Por Glenda Arcia
La Habana (PL) Luego de 18 años al frente de la Unión Democristiana (CDU) y de 13 como canciller federal, la alemana Angela Merkel decidió en 2018 abandonar la dirección del partido y renunciar a presentarse a las próximas elecciones generales.
Poco después de iniciar su cuarto mandato y tras la agudización de las crisis internas, la líder conservadora optó por retirarse antes de que llegara un final desastroso para su vida política.
Después de reconocer el lamentable estado de la actual administración, la mandataria de 64 años admitió que es el momento de que el país avance a una nueva etapa y nueve minutos de aplauso en el Palacio de Hamburgo pusieron fin el 7 de diciembre a un largo período al frente de la CDU.
Aunque la Dama de Hierro germana continuará dirigiendo Alemania hasta 2021, sabe que es hora de comenzar a decir adiós y prometió intentar un buen desempeño durante el tiempo que le resta como dirigente de una de las mayores economías del planeta.
Criticado por su política neoliberal y armamentista, la implementación de fuertes medidas de austeridad, los recortes de las pensiones, los bajos salarios y el descuido de temas medioambientales, entre otros, el Gobierno de Merkel tuvo uno de sus grandes tropiezos en los comicios del 24 de septiembre de 2017.
El bloque liderado por ella y formado por la CDU y la Unión Socialcristiana de Baviera (CSU), obtuvo el 33 por ciento de los votos, lo que se tradujo en la pérdida de 68 puestos en el parlamento y en la imposibilidad de un mandato en solitario.
Tras varios fracasos en los intentos por formar una coalición y luego de seis meses de negociaciones, el Partido Socialdemócrata (SPD), con 21 por ciento de las boletas, accedió a inicios de marzo de 2018 a participar por tercera vez en una alianza con los conservadores, lo cual permitió a la canciller federal continuar en el poder.
Por su parte, la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) ganó 13,3 por ciento en las elecciones, ocupó 98 escaños y se convirtió en la tercera fuerza política de esta nación.
Hoy, dicha formación cuenta con un apoyo de más del 18 por ciento, con lo que supera al SPD y ocupa la segunda posición a nivel nacional, según un estudio del instituto Infratest Dimap.
En tanto, el respaldo a la alianza CDU-CSU disminuyó a 28 puntos, el peor resultado en años.
Alrededor de 15 meses después de los comicios, las dificultades no cesan para la canciller federal y persisten las divergencias y problemas que ralentizaron el establecimiento de la alianza en el poder, en tanto se cumplen los pronósticos del peligroso fortalecimiento de la ultraderecha.
Las divisiones en las más altas esferas y el incremento de los comportamientos xenófobos y extremistas mantienen en jaque a Merkel, quien, al intentar complacer a los descontentos, ha descuidado otros asuntos domésticos de gran incidencia en la opinión pública.
Mientras a puerta cerrada la jefa de Gobierno intenta solucionar las divisiones y desacuerdos con la CSU y el SPD, en las calles se hace notable la insatisfacción y más del 70 por ciento de los alemanes asegura confiar menos en el Ejecutivo.
Lo anterior es resultado de la decepción y la incertidumbre generadas por varias polémicas registradas en los últimos tiempos, entre ellas una relacionada con Hans-Georg Maassen, hasta hace poco presidente de la Oficina Federal para la Protección de la Constitución (servicio de inteligencia conocido por las siglas BfV).
A finales de agosto último, un ciudadano alemán de origen cubano fue asesinado en la ciudad de Chemnitz, por lo cual fueron acusados un sirio y un iraquí.
Tras el suceso, líderes de la AfD convocaron a manifestaciones racistas, lo cual llevó a una ola de persecuciones y ataques contra migrantes.
Durante días, miles de ciudadanos participaron en manifestaciones a favor y en contra de actitudes neofascistas que culminaron con actos violentos y varias personas heridas.
El entonces jefe de los servicios secretos intentó minimizar los disturbios y desestimó los reportes sobre el asecho a los extranjeros en Chemnitz, además de poner en duda la veracidad de esa información.
Poco después se conoció que Maassen facilitó reportes de la BfV a un diputado de AfD antes de que fueran publicados, con lo cual violó su obligación de guardar secreto y puso en más aprietos a la administración de Merkel.
