¿Qué hay de maquiavélico en Maquiavelo?

El Príncipe, un texto no de ciencia política, sino construido desde la retórica y cuyo objetivo es inspirar la pasión. Varias miradas y lecturas a la obra de este pensador cuyas ideas son, aun más pertinentes en un contexto copado por la corrupción

Por Huemanzin Rodríguez

Aunque no existe registro en el diccionario, la palabra “maquiavélico” es entendida y usada para referirnos a una persona oportunista, taimada, tramposa, que miente para lograr sus objetivos, fría y calculadora. Nada de esto le hace favor al hombre renacentista que fue Niccolò di Bernardo dei Machiavelli (1469-1527), autor de varios textos importantes y de la destacada obra de filosofía política El Príncipe, escrita hace 505 años. En torno a Maquiavelo se celebró la conferencia “¿Qué hay de maquiavélico en Maquiavelo?”, en el auditorio Alfonso Caso de Ciudad Universitaria, coordinada por el maestro Jorge Islas, con la participación de Maurizio Viroli, profesor de la Universidad de Princeton, y una de las voces más estudiosas de la obra de Maquiavelo.

Islas, quien ha participado en varios proyectos televisivos con Canal 22, responde a la pregunta que da título a la conferencia: ¿Qué hay de maquiavélico en Maquiavelo? Nada, más que patriotismo, vocación de servicio y responsabilidad con las causas superiores de una sociedad. Maquiavelo al final de su vida dice: ‘Amo más a mi patria que a mi alma’. ¡Por supuesto! Porque sabía que la condición de buscar el mejor interés por las causas públicas se daba cuando hay compromiso del ciudadano con sus leyes, autoridades, y con la organización social que se da con determinada organización política. Se ha adjetivado a Maquiavelo, en lugar de entender sus conceptos.

Por su parte, Viroli dice sobre ese tipo “frío y calculador” que muchos creen que era Maquiavelo:

Se dice que un maquiavélico es el que intenta controlar sus emociones, pero no era así con Niccolò, toda su vida fue lo contrario. Me refiero a la pasión del amor. En su tiempo se decía que el amor te hacía esclavo de la persona enamorada y no dueño de uno mismo; que no podría controlar a los demás porque el enamorado ha perdido el control sobre sí mismo. Él defendía lo contrario. Él creía que debía seguirse la pasión adonde quiera que esta lo llevara. En una carta le responde a un amigo, que le había contado sus dudas por el enamoramiento repentino: “Sigue el amor y haz lo que quieras. Déjate ir por ese gusto que hoy puedes tomar y que tal vez mañana no, síguelo, tiene razón Bocaccio: Mejor hacer, entrar en la pasión del amor y luego arrepentirse, que no hacer y después arrepentirse de no haber hecho.” ¿Eso parece maquiavélico? Si hoy hubiera maquiavelos así, no habría tantas luchas por el poder.

Escrito en 1513, El Príncipe fue prohibido por la iglesia católica, pues muchas de sus feroces críticas se referían a la corrupción de Roma. Originalmente fue un texto que Maquiavelo no buscó publicar y que vio la luz algunos años después de la muerte de su autor, en 1531. Viroli apunta sobre los detalles de El Príncipe:

Maquiavelo no era un adulador, de hecho, se permitía comentarios que hoy serían terribles en la política internacional. Hay documentos históricos donde podemos leer cómo se comportaba con los poderosos, lo mismo con los reyes de Francia que con sus propios jefes de la república de Florencia.

Como dirigente de la República Florentina, Maquiavelo era muy severo. Totalmente  riguroso en exigir el respeto de las leyes de la República. No perdonaba. Exigía que los delitos fueran castigados todos y siempre. Fue un hombre que cuando sirvió a la República, pensaba solamente en la defensa de la República. No entendía cómo ser un acomodado. No se adecuó nunca a las circunstancias.

Maquiavelo manejó cantidades de dinero enormes. Porque entre sus deberes debía pagar a las tropas mercenarias que en ese entonces se pagaba con dinero público. Después de 15 años manejando el dinero en la cumbre del Estado, Maquiavelo es más pobre que antes. Él afirma con orgullo, “esta es la evidencia de mi honestidad”. ¿Cuántos Maquiavelos son más pobres hoy, después de haber servido al Estado? Son todos más ricos, porque saben perfectamente cómo enriquecerse con la política y no servir a la patria.

Los Médicis, cuando volvieron al poder, procesaron a Maquiavelo. Examinaron todas las cuentas de su actividad como funcionario y descubrieron que no se embolsó ni una moneda, no malgastó un centavo. Soy un conocedor del tema y sé que nadie en 500 años, incluso los detractores de Maquiavelo, han podido decir lo contrario. Maquiavelo decía: “En mi pobreza, que atestigua mi fe en la bondad. En mi realidad. Soy pobre porque soy fiel.”

