Exponen a Rubén Darío, como el mejor poeta panhispánico y cultural de Nicaragua

Francisco G. Navarro

Managua (Prensa Latina) Cada medianía de enero Nicaragua parece detenerse en el tiempo, como las agujas del reloj de la vieja catedral de Managua sacudida por el terremoto de 1972, pero por un motivo diferente, una fecha inscripta con letras de oro.


Es el 18 de enero, el día de 1867 en que la localidad de Metapa, llamada antaño Chocoyos, fue la Belén de la literatura hispanoamericana al asistir al nacimiento en cuna humildísima del niño Félix Rubén García Sarmiento, al que el mundo aplaudiría como Rubén Darío, padre del Modernismo y príncipe de las letras castellanas.


Un momento singular en los homenajes que Nicaragua, tierra de poetas, rinde cada año a su bardo insigne ocurrió cuatro años atrás, en ocasión del centenario de su muerte física, el 6 de febrero de 1916, cuando su obra literaria fue nuevamente exaltada al altar de los inmortales de la palabra en idioma castellano.


Esa vez la Asamblea Nacional (parlamento) lo inscribió por ley en la lista de los Héroes Nacionales del país de lagos y volcanes.


Y en su argumentación el texto jurídico lo nombró Prócer de la Independencia Cultural de la Nación, el Poeta Universal por haber elaborado la primera formalización de identidad de pueblo nicaragüense.


La propia legislación en su preámbulo destacó que con su pluma e intelecto el autor de «Margarita está bella la mar» defendió la soberanía de la patria al mismo tiempo que modernizaba la lengua castellana.


Del tal manera, desde entonces el espíritu del juglar habita en el retablo de la épica nacional, al lado de generales, coroneles, comandantes guerrilleros, un soldado campesino, otro poeta ajusticiador de un tirano y una telegrafista de la soberanía.


Comoquiera que las fechas que marcan el tránsito vital de Darío son vecinas en el calendario, la ocasión de su fecha natal previo a la conmemoración del centenario de su paso a la inmoralidad, fue motivo para la presencia en Nicaragua del catedrático y estudioso de su obra Francisco Darío Villanueva, director de la Real Academia Española (RAE).


Mucho simbolismo revistió entonces el hecho de que la Universidad de León, la última fundada por España en América (1812), honrara a Villanueva como Doctor Honoris Causa, durante un acto celebrado en su Paraninfo, sitio donde tuvieron lugar las honras fúnebres del poeta mayor de Nicaragua.


Al agradecer la medalla, la toga y el birrete, el director de la RAE, tras calificar a Darío como el máximo poeta panhispánico, apuntó que «ningún regalo mejor podría ofrecerme este diamante entre flores de la América Central».


Habló de la coincidencia de los centenarios luctuosos de dos príncipes del verbo hispano, Miguel de Cervantes Saavedra (cuarto) y Darío (primero) y dijo que el nicaragüense está en la estela del hijo predilecto de Alcalá de Henares, por ser un escritor absolutamente trascendental para la historia de la literatura firmada en castellano.


La importancia de Rubén para el desarrollo creativo de la lengua española y de la poesía en ella escrita no fue menor, 300 años más tarde, que la de Cervantes para la prosa y la narrativa, aseveró el filólogo gallego.


Al aludir a la renovación y características inherentes a su lírica, el director de la RAE consideró que la Generación española del 27, en la que se incluye Federico García Lorca, no hubiese existido sin el ejemplo del autor de Prosas profanas.


En la fuente poética de Rubén Darío bebieron también otros de los más altos exponentes del género en España y Latinoamérica, sostuvo el filólogo y catedrático gallego.


Y citó tres Premios Nobel: Juan Ramón Jiménez y los chilenos Gabriela Mistral y Pablo Neruda, más otros que pudieron serlo: Antonio Machado, el peruano César Vallejo o el argentino Jorge Luis Borges.


La escritora cubana Mirtha González Gutiérrez, en diálogo con Prensa Latina, destacó cómo el significado más relevante del quehacer de Darío es ser el único latinoamericano cuya obra marca el inicio de un movimiento literario: el Modernismo.


Como cota inicial de tal corriente se toma la publicación -el 30 de julio de 1888, en la ciudad chilena de Valparaíso- de su obra Azul, colección de cuentos y poemas, cuya segunda edición apareció en Guatemala dos años después.


Aquel libro trascendió en la historia de la literatura hispanoamericana y trajo a América el protagonismo del movimiento modernista en la lengua española, argumentó.


«La Generación del 98 en España estuvo fuertemente influenciada por el quehacer del autor de Cantos de vida y esperanza, otro mérito de importancia y trascendencia».


Hay quien relaciona el nombre de este poeta con los cisnes; yo jamás dejaré de vincularlo con la princesa triste de la boca de fresa, comentó González Gutiérrez.


Y la escritora se traslada en el tiempo hasta las lejanas clases de Literatura en el instituto, cuando Darío buscaba para sus versos lugares exóticos, Ormuz o Golconda, y palabras inusuales: hipsipila y azor.


La renovación del lenguaje, la rima y la métrica, la rebeldía y el refinamiento, la sonoridad de los versos, el uso de neologismos y arcaísmos, el preciosismo en el léxico, la nostalgia por los tiempos idos y la creación de situaciones relacionadas con personajes fantásticos como hadas, gnomos y ninfas, confluyen en el cauce del Modernismo.


Para la literata cubana lo más relevante fue la intención y materialización de la ruptura temática y formal, así como la perfección de esta última, consideró la especialista.


«Los aportes de Darío a la corriente están en el aspecto formal de su obra y en su sentido simbólico, profundamente filosófico; la renovación de la métrica con el uso de versos de nueve, 12 ó 14 sílabas, más otros cánones identificativos como la grandilocuencia lingüística y el preciosismo».


«Como todo temperamento innovador tuvo detractores que encontraron manchas en el sol de su poesía: el adorno inmisericorde de la palabra, el rebuscamiento y exhibición de recursos léxicos que ellos consideraban obsoletos o inoperantes».


Pero es genial la rima de sus poemas, esa cadencia que va desgranando las palabras sin que nada falte ni sobre, puro ritmo, la hondura lírica y la dignidad a la cual elevó la poesía escrita por autores nacidos de este lado del mundo hispano, dijo González.


Y a quien no crea en sus argumentos, invita a leer su historia de la princesa de la boca de fresa… Esa misma que se da el lujo de habitar un siglo después en una canción del cantautor español Joaquín Sabina.