La secretaria de Salud de la Ciudad de México, Oliva López Arellano, confió en que lo peor de la primera etapa por la pandemia de Covid-19 ya pasó, y que a partir de ahora el número de contagios vaya en descenso, por lo que en septiembre el semáforo epidemiológico podría cambiar a verde.
Con la apertura gradual y ordenada de las actividades podemos tener nuevos brotes, pero más localizados y con menor impacto. Creemos que no habría un pico tan alto y tan exigente en términos de ocupación hospitalaria como ocurrió en mayo
, expresó al ser entrevistada.
Sin embargo, advirtió: Eso esperamos, pero no todo depende del gobierno
, sino de otros factores como el comportamiento social, la rigurosidad en la apertura de la actividad económica y de la efectividad en la intervención en las colonias con mayor contagio.
Se necesita que la población tome la salud en sus manos y se proteja. Si usan cubrebocas como elemento adicional al lavado de manos, si se quedan en casa y evitan aglomeraciones, todo eso contribuye a que la podamos contener.
Habló del esfuerzo que ha implicado frenar la pandemia y destacó que si bien se han criticado muchas cosas, aquí en la ciudad no ha ocurrido lo que en otros países en los que se desbordaron los casos, pues aunque en la etapa más intensa se saturó el área de urgencias y hubo retraso en el servicio de ambulancias, sólo fueron unos días y hubo capacidad de atención en los hospitales que tuvieron un máximo de ocupación de 80 por ciento.
Lo anterior significó un esfuerzo mayúsculo, pues antes de la crisis sanitaria en los generales se contaba con 10 camas de terapia intensiva y seis en los pediátricos; se transitó de tener 400 ventiladores, 50 de ellos descompuestos, a 800, y aunque su adquisición comenzó desde enero, ante la especulación que hubo en el mundo comenzaron a llegar a cuentagotas. En total se reconvirtieron 306 camas.
López Arellano comentó que ante la velocidad de los contagios, con su pico más alto entre el 18 y 22 de mayo, y la alta demanda de camas hospitalarias, en la ciudad se amplió el número de nosocomios generales reconvertidos a Covid-19, de cuatro a cinco, y se habilitaron seis más híbridos, los cuales se había previsto dejarlos para la atención de otras enfermedades.
Ante la política de cero rechazados, el que más atendió casos graves, con pacientes intubados, fue el Belisario Domínguez, con población de Iztapalapa.
Recordó que la pandemia llegó justo cuando se había terminado un diagnóstico en el que se había identificado la falta de especialistas, pues sólo se contaba con 5 mil médicos y paramédicos para la atención de Covid-19, de los cuales 2 mil se fueron a resguardo domiciliario por la edad y comorbilidades, por lo que se tuvo que hacer una contratación histórica de 2 mil trabajadores de la salud para remplazarlos.
También se reordenaron los demás servicios de salud. En el primer nivel de atención, que son los servicios ambulatorios, se pudo anticipar el medicamento a 35 mil pacientes con comorbilidades para no exponerlos a ningún contagio, y se reprogramaron cirugías y la consulta externa, las cuales se retomarán conforme se recuperen las camas que ahora se ocupan con el Covid-19.