Ciudad de México, 8 mar (Prensa Latina) El Zócalo de Ciudad de México fue hoy el epicentro de la celebración del Día de la Mujer que movilizó a millones de féminas en todo el país, tal como anunciaron.
La capital nacional y el resto de las grandes urbes de los 31 estados se llenaron de alegría aun cuando las propias mujeres proclamaban que no había nada que celebrar, en alusión a los feminicidios que, aunque han bajado, siguen con cifras altas, y a la discriminación que persiste en ciertos sectores sociales e incluso en las estructuras políticas.
Las encapuchadas no lograron este año romper la armonía y la paz de la marcha, y sus acciones de violencia aparentemente fueron de menor envergadura que las de otros años, a pesar de que esta celebración se realiza en un año electoral caracterizado por una grave polarización de la sociedad.
En la capital la manifestación no se salió de sus cauces y siguió la ruta trazada por la Coordinación Nacional del 8M desde sus puntos de concentración principales, la Glorieta de las Mujeres que Luchan, y el Monumento a la Revolución.
Como aguas de un río caudaloso con decenas de afluentes, los contingentes se fueron incorporando gritando consignas, cantando y desplegando mantas con lemas y consignas por las amplias avenidas Paseo de la Reforma, Juárez y 5 de Mayo, hasta llegar a la Plaza de la Constitución, nombre oficial del zócalo donde habían colocado una tribuna para que los voceros de las distintas organizaciones se pronunciaran.
En Ciudad de México la marcha la inició el contingente de familiares de víctimas de feminicidio, desaparición y sobrevivientes.
Seguida de otro muy lucido porque concentró las demandas de cada sector con el despliegue de sus mantas, y detrás de ellos, en forma masiva, los numerosos bloques de diversas organizaciones femeninas, desde indígenas, madres, estudiantes y discapacitadas, hasta de la diversidad sexual.
En los bloques se apreciaban muchas adolescentes, jóvenes y abuelas portando carteles con la leyenda «Âíbasta ya, basta de violencia!», y paliacates morados (pañuelos) como símbolo de las luchas por la igualdad de género y del movimiento feminista.
«No somos histéricas, somos históricas», fue uno de los lemas más repetidos al igual que el más lastimoso de todos: «Que ser mujer no nos cueste la vida».