Washington, 30 sep (PL) Cuando Estados Unidos vive hoy un nuevo episodio de denuncias por abuso sexual contra un nominado por un presidente republicano al Tribunal Supremo, la sombra de Anita Hill vuelve a la palestra.
Hill sometió a escrutinio público en 1991 al juez Clarence Thomas, el elegido para el puesto por el entonces mandatario George H. W. Bush, al acusarlo por acoso sexual y forzar la reapertura de audiencias esclarecedoras antes de la confirmación.
La entonces profesora de derecho de la Universidad de Oklahoma, compareció ante la Comisión Judicial del Senado, que encabezaba en ese instante el senador demócrata Joe Biden.
Pese a que habló sobre la mala conducta de Thomas cuando ella trabajaba con él en el Departamento de Educación y en la Comisión de Igualdad de Oportunidades de Empleo, el magistrado lo negó. Al final fue confirmado en su cargo para la Corte Suprema de Justicia.
Tres senadores que escucharon su testimonio en aquel tiempo ante el Comité Judicial permanecen allí, y dos de ellos, 27 años después, son firmes partidarios del juez Brett Kavanaugh, como lo fueron con Thomas.
El jueves Christine Blasey Ford, también profesora universitaria, plantó su testimonio ante ese panel del Congreso, donde dijo estar ciento por ciento segura de que el actual nominado es la misma persona que más de tres décadas atrás intentó violarla.
Kavanaugh será sometido a una investigación complementaria que aporte luz sobre el dudoso pasado, aunque ya superó un escollo clave cuando recibió el voto de apoyo del Comité para su eventual confirmación en el pleno de la cámara alta.
Existen muchas similitudes en las historias y experiencias de Blasey y Hill, aunque provienen de entornos sociales muy diferentes, comentan observadores.
Solo que en la actualidad hay un contexto en el que cada vez más mujeres presentan sus relatos de abuso y salpican incluso a hombres poderosos, obligados a rendir cuentas, opinan.
«No estamos solos, ella no está sola», expresó Hill en referencia a Blasey Ford. «Hay una comunidad de nosotras que ha crecido en los últimos 10 a 15 años», especialmente a medida que el movimiento #MeToo avanza, subrayó.
Un movimiento logró colocar el tema de los abusos a nivel de debate nacional, algo que para nada conviene a los republicanos cuando están tan cerca las elecciones de medio término de noviembre, a las que, por cierto, se postulan una gran cantidad de féminas.
Trump apoya incondicionalmente a Kavanaugh
Entretanto, el presidente Trump -tildado de abusador por varias mujeres- persiste en su apoyo total al magistrado. En la red social Twitter escribió que el juez Kavanaugh le mostró a Estados Unidos «exactamente por qué lo nominé» y vaticinó que «¡Algún día será reconocido como un gran juez de la Corte Suprema de los Estados Unidos!»
Por eso, el jefe de la Casa Blanca comentó la víspera a los periodistas que respecto a Kavanaugh no tiene un plan B, lo que supone su convencimiento a priori de que lo confirmarán en el pleno del Senado.
El voto del Comité constituyó un termómetro para medir qué podría pasar en el plenario de la Cámara alta, donde los correligionarios del magnate presidente tienen una estrecha mayoría de 51-49.
En 1991, por encima de las denuncias, Thomas, fue avalado por una votación de 52-48, la más cerrada de la Corte Suprema en más de un siglo, según recuentos de la prensa local.
A propósito, Kavanaugh tuvo que responder en la audiencia del jueves preguntas parecidas a las que él redactó dos décadas atrás para el entonces presidente, William Clinton, por el escándalo de su desliz sexual con la pasante Mónica Lewinsky.
De todas formas «muchos de nosotros nos vamos a sentir traicionados», anticipó Anita Hill sobre su expectativa de que el Senado apruebe al elegido de Trump.