Ciudad de México (Prensa Latina) El golpetazo que la inflación internacional está dando a las economías latinoamericanas y caribeñas, casi por igual a los países más ricos y los pobres, rompe los sueños de llegar, aunque sea a un nivel mínimo, al bienestar social.
Por Luis Manuel Arce Isaac
Corresponsal jefe en México
Es una apreciación del presidente Andrés Manuel López Obrador al sacar cuentas de cómo va en ese rubro el país, el cual a pesar de poseer recursos naturales de mucho valor que sirven para atemperar el golpe de los precios altos, se la siente muy a fondo.
Esto, aún cuando el peso, su moneda nacional, se fortalece como ninguna otra en el mundo, la inversión extranjera sube de forma incesante y con ella el empleo, y las remesas de sus connacionales en el extranjero rompen récords todos los años.
Ese panorama rosa, sin embargo, se torna púrpura en la bodega y los supermercados cuando el mexicano va en busca de su tortilla, la carnita, el huevo o el jitomate y ante la caja contadora tiene que desembolsar hoy más dinero que ayer por la misma cantidad de productos. El estómago es el primero en sentir los efectos negativos de la inflación.
En las farmacias es peor todavía y los laboratorios siguen ganando a manos llenas como en la etapa de la Covid-19, cuando los ingresos subieron como nunca antes. La diferencia con los súper es que en estos la inflación se convierte en arma mortal.
Y es esa secuencia cotidiana en los mercados y farmacias de una película cuyo principio no se recuerda y el final no aparece, la que angustia e hizo expresar al presidente López Obrador su prédica por el humanismo, o una advocación por la dignidad de la persona.
«Este es nuestro reto, la inflación, aunque va a la baja, pero lento, 7,91 en enero y en el concierto de naciones, es decir, en comparativo: Colombia, 13,3; Chile, 12,3; Rusia, 11,8; Reino Unido, 10,1; Alemania, 8,7; México, 7,9; Estados Unidos, 6,4; Francia, 6,0; Canadá, 5,9; España, 5,9; Brasil, 5,8».
Fue en ese momento que el mandatario mexicano reveló una iniciativa que ya venía madurando desde su encuentro con el presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, en Campeche.
Se sumó a quienes ven que el mundo está en un cambio de época y no una época de cambios, que la propia vida le está dando un giro sustancial a la globalización, por lo cual planteó a sus socios del norte de América una integración racional con el sur, pero no fue escuchado, en particular por el presidente de Estados Unidos, Joe Biden.
Al margen de los pros y los contras de aquella frustrada propuesta, y de todo el debate que desató una presunta integración continental con Estados Unidos -malacostumbrado al hegemonismo y la imposición-, la inflación actual tiene sus orígenes en una distribución criminalmente desigual de la riqueza social.
Resulta una concentración de capitales en pocas manos nunca vista, que actúa como un imán sobre los más afectados y los une en la búsqueda de soluciones.
HECHO INNEGABLE
Hay un hecho innegable: ante la avaricia de los centros de poder que usan como arma política la actual crisis económica recesiva y sistémica revelada por la pandemia de Covid-19 al poner al desnudo la bancarrota del neoliberalismo -y no por la guerra en Ucrania, lo cual es una consecuencia, no causa-, la integración latinoamericana y caribeña se convierte en un imperativo.
Lamentablemente, los mecanismos que tiene en sus manos la región para lograrla no han funcionado en ese sentido:
Ni los propios como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y el Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe (SELA), ni las más ajenas generadas en Naciones Unidas, o viciadas y mercenarias como las del sistema interamericano, en particular la Organización de los Estados Americanos (OEA) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
En ese complicado y hasta contradictorio contexto, se conoce más abiertamente esta iniciativa de López Obrador de concertar voluntades, primero de un pequeño grupo de países, pero de un importante peso en el equilibrio económico regional unos, y políticos otros, como un contrapeso del avance integracionista en la zona norte del continente con el T-MEC.
Cobra importancia que México sea el promotor de lo que López Obrador denominó Plan antiinflacionario de ayuda mutua para el crecimiento y el intercambio económico-comercial con países de América Latina.
Al mismo tiempo, es una rueda dentada muy importante, incluso más que Canadá, del mecanismo del Tratado de Libre Comercio tripartito del norte, el cual erróneamente se considera el polo comercial más grande del mundo, pero cuya influencia internacional nadie discute.
