los países, pero aquí es muy evidente justo por ese mercado que no se interesa desde arriba. Lo que tiene México es esa capacidad de darle la vuelta, como decía, a través de las pequeñas salas pero son todavía iniciativas de muy buenas intenciones porque no representan un ingreso importante para los que se dedican a esos experimentos de distribución. Menos en la Cineteca Nacional donde si se logra tener un espacio donde evidentemente el público está asegurado y donde coinciden películas comerciales y otras nacionales más pequeñas.
Las plataformas de contenido bajo demanda ¿son un aliado o un enemigo?
Me parece que todo funciona, todo suma. Yo me dedico a organizar festivales de cine, entonces voy a luchar siempre por ese aspecto del encuentro, del ritual, de ir a la sala, de encontrarte con gente, de platicar después, de esperar a que baje la luz. Ahí sí realmente se puede explotar esa fuerza sugestiva del cine, de la imagen y del sonido. Si uno lo ve en su pequeña pantalla, yo lo hago mucho también cuando tengo que programar pero no es mi manera de disfrutar las películas porque estar limitando tus sentidos a la idea del entendimiento no tanto de la imaginación, es una experiencia completamente diferente. Pero repito, todo suma y cuanto más se ven películas más ganas se tiene de seguir viendo. Pero también con todas las plataformas de contenido bajo demanda se tienen infinitas posibilidades, por eso existen los festivales de cine, para dar una línea entre éstas infinitas posibilidades, entre las 175 producciones nacionales y las cientos de miles producciones internacionales, o por lo menos eso pretendemos en FICUNAM: das una línea, haces una selección y el público también encuentra un camino. No tienes que prender Netflix y perderte.
Sobre la polémica surgida entre mujeres del cine en EEUU y las francesas, Catherine Deneuve quedó como el rostro estandarte de este manifiesto, como mujer directora de festivales de cine, ¿qué reflexiones te genera este tipo de acciones?
Me parece que la discusión es absolutamente necesaria e importante. No sabría si estoy de acuerdo cómo se trata en el sentido de la denuncia de los temas, es una dimensión femenina poco realista. Son muchos gritos y mucho deseo de hablar y de estar empujando y de hacer presión en las instituciones para cambiar, pero realmente creo mucho más –sí crear una red solidaria y hacer fuerzas–, que las cosas cambian a través de los productos, de la acción, de la creación, no tanto en pretender, porque es muy abstracto. Está bien, solidarizo, pero al mismo tiempo no abrazo ni soy una activo elemento en esa lucha porque no me interesa. Me interesa mucho más seleccionar, que las autoras, mujeres en todos los ámbitos desde la dirección, se sientan estimuladas en entrar a la cancha.
Creo que México es un país que, por lo menos en la expresión artística o en los lugares de la organización de la cultura, tiene las puertas muy abiertas para las mujeres. Creo que es un país de mucha atención a las oportunidades igualitarias; hay mucha presencia femenina. Por ejemplo, en el documental, es bastante sobresaliente la presencia de mujeres documentalistas. Es más difícil en la ficción, donde entras en una dimensión presupuestal quizás más dura. Sin embargo, falta más cine hecho por mujeres.
¿Puede la biografía de un cineasta influir en la apreciación de su obra? Esto en referencia a la obra de cineasta como Woody Allen y Roman Polanski, o los filmes producidos por Harvey Weinstein.
Por supuesto. Bueno, el caso de Woody Allen es muy difícil de discutir. El caso de Polanski, es controversial la situación y la explicación de los hechos. Evidentemente hay un delito, pero la situación a mi me crea mucho conflicto el interpretarla por lo que prefiero no juzgarlo como ser humano. Prefiero juzgar el producto cinematográfico que las líneas biográficas, pero no podría estar interesada en ciertas películas que promueven otro tipo de valores o no valores desde mi punto de vista; sin embargo, no dejaría de ver Pulp Fiction porque el productor ha estado acosando a medio Hollywood, porque al final la película también resulta independiente. Si pensamos en los casos recientes de acoso se nos va a ir una cantidad de producciones que no ven reflejado ese aspecto de su biografía en la producción cinematográfica. El cine está hecho de muchas fuerzas, de muchas personas y lo que me interesa más es la idea, el punto de vista que se plasma en la película y que es lo que consumimos.