La Habana (PL) A corto plazo, la política económica de Donald Trump podría reanimar el Producto Interno Bruto (PIB) de Estados Unidos, pero al final tendrá que llegar la hora del purgante: la destrucción de capitales para salir de la crisis.
En opinión del académico cubano Faustino Cobarrubia, del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial (CIEM), el mandatario sabe que está «atrapado y sin salidas»; solo busca ganar tiempo, cumplir promesas coyunturales y llegar lo mejor posible a los comicios de medio término en noviembre de este año, a fin de lograr su reelección en 2020.
Estamos asistiendo a la consolidación del neoliberalismo en la principal economía del orbe, pero con una fachada de retorno a los postulados de John Keynes, quien recomendaba potenciar el gasto público como salvador de la crisis y creador de empleos, dijo el experto en entrevista exclusiva con Prensa Latina.
Sin la aprobación todavía del Congreso, Trump propone destinar un billón de dólares (un millón de millones) a inversiones en infraestructura; ello parecería apuntar en la dirección de un neokeynesianismo, pero no es así, el desenlace sería más privatización, advirtió el profesor universitario.
La supuesta vuelta a las ideas de Keynes es solo un disfraz. Por ejemplo, para la ejecución de carreteras, el mandatario prevé exonerar del pago de impuestos a las grandes firmas constructoras, cuyo incentivo inversionista sería el posterior cobro del peaje. Es decir, el billón de dólares no saldrá de las arcas federales, sino de la iniciativa empresarial a cuenta de la privatización, precisó.
La política de Trump, señaló, también es marcadamente neoliberal por vía de la desregulación de los capitales financieros. Tras la crisis de 2008-2009, el presidente Barack Obama se vio obligado a acotar la actuación de los bancos comerciales al exigir el mantenimiento de un encaje bancario y prohibir la utilización de fondos con fines especulativos, pero el actual jefe de la Casa Blanca, «echó por tierra todos esos controles».
En buena medida, la recuperación de la economía en años recientes estuvo sustentada por la política monetaria expansiva del banco central (la Reserva Federal, FED), analizó el galardonado con el Premio Anual de la Academia de Ciencias de Cuba en los años 1998 y 2000.
Sin embargo, la FED no puede seguir por ese camino. En 2015 puso fin a las tasas de interés cero, realizó leves ascensos en 2016 y 2017; en lo que va de este año aprobó otras dos subidas y prevé dos más durante 2019, razonó.
Del mismo modo, falló el intento de reactivar el PIB mediante la compra a los bancos de los títulos hipotecarios cuando estalló la burbuja del sector inmobiliario a fines de los años 2000.
En vez de aportar liquidez a la dinámica productiva interna, la mayoritaria de las instituciones bancarias estadounidenses concedieron préstamos a entidades de otras naciones donde había tasas de interés más altas, ello condujo a créditos masivos y a consiguientes burbujas inmobiliarias en diversas parte del orbe, indicó Cobarrubia.
La probabilidad de crisis, comentó, sigue en ascenso, al considerar también el comportamiento del consumo interno. Mucha gente está endeudada y resulta poco probable un repunte del indicador, cuando desaparecieron, además, las transferencias y los subsidios que en años anteriores apoyaron a las familias más pobres, evaluó el integrante del Comité Académico de la Asociación Nacional de Economistas de Cuba.
El alza de las tasas de interés de la FED, comentó, encarecerá inevitablemente los préstamos internos, limitando la inversión y el consumo, lo que podría socavar el proceso de recuperación del PIB.
Al decir de Cobarrubia, el gobierno de Trump trata de posponer la crisis cíclica, que actúa como un purgante para el sistema, mediante la destrucción de capitales, empresas y mercancías, incapaces de ser competitivos.
Dicha postergación tiene lugar a cuenta el papel del dólar en los sistemas comercial y financieros internacionales, pues permite a Washington exportar la crisis hacia otras partes del planeta, apreció el doctor.
Otro aspecto distintivo de la administración Trump es la política tributaria enfocada a beneficiar a los más ricos con la reducción de impuestos, que en el caso de las corporaciones bajó del 35 al 15 por ciento.
Experiencias similares en décadas pasadas nunca ofrecieron los dividendos prometidos; no obstante, la Casa Blanca insiste en aminorar la carga tributaria a las empresas, pensando que estas utilizarán el dinero en inversiones, lo cual conduciría a más maquinarias, equipos, producción, empleos y consumo.
