Por Perla Velázquez
I. A la mitad de la sala se alza una pared en donde está “La Pintura”. Primero nos detenemos de lado derecho viéndola de frente. El primer sentimiento es desconcertante por varias situaciones que envuelven el entorno: uno de éstos es la seguridad que tiene; el cuadro está en una especie de vitrina y quienes más se pueden acercar a él son los guardias que custodian a los costados, porque sólo ellos pueden pasar la línea que corta el paso a los visitantes.
El segundo momento con el cual el desconcierto aparece es cuando se gira la mirada y se observa a decenas de personas intentando tomar una selfie, checando si salieron bien o simplemente tomándole una fotografía al cuadro, para demostrar que están frente a uno de las pinturas más importantes de la historia del arte.
Pocos son los que se detienen a observar a La Gioconda, quizás ellos intentan encontrar esa leve sonrisa que hay en su rostro. ¿Será que la multitud que se abre paso para obtener la mejor toma ha encontrado el gesto en las copias que hay en internet? Porque algo es seguro: la imagen que nos despliega un buscador en la red tiene mayor probabilidad de ser analizada, porque en el Museo de Louvre, casa de una de las obras maestras de Leonardo Da Vinci, la lejanía que tiene el espectador con la pieza no permite apreciarla detalladamente. Aunque parece que la distancia que se ha interpuesto es la indicada para hacer una foto y subirla a redes sociales.
El último día del 2017, Instagram anunció cuáles habían sido los lugares más “instagrameados”, así como los “hashtags” que la gente utilizó durante ese año. El 31 de diciembre supimos que Louvre estaba en el top ten de las localizaciones favoritas de los usuarios de la red social. El primer lugar lo ocupó Disneyland, seguido de Times Square, Central Park, la Torre Eiffel, Tokyo Disneyland, Disney’s Magic Kingdom y el Museo Louvre, éste superó al Museo Metropolitano de Arte (Met) y al Museo de Arte Moderno (MoMA).
Según información publicada en la página oficial del recinto, en 2016 el museo parisino bajó su número de visitas debido a los ataques terroristas que había sufrido el país. Por lo cual, el recinto decidió entrar en un proceso de renovación en su colección permanente, así como apostar a nuevos públicos con la inauguración de Louvre en Abu Dhabi. Con ello, las cifras aumentaron 14%, respecto al año anterior y en 2017, no sólo fue el líder en Instagram, también se posicionó en el número uno de los museos más visitados, con 8.1 millones de turistas.
Y no es de sorprender porque basta con entrar a la red social y utilizar el hashtag #InstaMuseum o directamente #Gioconda, #Monalisa, para que el buscador les despliegue las selfies de los últimos visitantes que han estado frente a la pieza. Pero, ¿cómo estamos utilizando las redes sociales?, ¿de qué manera nuestra vida la usamos para alimentar las redes sociales? A caso no debería de ser al revés: ¿alimentar nuestra vida con las redes sociales?
II.
Alguien está parado frente a un retrato en la Galería Uffizi en Florencia, Roma. La tranquilidad con la que observa el cuadro se interrumpe cuando alguien pasa apresurado. Pero algo le hace regresar y ver la ficha técnica del cuadro. Con la misma rapidez con la que ha pasado ahora enciende la cámara de su celular y lee en voz alta: “Galileo Galilei”, acto seguido toma una fotografía y se va.
La ficha técnica pertenece a uno de los tres retratos que pintó Justus Sustermans de Galileo Galilei. El pintor es considerado uno de los mejores retratistas; su trabajo servía a la familia Medici de Florencia, Italia. Por ellos, fue que Sustermans pintó al astrónomo. La obra se encuentra en la Galería Uffizi desde 1678.
En ese mismo recinto dedicado a mostrar grandes obras del renacimiento italiano, se encuentra La Primavera, de Botticelli. Desde antes de llegar a la sala en donde se ubica los ánimos te avisan que estás próximo a una obra maestra, la multitud que rodea el cuadro lo confirma. Aquí no hay ninguna valla que limite el paso, pero al parecer hay una nueva regla tácita: no cruzar la línea imaginaria para que todos puedan tomar la fotografía sin que nadie salga en ella.
No entiendo de momento la regla y cruzo. Molesta una mujer de alrededor de 30 años me dice que me mueva de enfrente del cuadro, porque aparezco en su fotografía. Me quito y espero a que se la tomen, el resultado además me sorprende. La toma es la siguiente: ella frente al cuadro, viéndolo, la persona que captura el momento trata de que se vea lo más natural posible. Una, dos, tres, cuatro tomas hasta que ella con una sonrisa medianamente dibujada acepta la imagen.
El filósofo Guy Debord en La sociedad del espectáculo decía que “todo lo que era directamente vivido, se aleja hoy en una representación” y es que ir a un museo, ya no es del todo ir a apreciar las obras, tratar de entenderlas o simplemente sentir algo frente a ellas. Ahora también se trata de ser parte de una sociedad que está inmersa en las redes sociales, en esa sociedad a la que le debemos presentar una selfie para asegurarles que estuvimos allí.
Debord afirmaba que estas acciones atendían al modelo de producción capitalista que marca nuestro estilo de vida y la manera en que nos relacionamos, teniendo en cuenta los valores que están basados en el espectáculo y que en la actualidad siguen presentes, porque “sugieren la creencia de una realidad artificial como si fuera nuestro medio natural”. Y esa normalización a la que nos exponemos está siendo aceptada como un método de convivencia.
De esa manera, la imagen que sugerimos a nuestros seguidores en redes sociales, es la vida que les queremos mostrar aunque muchas veces sea una historia montada, como la pose de estar observando un cuadro en un museo.
III.
A finales de 2014 y principios del 2015, México experimentó el fenómeno selfie con la visita de las obras de Yayoi Kusama al Museo Tamayo de Arte Contemporáneo. Desde el primer fin de semana Obsesión infinita rompió récord al recibir a 16 mil personas, normalmente son 14 mil visitantes al mes los que tiene el recinto. Desde esos días, se supo que la muestra sería un golpe artístico.
El éxito se consolidó en el último fin de semana, cuando se realizó un maratón, para mantener abierto el museo y así más gente pudiera entrar a tomarse una fotografía entre las instalaciones de la artista japonesa. En aquel momento Facebook, Instagram y un poco Twitter, mostraban la misma fotografía, lo único que cambiaba era la persona que posaba.
Pero hay algunos museos que han entendido el juego de las redes sociales y han aprovechado la oportunidad que allí encuentran para exhibir sus obras y atraer al público. Es el caso del Museo del Prado en España, que a diario utiliza las historias de Instagram para hacer una transmisión en vivo y en cerca de diez minutos, un comisionado explica una obra perteneciente al museo.
“Queremos crear una conexión más emocional con el visitante y hacer que el museo sea algo más cotidiano”, explicó en una entrevista a El País, Javier Sainz de los Terreros, técnico de gestión y encargado de Comunicación Digital del Museo.
En México, desde el fenómeno Yayoi Kusama es más común ver las fotografías de las visitas a recintos. Esta puede ser una buena oportunidad para adentrarnos al mundo artístico que tiene mucho que decir, ya sea yendo a un museo o siguiéndolo en sus cuentas oficiales. O quizás quedarnos sólo con una fotografía que compartimos en redes sociales para darle la razón a Guy Debord: “solo importa lo que exhibimos de nosotros mismos en una imagen”.