Washington, 3 nov (Prensa Latina) Una pregunta resuena hoy en todo Estados Unidos tras la amenaza del presidente, Donald Trump, de ir a los tribunales si pierde la elección: ¿qué pasaría si, en efecto, fuera derrotado por el demócrata Joe Biden?.
En declaraciones a los periodistas entre mitin y mitin electoral, Trump volvió a poner en entredicho la variante del voto por correo, sin aportar pruebas del fraude generalizado que viene denunciando.
Sobre todo, puso en duda la honestidad en los estados gobernados por demócratas, algo sin precedentes en la historia de este país.
«Tan pronto como terminen las elecciones, iremos con nuestros abogados», fue la sentencia del mandatario.
Pero estas declaraciones no llegaron solo en los últimos días de campaña; el magnate republicano se pasó gran parte de la contienda socavando la confianza en el sistema electoral.
Todo ello provoca incertidumbres de que, después de esta noche, el presidente acepte una posible derrota ante su rival.
Incluso, insistió en que sólo podría perder estos comicios por un fraude electoral, haciendo sonar las alarmas entre los expertos constitucionalistas sobre la posibilidad de que el escrutinio abra una crisis peor a la protagonizada en el año 2000 por George W. Bush y Al Gore por el recuento de votos en Florida.
Preguntado en septiembre si, en caso de perder, se comprometía a una transferencia pacífica del poder, se negó a hacerlo.
«Vamos a tener que ver qué pasa. No habrá transferencia, francamente, habrá una continuación. Las papeletas están fuera de control», dijo en referencia al voto por correo, cuya legitimidad puso en tela de juicio pese a que es un sistema totalmente instaurado en esta nación.
Un día después, en una iniciativa inusual, el Senado aprobó por unanimidad una resolución que reafirmaba su compromiso con que «no haya interrupciones por parte del presidente ni de ninguna persona en el poder para anular la voluntad del pueblo estadounidense».
«El ganador de las elecciones del 3 de noviembre será investido el 20 de enero. Habrá una transición ordenada, tal como la ha habido cada cuatro años desde 1792», tuiteó entonces el líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell.
La solución de Biden cuando fue preguntado sobre el tema en junio pasado fue más simple: «Estoy absolutamente convencido de que el Ejército lo escoltará fuera de la Casa Blanca ipso facto».
Sin embargo, en opinión de expertos, el desenlace de las elecciones puede no ser tan sencillo como eso, y no depende tanto del hecho de que Trump, en caso de perder, admita la victoria de Biden, sino más bien de su proverbial ejército de abogados.
«Lo que realmente importará serán los desafíos legales a los resultados oficiales, que pueden ser tantos que podrían prolongar la incertidumbre sobre el resultado de las elecciones», comentó Judith Kelley, decana y profesora de la escuela Sanford de Políticas Públicas de la Universidad de Duke.
La ley no exige a Trump dar un discurso en el que acepte la derrota, explicó, pero las batallas legales derivarían en una crisis constitucional si llegan a influir «en las decisiones de los gobernadores sobre a quién enviar al colegio electoral».
«Y si, en última instancia, puede haber decisiones contradictorias a nivel estatal entre gobernadores y legisladores estatales sobre qué resultados enviar al Congreso», agregó.
El complicado sistema electoral estadounidense, en el que los votantes no eligen al presidente, sino a los compromisarios de un Colegio Electoral de 538 delegados, que son los que a la postre votan por el presidente, abre multitud de interrogantes.
Tras las elecciones, las autoridades estatales tienen hasta el 8 de diciembre para resolver cualquier controversia que pueda surgir.
Así, el 14 de diciembre sus miembros se reúnen en sus estados y votan formalmente al presidente, una votación que ha de avalar el nuevo Congreso el 6 de enero.
Gana el candidato que obtenga la mayoría de los 538 votos electorales existentes, es decir, al menos 270.