Como país bisagra entre el norte y sur americano, México puede lograr inserciones mutuas en los programas económico-productivos de cada lado del continente dentro del contexto de un cambio de época, al cual Estados Unidos no puede seguir dándole la espalda por mucho tiempo.
Reconocerlo conlleva a la eliminación de raíz de su doctrina Monroe vigente de América para ellos solos.
La incierta guerra en Ucrania que, como siempre, libra Estados Unidos como protagonista principal fuera de sus fronteras y su industria militar sale como la más beneficiada, debería de convertirse en la última expresión del régimen de concentración de capitales y el inicio de lo nuevo que ya se pergeña.
Muy importante resulta, además, por la condición de país bisagra, que López Obrador decidiera hacer públicas sus llamadas telefónicas con sus pares de Argentina, Brasil, Colombia y Cuba.
POR UNA CUMBRE LATINOAMERICANA ANTIINFLACIûN
Y también que el presidente mexicano diera hasta fechas tentativas para una cumbre latinoamericana antiinflación, como aquellas históricas reuniones promovidas por el líder de la Revolución cubana, Fidel Castro, en La Habana sobre la deuda externa.
Estos encuentros dieron muy buenos resultados y crearon conciencia de los orígenes y del gran saqueo a América que todavía persiste, con protagonistas principales entonces como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
López Obrador difundió un video con extractos de sus conversaciones con Alberto Fernández, Luiz Inácio Lula da Silva, Miguel Díaz-Canel y Gustavo Petro, donde expuso su interés de invitar también en esta primera etapa a los gobernantes de Chile y Bolivia.
Comenzará con una teleconferencia el 5 de abril y quizás en mayo tendrá lugar la cumbre presidencial con los mandatarios presentes y México como sede.
Hay mucho por hacer y terreno ya abonado con la Celac y otras instituciones pero, además, es un momento políticamente bueno y humanamente razonable para intentar un esfuerzo conjunto de colocar a Latinoamérica y el Caribe en el punto correcto del comercio internacional.
Es un gran mercado y un importante productor, sobre todo de alimentos básicos y materias primas, incluidos litio, petróleo y gas y numerosos minerales estratégicos.
En el video de las conversaciones con los cuatro presidentes, López Obrador mencionó algunos de esos productos para sugerir que una de las primeras medidas a coordinar sería la de mejorar las condiciones comerciales intrarregionales.
Puso como ejemplo la eliminación de barreras arancelarias en algunos productos para favorecer el abatimiento de la inflación aprovechando, por ejemplo, que Brasil tiene importante producción de aves; Argentina, de carne; Colombia y Cuba, de cemento, además de que México tendría varios productos que ofrecer.
La idea, muy bien acogida por los convocados, es arrancar con un intercambio de puntos de vista, «unirnos y ayudarnos mutuamente y enfrentar el problema inflacionario», explicó López Obrador, pues hay muchas oportunidades para el intercambio económico comercial.
Esta magna y cuasi obligatoria acción comenzaría, según la proyección planteada, con un intercambio inmediato que ya se perfila entre los secretarios de Hacienda, Comercio y otros del rubro económico para avanzar en el análisis y las propuestas rumbo a la reunión virtual.
Luego, la presencial, se ejecutará como una cumbre antiinflacionaria, la cual ya debe empezar a trabajarse desde las cancillerías de los gobiernos involucrados, y todo el proceso contará con un elemento adicional, pero importante:
Invitar a productores, distribuidores, comerciantes, importadores y exportadores, para que tengan también participación en el proyecto.
Falta saber cómo reaccionará Estados Unidos que queda apartado de esta iniciativa, y prepararse para el bombardeo mediático, e incluso la intensificación del hegemonismo en decadencia.
Parodiando a Publio Terencio Africano, con aquello de que nada de lo humano me es ajeno, para Washington tampoco lo sería todo intento de América Latina de romper cadenas.
Esta idea de integración y coordinación puede ir más allá de los objetivos urgentes de sobrevivencia de América Latina y el Caribe ante la inflación exportada por los centros de poder.
Podría convertirse en estrategia de más largo alcance para meterse de lleno en el sendero de los cambios irreversibles y hacer, como dijo el poeta Machado, camino al andar.