Maquiavelo conocía la retórica y sabía que la idea, el mensaje más importante lo tenías que dejar para el final de tu discurso. Porque la gente suele recordar sólo el final de las cosas. En El Príncipe, libro considerado una biblia política, exhorta a los Médicis, quienes estaban en el poder de Florencia, para liberar a Italia de los bárbaros. Está pensando en la política como acción para realizar grandes cosas. No para conservar el poder sino para realizar grandes ideas: dar a Florencia un gobierno libre y liberar a Italia limitando el poder de la corrupta iglesia de Roma.

Jorge Islas, también conocedor de la obra y vida del florentino, destacó el genio y la formación de Maquiavelo, quien nunca fue a una universidad:

Si bien es cierto que en la literatura previa con Tucídides (460–395 a.C.) y de alguna manera también con Cicerón (106–43 a.C.) nos habían hablado de la “cruda realidad de la política”. La verdad es que previamente en el mundo de la política era el mundo del “deber ser”. Lo dice Maquiavelo: “Han escrito de repúblicas que no existen y que están idealizadas”. En el capítulo XVI de El Príncipe, nos dice: Lo que intento es dar algo útil, para que lo entiendan, sobre la verdad efectiva de las cosas de la política. Aquí hay algo importante que no dice Maquiavelo: Lo que es la política en la realidad y no lo que debe ser.

Hay otra cosas que quiero subrayar, Maquiavelo no es quien toma decisiones. No es el perverso, no es el malvado, no es el gángster del que Bertrand Russell (1872–1970) nos dice: Este es un libro escrito para gángsters. No. Es un libro grandísimo para la gran política. Y la palabra “Gloria” en el Renacimiento era apoteósica, era relevante y trascendente. Era el que quería dedicar a la política para servirle a la república con las mejores causas del interés público, sea haciendo leyes o participando en la cosa pública se veía como un ciudadano virtuoso. Y eso era Maquiavelo. ¿Y por qué era virtuoso? Porque tuvo una formación adecuada. En su diario dice Bernardo Machiavelli, su padre, que el niño Niccolò desde muy joven escuchaba en casa pláticas sobre política, y le acercaron libros de política. Se educó políticamente con textos grecolatinos. El creía que las cosas se podían cambiar con la gran política. Era un gran lector que quedó fascinado con esas ideas. Él no fue a la universidad. La familia con grandes esfuerzos le da una educación privada y logra encontrarse con un mentor, Marcelo Adriani, quien le da la oportunidad de entrar al gobierno de la República florentina como segundo secretario. Si bien es cierto que los mecanismos legales para ser segundo secretario pasaban por tres instancias colegiadas, la persona que decidió impulsarlo cuando  Maquiavelo tenía 29 años y no contaba con antecedentes laborales, ni familiares en la república, en una época llena de favores, fue y no tengo duda su mentor Marcelo Adriani. Fue segundo secretario durante 14 años.

Viroli, coincide con el carácter humanista de Maquiavelo.

Las últimas palabras de El Príncipe, es un poema. ¿Por qué? Porque la poesía inspira a hacer grandes cosas. Porque Maquivelo decía que siempre se debía intentarlo, pues creía que la vida había que vivirla para grandes cosas. Él se divertía muchísimo, no era un santo. Amaba muchísimo a las mujeres, amaba bromear, así era. Amaba las grandes cosas, pero también era transgresor, ligero, irreverente, irrespetuoso, era grave. Por otra parte, no sólo escribió textos serios como El Príncipe o los discursos sobre Tito Livio. También escribió Mandrágora, una comedia para reír, que hizo en los momentos más difíciles de su vida entre 1514 y 1518, cuando pensaba en abandonar a su familia porque ya no tenía nada que ofrecer. ¿De qué se ríe en Mandrágora? De los pequeños vicios humanos. De los maridos celosos, de los amantes locos, de los que se creen grandes pero son pequeños, de los curas corruptos. Escribía para reír y para hacer reír. Esto era Niccolò Machiavelli

La diferencia entre él y otros que escribieron filosofía política es que Maquiavelo también hizo política: conoció a los reyes, a los príncipes, a los embajadores, a los gobernadores. Los conocía de cerca y de lejos. Hablaba con ellos, no los imaginó. Por eso sabía de la importancia de la retórica y de la pasión. Sabía que, si uno quería tener el favor de un hombre poderoso tenía que decirle lo que quería escuchar, no lo que quieres decirle. En El Príncipe hace todo lo contrario, no repite a los Médicis lo que ya sabían y querían escuchar, sino da a ellos consejos que si hubieran leído bien, lo hubieran detestado más de cuanto lo detestaron.

