Washington, 5 nov (Prensa Latina) El largo conteo de votos en Estados Unidos es, en opinión de expertos, una pesadilla administrativa que alimentan hoy varias razones, sobre todo, el proceso condado a condado y el aumento de sufragios por correo debido a la Covid-19.
A ello se suma el sistema de Colegio Electoral, que no tiene en cuenta la medida más sencilla del total a nivel nacional.
En grandes instalaciones habilitadas para la ocasión, decenas de funcionarios dedican los últimos dos días a abrir cada uno de los dos sobres portadores de los votos por correo, aplanar las papeletas y alimentar las máquinas que automáticamente escanean y registran el sufragio.
El conteo en áreas como Allegheny, Filadelfia (Pensilvania), Maricopa o Fulton (Georgia) es seguido con atención por todo el país, ya que, debido a su cantidad de habitantes, decidirán si los sufragios electorales de su respectivos estados se adjudican al candidato demócrata, Joe Biden, o al presidente estadounidense, Donald Trump.
La imposibilidad de proyectar un ganador de las elecciones sin que se decidan algunos territorios clave (que en su mayoría se acercan o superan hoy el 90 por ciento del escrutinio) se debe al sistema de Colegio Electoral, que adjudica un número definido de compromisarios al ganador del voto popular en cada estado.
Pese a que Biden lidera cómodamente el recuento del voto popular, ese medidor no sirve para proyectar la victoria sin que termine el escrutinio en cada esquina del país y por lo tanto imposibilita una certeza temprana sobre quién asumirá la presidencia por los próximos cuatro años.
En otras naciones, también existen cálculos que tienen en cuenta de algún modo la distribución de la población, pero una vez comienzan a llegar los datos de escrutinio, estos se aglutinan a nivel nacional y la foto, tanto en una democracia presidencial, como parlamentaria, comienza a emerger rápidamente.
Además, en muchos países la jornada electoral tiene lugar en un día festivo (normalmente un domingo), por lo que la afluencia a las urnas se facilita.
En Estados Unidos, que este año aumentó los días de voto por anticipado presencial debido a la pandemia, siempre cae en el primer martes después del primer lunes de noviembre.
Las autoridades estadounidenses presumen que la descentralización electoral e independencia federada de cada estado a la hora de gestionar el recuento es la base de la salud de la democracia aquí.
Sin embargo, dicha descentralización no es igual de efectiva cuando se centraliza el escrutinio dentro de sus vastos territorios, aseguran estudiosos.
En esta nación los colegios solo vigilan la identificación y el acceso a la cabina de votación y no realizan el cómputo de los votos.
Las papeletas que fueron rellenadas con marcador y papel se envían a un centro de escrutinio del condado, donde también llegan los votos por correo y se procede a un cómputo de papeletas; un proceso que además puede ser visto en persona, por webcam y por los compromisarios de los partidos.
Ello no sería un gran problema en un año normal, pues gran parte de la ejecución de ese derecho se hace en cabinas digitales conectadas a centros de datos.
Pero en 2020 el voto de papel tomó un protagonismo especial con 64 millones de sufragios recibidos por vía postal antes del 3 de noviembre.
«Les lleva tiempo a los condados procesar tanto voto en ausencia», explicó el encargado de la implementación del sistema de votación en Georgia, Gabriel Sterling.
Pese al trabajo encomiable, de largas jornadas y detallado de los empleados de las oficinas electorales, el cansancio hace mella.
Sterling puntualizó que algunos retrasos se debieron a que en algunos condados se olvidaron presionar el botón de «subir» los datos.