Ciudad de México, 2 nov (Prensa Latina) Aunque sin perder el espléndido colorido que siempre adorna el Día de Muertos por las flores, comidas, vestuarios y disfraces tradicionales, México amaneció hoy con un silencio casi sepulcral y millones de velas encendidas.
La tradición continúa con los altares en las casas y parques, y los mega altares en las plazas más grandes, como la de los zócalos en cada una de las ciudades del país, forma ritual y hermosa de rendir pleitesía y traer de nuevo al ruedo familiar a los desaparecidos.
Pero este jueves es muy especial y lo hace más bien triste que bullicioso como en años anteriores, parecido a como ocurrió en 2020 y 2021 por respeto a los muertos de la pandemia de Covid-19, debido a dos hechos que impactan muy fuertemente a la ciudadanía.
El más cercano, la tragedia ocurrida en el estado de Guerrero donde el ciclón Otis, con una fuerza endiablada jamás vista hasta por los científicos que no acaban de ponerse de acuerdo en la descomunal rapidez y potencia de su evolución en apenas 12 horas, que devastó en tal magnitud a la ciudad portuaria y polo turístico más grande del país, con daños que se consideran superiores a los 17 mil millones de dólares y, lo peor, 46 muertos y 58 desaparecidos.
Baste decir que acabó con casi el 90 por ciento de la estructura hotelera, todas las carreteras y toda la electricidad y abasto de agua potable.
La otra catástrofe, más lejana, pero igualmente sentida con mucha fuerza en los corazones de los mexicanos, al igual que sucede en todo el mundo, es el asesinato masivo perpetrado por el gobierno israelí en Gaza.
Duele mucho que los gobiernos de las grandes potencias, ni las organizaciones internacionales, muevan un dedo para detener el infame exterminio neonazista que realiza impunemente el gobierno del presidente Benjamin Netanyahu, un criminal de guerra que ya debería de estar preso, y un ejército que emula a los SS nazis y tendría que ser desmantelado.
Nadie se pronuncia en favor de constituir un tribunal internacional como el de Nuremberg para juzgar a esos genocidas canallas que se siguen burlando de la humanidad.
Peor aun que, a pesar de las grandes manifestaciones en el mundo en su contra, sigan planeando, ahora por tierra también, la exterminación étnica con una furia y un rencor más allá del maltusianismo discriminador, rapaz y bestial.
Se entiende así este silencio hoy en todo México aun cuando el colorido persiste e ilustra a los cementerios atiborrados de familias que acuden a las tumbas a conversar con sus muertos, y ponerlos al día de todo lo ocurrido en el año.
Seguramente están hablando de lo que sucede allá tan lejos, en el Oriente Medio, que tiene tan triste y desencantado al mundo, el cual está proclamando y
pidiendo a gritos un cambio radical, un rabo de nube que borre de la faz de la tierra tanta miseria humana y tanto crimen, y lance a sus responsables a las ollas del diablo en lo más profundo e hirviente del infierno.