Smetov campeón: lágrimas en París y júbilo en Alma Atá

París, 27 jul (Prensa Latina) Las lágrimas volvieron al rostro del judoca kazajo Yeldos Smetov ocho años después de caer en la final de Río 2016, pero hoy con un cetro olímpico que colmó de júbilo a su natal Alma Atá.
Por Alejandro Esteban, enviado especial
Smetov, de 31 años, no había tenido una buena temporada en la cual apenas concluyó quinto en el Mundial de Abu Dabi en mayo pasado y tercero en el Grand Slam de Kazajstán, hecho que le hizo caer al puesto 22 de la división de los 60 kilogramos en el ranking de la Federación Internacional de Judo (IJF).
La plata alcanzada en la urbe carioca no pudo superarla en Tokio 2020, pues quedó en bronce, precisamente metal que compartió con su rival por el oro aquí, el anfitrión Luka Mkheidze, favorito gracias a su ubicación como tercero en el listado de la IJF, solo superado por el taipeyano Yung Wei Yang y el georgiano Giorgi Sardalashvili, ambos sin medallas.
Apenas minutos después de tocar el Olimpo, Smetov reconoce que pensó dejar la carrera deportiva tras competir en la cita estival en suelo brasileño, para dedicarse a la Biología, especialidad en la cual se graduó con méritos en la Universidad Nacional de su país, pero aquella medalla de plata le resultó insuficiente y entonces siguió hasta Tokio.
Pero en la capital nipona quedó en bronce: «solo una presea olímpica de oro me resultaría satisfactoria, dije que no me retiraría sin ella y por ello seguí trabajando hasta aquí, no sabía cuando llegaría, pero estaba dispuesto a trabajar duro y combatir hasta los 40 años. El talento es la base y muy necesario, pero se precisa trabajar muy duro para el éxito».
La jornada de este sábado en la Arena de los Campos de Marte corrobora la filosofía de Smetov: todos los rivales enfrentados llegaron ubicados en mejores posiciones en el ranking de la IJF.
Abrió con triunfo por ippón en regla de oro (tiempo extra) sobre el neerlandés Tornike Tsjakodoea (puesto 22), eliminó por wazari al ucraniano Dilshot Khalmatov (11), en cuartos de final doblegó al taipeyano Yang por idéntica vía y en semifinales volvió a ganar por ippón e igualmente en regla de oro ante el quinto favorito, el español Francisco Garrigos.
Camino escabroso, que concluyó con la coronación olímpica y el estallido de alegría en su ciudad natal y toda la esteparia nación centroasiática.    Quien afirmó siempre que sin el oro olímpico no se retiraría, ahora lo sostiene, pero igualmente lo medita: «no abandonaré la competición de forma abrupta, pero esta medalla nadie me la quita ya», aseveró con brillo en sus ojos y los dientes al aire. Las lágrimas no volvieron más.