Fútbol sin garantía en Superliga

Por Jhonah Díaz González

La Habana, 25 abr (Prensa Latina) Hubo un tiempo en que el fútbol presumía de ser perfecto. El deporte número uno en el planeta era un puñado de elogios, pero la vida cambió y la ambivalencia remueve sus cimientos entre pandemia, crisis económicas y ahora una Superliga europea que agoniza en su intento de alterar -de un golpe- el «status quo» de la disciplina.


Convencidos de la urgencia de cambios para paliar sus necesidades, 12 clubes estrecharon las manos y suscribieron el torneo más elitista de la historia, con 15 equipos en forma de matriz que estarían a cargo y repartirían los intereses, y otros cinco que subirían cada temporada en dependencia de los resultados de las ligas en el continente.


Todo ello con total independencia de organismos estatales, en pos de revolucionar el balompié y elevarlo a otro nivel.


Sin embargo, lo que pretendía ser una «grandiosa» inventiva, hoy escucha quejas por doquier y la molestia de políticos como el primer ministro británico Boris Johnson, las amenazas de la FIFA y la UEFA, la incredulidad de (ex)jugadores y la incertidumbre de aficionados.


La sacudida futbolística aconteció el domingo 18 de abril y la presión fue tal que menos de 48 horas después, las seis franquicias inglesas firmantes dieron marcha atrás a sus aspiraciones aristocráticas: Manchester United, Liverpool, Chelsea, Arsenal, Tottenham y Manchester City.


Y ante el aumento de los decibeles en las múltiples protestas para eclipsar una lid vista como un auténtico choque de poderes, otros «jinetes del apocalipsis» abandonaron el barco desde España (Atlético de Madrid) e Italia (Juventus, AC Milán e Inter de Milán), que integraban una estructura clasista incapaz de «enamorar» a los alemanes Bayern Múnich y Borussia Dortmund y el francés París Saint-Germain.


En este mapa heurístico, apenas dos directivas aguantan estoicamente: Real Madrid y Barcelona, que pretenden mantener rectas sus rodillas y asimilan los jabs de quienes fustigan el proyecto y enaltecen el romanticismo de eventos como la Champions League y esa mística de sus noches mágicas.


«Proponemos una nueva competición porque el sistema existente no funciona. Nuestra propuesta está dirigida a evolucionar», es el pensamiento de Florentino Pérez, mandamás de la entidad merengue y principal promotor de la Superliga, cuando siente en la nuca el soplo propio de la derrota luego de la salida por la puerta trasera de casi la totalidad de sus compinches.


En medio de este calvario que parece tener los minutos contados, algunos piensan que la oficialización de la oferta resultó de un gesto de impaciencia, una respuesta urgente a los efectos de la destructiva pandemia de la Covid-19, un impulso apresurado ante cuentas financieras más endebles. Otros, además, piden analizar el episodio de forma constructiva.


Claro queda que el egocentrismo hizo acto de presencia y la idea de alterar de un plumazo la estabilidad en un contexto tan adverso, devino exceso de quienes cometieron una falta atribuible a los egos exagerados y las ansias de autoridad mayúscula. Pese a todo, la pregunta es, ¿cuánto más subsistirá este intento de secesión?

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