Luego de salir a la luz sus vínculos con la organización ultraderechista, miembros de la oposición exigieron su renuncia, pero el ministro de Interior y líder de la CSU, Horst Seehofer, rechazó su destitución.
Por su parte, representantes del SPD cuestionaron la continuidad de su pacto con el bloque formado por la CDU y la CSU, si Maassen se mantenía en el puesto.
Dicha situación generó una importante crisis en el Gobierno, la segunda en los últimos meses relacionada con Seehofer, quien es contrario a la política migratoria de Merkel.
El 18 de septiembre, el Gobierno alemán comunicó su decisión de relevar a Maassen, pero informó su nombramiento como secretario de Estado del Ministerio de Interior, lo cual provocó una mayor controversia, pues el cambio resultó beneficioso para el exjefe de inteligencia, al representar un ascenso y un aumento de salario.
Tras fuertes críticas y luego de varias reuniones con los representantes de las principales formaciones del país, Merkel reconoció haber cometido errores en el manejo del caso y anunció que Maassen se desempeñaría como asesor especial con responsabilidad en asuntos europeos e internacionales.
Más allá de ratificar las divergencias entre los miembros de la actual administración, lo ocurrido sacó a la luz las divisiones en la sociedad alemana en temas tan complejos como la crisis de refugiados y demostró el lamentable fortalecimiento de tendencias racistas y antiinmigrantes.
Según el analista Karsten Grabow, el ascenso de la ultraderecha se debe al debilitamiento de los partidos tradicionales, al rechazo a las medidas de austeridad y políticas impulsadas por la canciller federal y a la falta de una solución eficaz al problema de la llegada constante de extranjeros.
La situación migratoria fue también el detonador de otra crisis gubernamental a finales de junio, cuando Seehofer amenazó con dimitir y desestabilizar la alianza en el poder si no se llegaba a un acuerdo con la Unión Europea para contener el flujo de refugiados y si no se recrudecían los controles fronterizos.
Recientemente el diputado Volker Kauder, cercano a la canciller federal y conocido por acercar las posiciones de sus seguidores en temas como la crisis migratoria, perdió la presidencia del grupo conservador en el Bundestag.
La sustitución de Kauder por otro miembro de la CDU (Ralph Brinkhaus) luego de 13 años en ese puesto fue considerada como una derrota por la propia Merkel, quien no disimuló su descontento por la pérdida de un gran apoyo en el Parlamento.
El revés fue interpretado por la prensa local como un golpe interno y el opositor Partido Democrático Liberal sugirió que la líder conservadora se sometiera a una moción de confianza.
No obstante, Brinkhaus manifestó su apoyo a la jefa de Gobierno y expresó su voluntad de fortalecer la labor de su administración.
Así, la coalición en el poder, construida sobre cimientos débiles y bajo la presión de una inminente desestabilización política, se desmoronaba poco a poco, proceso que fue acelerado por las elecciones regionales de octubre en Baviera y Hesse.
En dichas citas, la CSU, la CDU y el SPD perdieron alrededor de 11 puntos porcentuales con respecto a 2013, en tanto la AfD logró entrar a los parlamentos regionales donde no estaba representada y Los Verdes duplicaron los resultados obtenidos en votaciones precedentes.
Dicha situación incrementó la sensación de que se estaba ante el principio del fin, lo cual fue percibido por Merkel, quien fue sustituida por su discípula Annegret Kramp-Karrenbauer en la dirección de su partido.
La decisión de abandonar la presidencia de la CDU debió ser en extremo difícil para la Dama de Hierro alemana, quien consideraba hasta hace poco que ese cargo debe ser desempeñado por la misma persona que ocupa el puesto de canciller federal, pues, en caso contrario, se pierde credibilidad y autoridad.
En manos de Kramp-Karrenbauer queda entonces el desempeño de la formación conservadora y su cohesión durante un período difícil, en el cual deberá preservar las alianzas establecidas hasta ahora si no quiere volver antes de tiempo a las urnas, lo cual significaría un adiós anticipado para Merkel.
*Periodista de la redacción Europa de Prensa Latina.