México, 26 mar (Prensa Latina) México volvió a calificar el descubrimiento de lo ya descubierto y la conquista de América como un hecho de desencuentro y masacre, en carta al rey de España, en la que pide una reparación histórica.
En el año 2021 se conmemoran 500 años de la caída de Tenochtitlán (el México originario) y 200 de la Independencia de España en una cruenta guerra iniciada tras el Grito de Dolores en 1810 por el cura Hidalgo, y es suficiente tiempo para que la vieja metrópoli reconozca de manera humilde y, con sentido humano, lo que nunca ha hecho: admitir el crimen histórico de lesa patria, lesa humanidad y lesa cultura.
Es lo que acaba de pedir el presidente Andrés Manuel López Obrador desde Centla, el escenario de la debacle étnica y la conquista, donde aún arde en la memoria histórica aquel brutal crimen del desencuentro cultural.
Allí develó las cartas enviadas al rey de España, Felipe VI; y al papa Francisco para iniciar un proceso de reconciliación en el año 2021, que en el plano moral y ético jamás ha tenido lugar.
El mandatario está pidiendo un relato de lo sucedido desde el inicio de la ocupación, la invasión militar, los tres siglos de colonia, una revisión histórica para que se reconozcan los agravios que se cometieron y sufrieron los pueblos originarios no solo en México sino en toda la América hollada, explotada y saqueada, simplemente porque se trata de una deuda histórica.
También pide que lo mismo haga la Iglesia católica por la sangre que se derramó con la cristianización, que fue un colonialismo religioso y una conquista cultural también a sangre y fuego, incluso más inquisidora que la Inquisición en Europa. «La corona española haga estos reconocimientos y lo mismo la Iglesia católica porque no solo se trató del encuentro entre dos culturas. Fue una invasión y se cometieron actos de avasallamiento. Se asesinaron a miles de personas en todo este periodo. Se impuso esta cultura, una civilización sobre otra al grado de que se construyeron los templos de la iglesia católica encima de los antiguos templos de los prehispánicos. También se excomulgó a los que fueron nuestros héroes de la patria, Hidalgo y Morelos», resumió López Obrador.
Es muy justo que el mandatario mexicano les haya pedido poner al descubierto aquellos diferendos, «no mantenerlos en el subsuelo como algo subterráneo porque todavía, aunque se niegue, hay heridas abiertas y es mejor reconocer que hubieron abusos y que se cometieron errores. Es mejor pedir perdón y a partir de eso hermanarnos en la reconciliación histórica. Esto es lo que estamos pidiendo al rey de España y al papa Francisco, expresó.
Lamentablemente la España de hoy, a la que pese a todo América Latina quiere y respeta, no se ha portado a la altura que le correspondería, y la respuesta de sus actuales dirigentes tiene demasiado carga de soberbia colonial y poco o nada de humildad cuando debería ser todo lo contrario.
Han respondido con una negativa los políticos advenedizos de hoy sobre las ruinas pretéritas que crearon sus antepasados en las equivocadas y creídas Indias de entonces, bajo la falsa apreciación de que aquellos polvos no les corresponden cuando las raíces de la fortuna actual están sembradas en las tierras de América.
No debería ser el hombre político que por lo general no reacciona a emociones de fondo sino a las perimetrales que constituyen su interés material, quien responda a una demanda sentimental y humana, sino el ser racional que prioriza el alma y el espíritu, y por ello el rechazo de este Madrid del siglo XXI a la exigencia de justicia sobre aquel Madrid de medio mileno atrás.
Lo más triste es que algunos padres de la patria en las filas de oposición de la Cámara de Diputados de México, se hayan hecho eco de las tergiversadas históricas de la respuesta y se contenten con la mentira infame impuesta de que si bien la conquista fue una etapa violenta, con el paso de los siglos ha sido superada por el encuentro de dos culturas.
Más abyecta todavía es la afirmación de algunos de esos legisladores de que la carta al rey de España del presidente «es un desafío diplomático del presidente Andrés Manuel López Obrador a un país con el que nos unen lazos históricos, pero también comerciales, que no es un asunto menor», como si lo que se pide fuera una mercancía en regateo y no una demanda histórica en nombre de la América hispana.