Siguiendo esa lógica basada en la oferta, aumentaría el PIB y por muy pequeño que fuera el impuesto a las corporaciones, las arcas del estado recibirán más dinero por el reparto del pastel, en beneficio de toda la sociedad.
Para Cobarrubia, un pensamiento neoliberal de esa naturaleza tiene cabida hoy porque Trump necesita a «toda costa» responder de inmediato a los intereses del capital financiero y del lobby armamentista, que apoyaron su ascenso a la silla presidencial.
En las condiciones actuales, resulta una política inviable; terminará incrementando el déficit fiscal y la deuda pública, hundiendo a la economía norteamericana, aunque en el corto plazo logre alguna recuperación, sopesó.
Incentivos fiscales tradicionales, abundó, perdieron su capacidad como palanca: aunque las empresas quisieran invertir mucho más en la economía real, no tendrían suficientes mercados para colocar sus bienes y servicios, ni dentro del territorio nacional ni en el extranjero.
Los consumidores norteamericanos «están muy golpeados, llevan años sobreviviendo sobre la base de endeudamientos y el margen para continuar por esa vía no da para mucho más», y si observamos el escenario internacional tampoco hay abundantes compradores por la contracción de los mercados debido a la crisis global, calculó.
Ante ese panorama, afirmó, numerosas empresas de EE.UU. optan por utilizar el dinero en la recompra de sus acciones en la bolsa de valores, provocando una valorización artificial conveniente para el bolsillo de gerentes y accionistas, cuyos salarios dependen de las acciones.
Un saneamiento estructural de la economía, enjuició, significaría la desaparición de grupos empresariales que apoyaron a Trump en su elección; por tanto, el gobernante necesita retardar o impedir el colapso de esas corporaciones, más cuando tiene por delante los sufragios de noviembre.
En vez de permitir la quiebra de industrias siderúrgicas, el jefe de la Casa Blanca decidió gravar las importaciones de acero y aluminio provenientes de China; echarle la culpa al gigante asiático, a los europeos, a Canadá… por supuestas prácticas comerciales desleales, que atentan contra la seguridad nacional de EE.UU., recordó.
«Si nos remitimos al pensamiento de Adams Smith (teoría económica) sobre la especialización del comercio, esas empresas deberían cambiar su perfil y dedicarse a otra cosa, pero Trump optó por protegerlas mediante la exacerbación del proteccionismo.»
Desde el punto de vista económico, se trata de una postura extemporánea, condenada al fracaso en el contexto de la globalización, pero con sustento político, cuyo foco inmediato es asegurar el respaldo de cara a los venideros comicios de medio término, estimó.
Una respuesta socialista a la crisis, indicó el académico, sería subirle los impuestos a las corporaciones y apoyar mediante subsidios a millones de ciudadanos norteamericanos, afectados por el explote de la burbuja inmobiliaria a fines de los años 2000.
Sin embargo, la potencia norteña decide salvar nuevamente a sus empresas ineficientes y respaldar al capital financiero de origen nacional; puede hacerlo porque tiene el dólar y hay actores económicos externos dispuestos a continuar comprando los Bonos del Tesoro, apuntó el entrevistado.
De tal forma, sentenció, el mundo continúa financiando el endeudamiento norteamericano y el mantenimiento de gastos, incluidos los militares, muy por encima de la capacidad real de la economía de ese país.
Con la subida de aranceles a artículos importados y la invitación a las grandes compañías a invertir, Trump pretende contrarrestar la desindustrialización interna, pues según él, la fuga de capitales es la principal culpable de la reducción de las producciones y el empleo.
Las intensiones declaradas por el dignatario, observó, contradicen la vocación universal del capital en la búsqueda de maximizar la acumulación, con el desarrollo en el presente de las cadenas de valor global, sobre todo en el ámbito comercial.
En esas cadenas mundiales, no puede desconocerse el protagonismo de China como principal proveedor de insumos relativamente baratos y de calidad, explicó.
La política de Trump, resumió, no va a crear la cantidad de empleos prometidos ni va hacer que muchas empresas regresen al territorio norteamericano porque resulta incompatible con las leyes objetivas del capitalismo.
La política económica de Trump y la hora del purgante
Por María Julia Mayoral