Montevideo, 15 ago (Prensa Latina) En los últimos años se duplicaron las investigaciones sobre delitos de narcotráfico en Uruguay, expresión de un flagelo cuyas secuelas impactan cada vez más en este país sudamericano.
En 2017 la policía uruguaya inició mil 349 pesquisas sobre tráfico de drogas, mientras que en 2021 la cifra ascendió a dos mil 999, compilan datos del Ministerio del Interior divulgados aquí.
Mientras tanto, las organizaciones delictivas en la región se fortalecieron y trasladaron sus operaciones hacia el sur a partir de la implementación de mayores controles en la triple frontera entre Argentina, Brasil y Paraguay.
Así lo asegura el argentino Alejandro Montesdeoca, experto contratado por el gobierno uruguayo para evaluar la estrategia y desempeño nacional frente al lavado de activos.
Montesdeoca dijo al diario El Observador que crecen para Uruguay los problemas provocados por el tráfico de estupefacientes, en su condición de puerto de salida de la Hidrovía junto con Buenos Aires y otros puntos intermedios.
Se trata de un corredor natural de transporte fluvial de más de tres mil 400 kilómetros de largo, que se extiende a través de los ríos Paraná y Paraguay, y permite la navegación continua entre ancladeros de Argentina, Brasil, Bolivia Paraguay y Uruguay.
La hidrovía Paraná-Paraguay se convirtió en el canal preferido de los narcos para sacar la droga de América Latina y trasladarla a Europa y África.
En ese contexto, Uruguay tiene un rol protagónico por el Puerto de Nueva Palmira (Colonia) y el de Montevideo, donde la mercadería muchas veces pasa en tránsito.
Pero Uruguay ya no es solo un país de pasada de estupefacientes. Según el especialista argentino, se ha podido constatar la producción nacional de drogas sintéticas y un aumento en el consumo a nivel local, tales como la cocaína y metanfetaminas.
Son cada vez más frecuentes aquí las informaciones sobre operativos policiales contra las «bocas» de expendio de drogas en diversas ciudades del país, en particular en Montevideo y Canelones.
En recientes allanamientos ocurridos en Canelones fue capturado en uno de esos puntos de venta un policía, quien operaba como informante de los narcos, lo cual habla de niveles de penetración de los grupos delictivos.
Según Montesdeoca, los círculos de acopio y exportación de drogas están diferenciados de los dedicados a la distribución para el consumo interno, y cuyo mercado se disputan grupos locales, incluso de manera violenta.
Para el ministro del Interior, Luis Alberto Heber, el aumento en el número de homicidios tiene mucho que ver con las guerras entre los grupos dedicados al narcotráfico por el control del acopio y distribución de la droga.
Son estos núcleos pequeños de naturaleza familiar o barrial, aunque existen vínculos con las agrupaciones regionales que introducen los narcóticos y los movilizan en el país desde Bolivia, Paraguay o Brasil para enviarlos a Europa y África.
De ahí los cada vez más recurrentes decomisos de cargamentos de cocaína en el Aeropuerto Internacional de Carrasco y en el puerto de Montevideo, adonde trasbordan las barcazas de contenedores con mercancías paraguayas que bajan por la Hidrovía.
Un caso emblemático y actual es el del narcotraficante uruguayo Sebastián Marset, quien a fines de julio escapó de un operativo de la policía boliviana en Santa Cruz de la Sierra, donde tenía refugio.
Se considera que Marset, prófugo de la justicia de varios países, ha movido millones de dólares de cocaína hacia Europa y África, y estrechado nexos con grupos de su país para abastecer el mercado interno.
En su última memoria anual, el Ministerio del Interior señaló el fortalecimiento del «combate al tráfico ilícito de drogas en todas sus manifestaciones» incluido el microtráfico.
«Fueron reforzadas las brigadas departamentales, los recursos de la Dirección General de Represión al Tráfico Ilícito de Drogas y se crearon las brigadas departamentales de las Jefaturas de Montevideo y Canelones», dice el resumen.
Hace unas pocas semanas fue detectado en el puerto alemán de Hamburgo un alijo en contenedores con 10 toneladas de cocaína, lo cual representó el segundo mayor decomiso de la droga en Europa.
El cargamento provenía de Paraguay y pasó en tránsito por el puerto de Montevideo. Luego hizo otras escalas en Brasil y Europa hasta llegar a su destino, en una ruta que marca los derroteros actuales del tráfico ilegal de estupefacientes.