Por Luis Manuel Arce Isaac
México, 15 sep (Prensa Latina) México revive hoy aquel lejano llamado a la independencia contra la Nueva España, conocido como Grito de Dolores lanzado en 1810 por el cura Miguel Hidalgo en la parroquia de esa localidad de Guanajuato.
Cada año, en esta fecha, el Grito de Dolores se reproduce en el balcón presidencial del Palacio Nacional que mira hacia la Catedral, en el otro extremo de la plaza, que para los mexicanos es el centro de las fiestas patrias.
Comienza en los últimos minutos del 15 y termina los primeros del 16 de septiembre. Se dan más de una veintena de gritos, cada uno como una consigna, meta o reclamo y concluye con tres vivas a México. Luego repica la campana, la misma que tocó Hidalgo y está colocada en el balcón presidencial del Palacio.
Las fiestas son más de una, por eso a septiembre se le llama el mes de la patria, pues coinciden el inicio y el final de la guerra de independencia que cierra el 27, pero de 1821, considerado el Día de la consumación de la independencia con el desfile del Ejército Trigarante en la Ciudad de México.
También coincide con un hecho histórico de la mayor relevancia para México: la caída en combate el 13 de septiembre de 1847 frente a los invasores de Estados Unidos, de los seis niños héroes de Chapultepec.
Ellos protagonizaron la última y más dramática batalla contra la guerra expansionista del naciente imperialismo estadounidense que comenzó en 1846 y concluyó en 1948 con el botín de guerra perseguido: todo el gran norte mexicano, más de dos millones de kilómetros cuadrados de una notable riqueza en recursos naturales.
México les rinde homenaje eterno y permanente a esos bravos, desde el Mausoleo erigido en su honor en el bosque de Chapultepec, muy cerca de donde está su tumba y en el mismo escenario donde presentaron tenaz resistencia al usurpador.
Es hermoso que ese hecho heroico coincida con las fiestas patrias y que el pueblo mexicano lo conmemore con tan fervoroso patriotismo.
También es una bella coincidencia que ese mismo día, pero de 1813, fuera proclamado el documento patriótico símbolo de la nacionalidad mexicana: Los Sentimientos Nacionales, base política, ideológica y jurídica de la nación, de su historia constitucional y su independencia de España.
Los Sentimientos Nacionales es un documento que le confiere organicidad y jurisprudencia a la identidad mexicana, expresión irreductible de la pasión patriótica, independentista y soberana del pueblo, y factor de unidad dentro de la diversidad étnica y cultural de la nación.
Fueron necesarios 11 años de lucha, pero el 27 de septiembre de 1821 con la entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de México, quedó plasmada la independencia.
Esto gracias a sus grandes héroes y mártires desde Hidalgo, Allende, Aldama, Jiménez y muchos más, hasta José María Morelos y Pavón, Ignacio López Rayón o Vicente Guerrero quienes regaron con su sangre la semilla que germinó en hombres como Emiliano Zapata, Francisco Villa y otros muchos caudillos de la gran patria.
Se creó el Ejército Trigarante bajo el mando de Iturbide, quien asumió el puesto de jefe máximo y luchó hasta que el 16 de septiembre de 1821 desde Tacubaya, O´Donojú anunció la terminación de la guerra.
Iturbide publicó una proclama invitando a la población a reunirse bajo las banderas de la libertad para que así participasen de los beneficios de la victoria. El 27 entra el Ejército Trigarante por la Garita de Belén a la Ciudad de México. A las 10:00 de la mañana, el jefe máximo encabezó el desfile de entrada a la capital, avanzando por el Paseo Nuevo hasta la avenida Corpus Christi, donde se detuvo en la esquina del convento de San Francisco bajo un arco triunfal.
El alcalde decano José Ignacio Ormachea le entregó las llaves de la ciudad. Desfilaron 16 mil 134 efectivos, de los cuales siete mil 416 eran infantes, siete mil 955 dragones de caballería, y 763 artilleros, quienes transportaban 68 cañones de diferentes calibres.
El 28 de septiembre la Junta Provisional Gubernativa realizó su primera sesión en el salón de acuerdos del recién nombrado Palacio Imperial.
Los 38 miembros se dirigieron a la Catedral para jurar el Plan de Iguala y los Tratados de Córdoba. A las nueve de la noche se llevó a cabo la firma del Acta de Independencia del Imperio Mexicano. México ya era un país libre, independiente y soberano.