La política de los Médicis era la de los amigos y los favores. Maquiavelo critica estas amistades logradas por el dinero y no por la grandeza de ánimo, claro que se pueden usar, pero no son sólidas. Eso lo dice en el capítulo XVII de El Príncipe; que no es un texto de ciencia política, pensarlo es equivocado. No lo es porque el texto está construido desde la retórica, lo que busca es despertar la pasión. Por ejemplo, usa metáforas, herramientas para mostrarnos un concepto. Cuando dice que el príncipe debe aprender a usar la astucia, la fuerza, debe de imitar al zorro y al león, es una metáfora. Por tanto no muestra científicamente los hechos, por eso no es un texto de ciencia política, jamás un texto de ciencia política termina con una exhortación o con un poema. El objetivo de El Príncipe no era ser un texto científico, era generar una acción.

Para los especialistas, el mal entendimiento de la obra nace casi con ella, desde Jean Bodin (1529-1596), quien acusó a Maquiavelo de haber “profanado los misterios sagrados de la filosofía política”, al hugonote Innocent Gentillet, quien creó el término “maquiavélico”, casi 50 años después de la publicación de El Príncipe. Para Islas, el secreto está en la prosa de Maquiavelo.

Yo creo que su prosa se revela en su primer informe, cuando conoce a César Borgia escribe un texto titulado: “Sobre la manera de tratar a las poblaciones rebeldes de valle de Chiana”. Ahí están las ideas que podemos encontrar en lo que años más tarde escribió en El Príncipe. Parte de la premisa: los hombres frente al poder son los mismos, ambiciosos, mentirosos, simuladores y traidores. Él observó eso, pues se educó en el studia humanitatis, que era la currícula educativa renacentista para los jóvenes de Florencia en los temas de humanidades, por ello la observación era fundamental. De ahí muchas de las metáforas en El Príncipe: El político tiene que ser mitad hombre y mitad animal, mitad león para imponer, mitad zorro para escapar de las trampas. Tienes que ser el personaje que viva en la audacia, pero jamás hace apología del delito. Para él el Estado era la autoridad para formar repúblicas por medio de leyes y ejércitos que defendieran las causas del interés público.

Lamentablemente El Príncipe está mal interpretado, por los capítulos XV al XXI, a mi parecer, donde habla de “la cruda realidad”. Pero no habla Maquiavelo, sino de los magníficos ejemplares de la realidad y del cinismo de cómo gobernaban y se comportaban frente al poder Alejandro VI, quien ocupaba la silla papal, y su hijo César Borgia. Si tuviésemos que cambiar históricamente el término maquiavélico, lo podríamos poner borgiánico, no maquiavélico.

Maquiavelo era un hombre patriota, responsable y consecuente con las circunstancias de su vida y con la historia, y de las condiciones con las cuales podían mejorarse las repúblicas a las cuales aspiró, sobre todo las que escribió en los Discursos sobre la primera década de Tito Livio.

Cuando pierde el trabajo escribe una carta dirigida a los poderosos del momento y les dice: “Tengo conocimiento y experiencia sobrada acerca del arte del Estado”. Y lo decía con certeza pues los que gobernaba Italia era una familia que eran los banqueros de Europa, y que un sobrino de esa familia era el Papa. Por eso Maquiavelo ve que hay una oportunidad para impulsar una causa que no era solamente Florencia y la República, era Italia, era unificar toda la península para crear un solo Estado.

El Príncipe, fue escritor para combatir a políticos mediocres. Maquiavelo más que fama buscaba gloria, la buena fama de los hombres buenos que necesitan ser fuertes de ánimo y de cuerpo.

Viroli considera que Maquiavelo no escribió El Príncipe para quienes como él, ya habían participado en la política, el profesor de la universidad de Princeton asegura que la exhortación de Maquiavelo es imperecedera.

¿Qué quería entender Maquiavelo cuando escribió sus obras? Quería escribir para alguien de las generaciones venideras. Para alguien que pudiera realizar lo que él no había sabido y podido realizar en su tiempo. Sabe perfectamente que Florencia es demasiada corrupta para tener un gobierno republicano. Sabe muy bien que no hay condiciones para liberar a Italia de los bárbaros. Pero escribe para que alguien en el futuro lo haga. Escribe para las generaciones futuras. Escribe para los que tengan el ánimo grande.

En los discursos sobre Tito Livio, Maquiavelo escribe: “Es deber de un hombre bueno, ese bien que no has podido realizar por la maldad de los tiempos, enséñalo a alguien para que pueda, amado por el cielo, realizarlo”. Ésa era la idea de Maquiavelo, sentirse como bueno que no puede hacer el bien que quería darle a su patria, entonces decidió enseñarlo a las generaciones venideras. Como profesor y ciudadano creo que los tiempos que vivimos necesitamos de una persona así, que supiera ayudarnos a redescubrir que la política debe de ser grande. Debe de ser la obra de personas con el ánimo generoso.

La oportunidad de cambio se da con la fortuna, la virtud y la ocasión. Él pensaba que había “la gran ocasión” para librar a Italia de los bárbaros. Esa “gran ocasión” permitiría en algún momento librarse de aquellas personas que frente al poder eran mentirosos, traidores, simuladores.

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