Tarzán, hipopótamos y la nueva fiebre del marfil

Nairobi, 7 de marzo (Prensa Latina) Nacido estadounidense, Edgar Rice Burroughs en su vida solo viajó a Hawai, pero eso no le impidió crear un personaje que marcó una época: Tarzán de los monos.


Blanco, apuesto y anglosajón, Tarzán fue criado por una primate amorosa tras el letal accidente aéreo de sus padres; su mejor amiga fue Chita, simpática chimpancé de buen ver para los cánones de la especie, con la cual tuvo una relación ambigua, para decir lo menos.


Tarzán encontraría el amor con la también accidental llegada de Juana, blanca y atractiva por más detalles.


Esa relación fue vista con desagrado por Chita que hasta entonces no tuvo contrincante en las atenciones del hombre mono con quien compartió el despertar de las hormonas en la adolescencia en un vínculo que nada tuvo de novela pastoril.


Muchos de los argumentos de las tramas tarzanescas involucraban a europeos ambiciosos y malvados por naturaleza que buscaban una suerte de Eldorado africano: el cementerio al que, según la leyenda, van a morir los elefantes con colmillos y todo.


Encontrarlo equivalía a la fortuna inmediata en marfil sin necesidad de cazar a los paquidermos, trámite que puede resultar peligroso y toma tiempo.


Tarzán, adelantado protector de la fauna, impedía por todos los medios que los agresores consiguieran sus fines.


El personaje de tiras cómicas ya no está; ahora los gobiernos emplean medios más efectivos contra los cazadores furtivos y existe una regulación internacional contra el comercio de colmillos de elefante.


Pero las medidas de protección tienen una arista negativa, pues los descendientes de aquellos europeos malvados son omnipresentes y han encontrado una nueva víctima de su avaricia: los hipopótamos, cuyos dientes, para su desgracia, también son de marfil. El grito de alarma provino de la ONG Born Free, según la cual el número de hipopótamos decrece a ritmo constante y peligroso debido en parte a las medidas contra el comercio de marfil de los paquidermos, uno de los cuales, Tantor, servía de transporte a la familia Tarzán, valga el recuerdo.


En un informe titulado ¿Diente por diente? la entidad recuerda que el gran mamífero artiodáctilo aparece en la lista de especies vulnerables a la extinción desde 1989, cuando se aprobó la prohibición mundial del tráfico de marfil.


Sin embargo, la legislación es violada en particular en el Reino Unido, donde el tráfico de dientes de hipopótamo está en auge para elaborar objetos de artesanía que alcanzan altos precios, según el reporte, elaborado por Frankie Osuch, un especialista de la ONG.


Así, tras la masacre de los elefantes, los mercaderes de marfil emprendieron el asesinato de los lentos hipopótamos que, a pesar de su fama de agresivos, están indefensos ante los potentes fusiles de los cazadores furtivos.


Y lo peor, sin un Tarzán que los proteja porque el original, al que dio vida alguna vez el campeón olímpico y recordista mundial Johnny Weismuller, nacido rumano, falleció senil en un asilo de ancianos sin recordar su reinado africano.