La Habana, 9 nov (Prensa Latina) Los resultados de la recién concluidas elecciones presidenciales en Estados Unidos muestran hoy las heridas que tratarán de sanar los estadounidenses, las cuales evidencian la necesidad de reformas de un sistema en crisis.
Cuando parece que todo terminó, el presidente Donald Trump insiste en que el fraude en las urnas le privó de un segundo mandato y amenaza, sin presentar pruebas, de llevar varios casos a las cortes pese a que los propios republicanos le piden ceder en su empeño.
Los que levantaron desde un inicio las alarmas en cuatro años de gobierno del republicano lograron su objetivo principal de sacarlo de la Casa Blanca, algo que no se consumó aun pero que pudiera ocurrir en los próximos días.
Pese a la alegría y las celebraciones de la mayoría que se pronunció contra un segundo mandato de Trump, destacan una vez más los contornos de una nación profundamente dividida y polarizada.
Pero, ahí están los intentos del presidente de desacreditar la integridad de los resultados electorales y de utilizar las acciones legales para bloquear la realización del recuento de votos en algunos estados, lo que además despierta el temor, incluso entre sus propios ayudantes, de que se niegue a ceder y trate de socavar la transferencia de poder.
Algunos expertos advirtieron que Trump podría trabajar con vistas a frustrar la cooperación con el equipo de Biden para asegurar una rotación sin problemas de la gestión del gobierno federal el día de la inauguración, el 20 de enero.
En esa línea de acción, el mandatario tuiteó el sábado»GANÉ ESTA ELECCIÓN, POR MUCHO!», poco antes de que las grandes organizaciones de noticias dieran la carrera a favor de Joe Biden.
«Donald Trump se está comportando como un dictador de hojalata que acaba de perder el poder y se niega a aceptar los resultados», dijo el historiador presidencial Douglas Brinkley, citado por medios de prensa.
En la justa de este año era previsible que si el resultado no le era favorable, Trump desencadenaría un vendaval de quejas y reclamos, incluso algunos expertos llegaron a hablar que ese escenario convulso pudiera llevar hasta una guerra civil.
Desde hace muchos meses, y tal vez previendo el actual desenlace donde el voto anticipado y por correo, lo sacó del ruedo, Trump impugnó ese tipo de votación como fraudulenta.
Siguiendo ese libreto, en las primeras horas después de la elección del martes, citando falsamente los recuentos en curso en Pensilvania y Arizona – que Biden dio vuelta después de que Trump los ganara en 2016 – y Georgia, dijo que le robaron los resultados.
Según The Washington Post, sus partidarios se reunieron frente a la Casa del Estado de Maryland para apoyar las afirmaciones infundadas del presidente sobre el fraude electoral tras la victoria de Biden el sábado
El perdedor insistió en su plan pero, incluso, las cadenas de televisión cortaron su cobertura en directo mientras él aún estaba hablando el sábado.
El portavoz de la Casa Blanca Judd Deere, dijo que el gobernante «aceptará los resultados de una elección libre y justa», lo que coincide con su posición de desconocer lo que se encargó de confirmar el sufragio por correo.
Ahora está en duda si habrá una transición pacífica de estos divisivos comicios, pues la Ley de Transición Presidencial de 1963, obliga a los perdedores a facilitar el proceso, lo que hasta ahora no ocurrió.
En el año 2000, durante la disputada elección entre George W. Bush y el entonces vicepresidente Al Gore, la transición se retrasó 36 días, iniciándose a mediados de diciembre después de que Bush ganara una batalla legal en la Corte Suprema y se adjudicara la victoria.
Los demócratas expresaron su preocupación de que Trump, incluso si finalmente deja el cargo pacíficamente, tiene la intención de hacer todo lo posible para retrasar la presidencia de Biden y hacer más difícil para él la gestión del gobierno durante una crisis en curso.
Según un análisis de David Brooks, columnista del diario The New York Times y de la Jornada, de México, hoy la noticia es que Trump fue derrotado en una elección que fue, sobre todo, un referendo de su presidencia.
Pero aun con gran parte de Washington, Wall Street y el mundo reconociendo el resultado, el mandatario rehúsa ingresar al campo de los perdedores y procederá a disputar la legitimidad de esta elección, tanto ante tribunales como con sus bases ultraderechistas en las calles, sostiene Brooks.