La Habana, (Prensa Latina) A pesar del rechazo mundial a la mutilación genital femenina, más de 200 millones de niñas y mujeres de África, Oriente Medio y Asia han sufrido esa práctica, que viola los derechos humanos de este grupo poblacional.
Personas de todo el mundo y organizaciones internacionales promueven hoy acciones para poner fin, de una vez por todas, a ese acto tan perjudicial de violencia de género, que este año amenaza a más de cuatro millones de niñas de todo el mundo, de acuerdo con datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
El secretario general de la ONU, António Guterres, llamó recientemente a hacer de ésta la década de la mutilación genital femenina cero.
Tal práctica es una manifestación flagrante de la desigualdad de género que está profundamente arraigada en las estructuras sociales, económicas y políticas, señaló Guterres.
Asimismo, añadió, que es una violación de los derechos humanos y una forma extrema de violencia.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) asegura que en los últimos 30 años se ha logrado progresos significativos de cara a la eliminación de esta práctica; sin embargo aún no es suficiente.
Procedimientos lesivos
La mutilación genital femenina comprende todos los procedimientos que, de forma intencional y por motivos no médicos, alteran o lesionan los órganos genitales de ese grupo poblacional. En la mayoría de los casos se practican en la infancia, entre la lactancia y los 15 años.
Puede desarrollarse de diversas formas; por ejemplo, se realiza la extracción parcial o total del clítoris y, en casos muy infrecuentes, solo del prepucio (pliegue de piel que rodea el clítoris).
Otra forma, según los especialistas, es la resección parcial o total del clítoris y los labios menores, con o sin escisión de los labios mayores; y también existen casos en lo que se produce un estrechamiento de la abertura vaginal, la cual se sella procediendo a cortar y recolocar los labios menores o mayores, a veces cosiéndolos.
Los expertos se refieren, además, a todos los procedimientos lesivos de los genitales externos con fines no médicos, tales como la perforación, incisión, raspado o quemadura de la zona genital.
Según datos de la OMS, esta práctica se concentra en cerca de 30 países de África y Oriente Medio, Asia y algunas pequeñas comunidades de Latinoamérica. Además, persiste en algunas poblaciones que viven en Europa, Australia y Nueva Zelanda.
Especialistas aseguran que esos procedimientos no aportan ningún beneficio a la salud, por el contrario pueden ocasionar secuelas físicas, psicológicas y sociales a corto y largo plazo.
Puede causar ansiedad, depresión, hemorragias graves y problemas urinarios, quistes, infecciones, dolor crónico, sangrados, mayor riesgo de transmisión del Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH), complicaciones durante el parto, infecundidad y, en el peor de los casos, la muerte.
Por lo general, la mutilación la realizan circuncisores tradicionales, quienes también suelen desarrollar otras funciones en sus comunidades como la asistencia al parto; sin embargo, en muchos lugares son los proveedores de asistencia sanitaria quienes efectúan el procedimiento bajo la errónea creencia de que es más seguro si se realiza en condiciones médicas.
Un reciente estudio del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) indicó que aproximadamente una de cada cuatro niñas y mujeres víctimas de la mutilación genital femenina la sufrieron por parte del personal sanitario.
De acuerdo con esa investigación, la mutilación genital femenina en centros sanitarios, en el hogar o en otro lugar es extremadamente común en Egipto y Sudán, donde casi ocho de cada 10 niñas fueron víctimas de esa práctica por parte de personal médico.
En ese contexto, la OMS llama a los profesionales de la salud a abstenerse de efectuar tales intervenciones, por tratarse de una violación de los derechos humanos de las mujeres y niñas.
Práctica tradicional sexista
Los motivos por los que se practica la mutilación genital femenina difieren en cuanto a región y época; pero de cierta manera siempre responden a factores socioculturales.
En algunos lugares constituye una convención social, por lo cual es motivada por la presión de la sociedad, la necesidad de aceptación y el temor al rechazo de la comunidad, lo cual puede convertirse en una poderosa motivación para perpetuar la ablación.
Otras veces se considera parte necesaria de la crianza de la niña y una forma de prepararla para la vida adulta y el matrimonio.
También responde a la concepción de lo que se considera una conducta sexual aceptable y tiene como objetivo asegurar la virginidad antes del matrimonio, el aumento de las posibilidades de encontrar marido y la fidelidad.
En ese sentido, viene asociada a modelos culturales de feminidad y recato, portadores de la idea de que las niñas son puras y hermosas, por lo cual se debe eliminar de su cuerpo aquellas partes consideradas impuras.
Líderes religiosos y comunitarios, los circuncidadores e incluso parte del personal médico pueden contribuir en algunos casos a fomentar o eliminar esta práctica.
Tolerancia cero
El apoyo que recibe la mutilación genital femenina es cada vez menor; sin embargo, el rápido crecimiento de la población juvenil en aquellos países donde constituye una práctica extendida podría desembocar en un aumento considerable del número de niñas en situación de riesgo de aquí a 2030, advierte la OMS.
Para promover su erradicación, el organismo sanitario internacional llama a realizar esfuerzos coordinados y sistemáticos para concienciar a todas las personas sobre los derechos humanos, la igualdad de género, la educación sexual y la atención a las víctimas de la ablación.
Desde 1997, la OMS, Unicef y el Fondo de Población de las Naciones Unidas realizan esfuerzos para luchar contra esta práctica, a través de investigaciones, trabajo con las comunidades y cambio de políticas públicas. Asimismo, a nivel internacional se promueve la participación de jóvenes, familias, comunidades y Gobiernos para erradicarla.
Precisamente, el año pasado, durante una cumbre en Nairobi, capital de Kenia, los Gobiernos, la sociedad civil, diversas organizaciones y empresas privadas renovaron su compromiso de poner fin a la violencia por motivos de género y a prácticas nocivas como la mutilación genital femenina en un plazo de diez años.
La OMS insiste en que ha llegado el momento de invertir y traducir en acciones concretas los compromisos políticos ya adquiridos.
Niñas y mujeres de todo el mundo necesitan que se incrementen, mejoren y agilicen las acciones para acabar con esta práctica nociva de una vez por todas.