El convulso retorno del expresidente francés Sarkozy

Por Amílcar Morales

París (PL) Sin sorpresa, el expresidente francés Nicolás Sarkozy (2007-2012) anunció su retorno a la política activa y por un momento pareció adelantar los tiempos electorales del país, pero su imagen fue menguando con el paso de las semanas.
El 3 de octubre el antiguo jefe de Estado rompió la poco creíble promesa de retirarse por completo de la vida pública tras su derrota en las urnas frente a François Hollande, del Partido Socialista, en los comicios de 2012.
La realidad es que nunca estuvo fuera de la atención mediática, ya sea por sus recurrentes problemas con la justicia o las declaraciones donde dejaba entrever su intención de hacer el papel de salvador de la República, así como de su maltrecho partido, la Unión por un Movimiento Popular (UMP).
Respecto al tema legal son varios los expedientes en los cuales se ha visto envuelto, entre ellos el llamado escándalo Karachi, relacionado con el pago de comisiones por la venta de tres submarinos a Pakistán en 1994.
En esa época las comisiones eran legales, pero hay sospechas de que parte de ese dinero retornó de manera oscura a Francia y sirvió para financiar en 1995 la campaña presidencial de Edouard Balladur, de quien Sarkozy era un estrecho colaborador.
La más grave, sin embargo, es la acusación formal contra el exmandatario por corrupción activa, tráfico de influencias y violación del secreto judicial, que éste debe dirimir en los tribunales en un juicio cuya fecha aún no está programada.
Con esa pesada carga sobre sus espaldas, Sarkozy tomó la decisión de volver a la política con metas muy claras: obtener la presidencia de la UMP en el congreso de noviembre, restañar las divisiones y consolidar la fuerza de su partido y convertirse en candidato de cara a los comicios de 2017.
En una curiosa declaración hecha hace unos meses había dicho: «no puedo dejar a Francia sola entre Hollande y Marine Le Pen (Presidenta del ultraderechista Frente Nacional)».
El primer objetivo del político conservador parece asequible, porque el 29 de noviembre disputará el liderazgo de la UMP contra dos figuras de menor perfil, los diputados Bruno Le Maire y Hervé Mariton.
Respecto al segundo propósito, salvar a la UMP, todo parece indicar que se encamina al fracaso porque su presencia, en lugar de borrar las divisiones y las pugnas de poder, las profundizó mucho más.
Esa agrupación cayó en crisis inmediatamente después de los reveses en los comicios presidenciales y legislativos de 2012.
La pugna por suceder a Sarkozy a la cabeza del partido enfrentó al hasta entonces secretario general, Jean-françois Copé, y al ex primer ministro François Fillon.
Los comicios internos fueron un fiasco y los dos candidatos se acusaron mutuamente de fraude. Las nuevas elecciones se postergaron sin fecha fija y mientras tanto Copé se desempeñó como presidente provisional.
En el ínterin estalló un escándalo, conocido como caso Bygmalion, por la falsificación de facturas para ocultar el sobregiro en los gastos de la campaña de 2012.
Las repercusiones del presunto fraude financiero llevaron a la renuncia de Copé y la formación de una dirección colectiva integrada por Fillon, el exministro de Asuntos Exteriores, Alain Juppé, y el antiguo jefe de gobierno Jean-Pierre Raffarin.
Fillon y Juppé jamás ocultaron sus intenciones de aspirar a la candidatura por la UMP para ocupar el Palacio del Elíseo en 2017, una meta en la cual trabajan desde hace dos años.
En este panorama, la irrupción de Sarkozy en lugar de poner fin a estas pretensiones y cerrar filas en torno a su figura, como él suponía, no hizo sino dividir en tres las menguadas filas del partido.
Para que se tenga una idea de cómo el expresidente ha perdido prestigio entre los miembros de su formación, en enero de 2014 el 76 por ciento de militantes deseaban su regreso a la dirección de la UMP, en septiembre la cifra bajó a 64, y el 30 de octubre estaba en 52 puntos.
Además, la empresa encuestadora LH2 reveló recientemente que en el conjunto de la población francesa el 66 por ciento de los entrevistados consideran su retorno como algo negativo.
A finales de septiembre el Instituto Francés de Opinión Pública señaló que sólo el 29 por ciento de las personas juzgan honesto a Sarkozy, el 39 lo encuentran «simpático» y 33 lo consideran conocedor de los principales problemas de la sociedad.
Las causas de esta erosión de su capital político podrían estar relacionadas con el mismo impulso aplicado por Sarkozy a su retorno. Sus mítines por encabezar la UMP parecen más actos de una campaña presidencial y no de comicios partidistas internos.
Peor aún, sus propuestas no ofrecen nada nuevo al país, sino la repetición de lo que hizo durante su mandato, y su tono revela una actitud revanchista, en lugar de una seria preocupación por el bienestar de sus compatriotas.
Según el analista Eric Decouty, «el antiguo jefe de Estado, que deseaba interpretar el papel del hombre providencial, no hizo sino atizar las querellas internas de una UMP en ruinas».
Incapaz de salvar a su partido, cada vez más personas se cuestionan sobre las posibilidades de Nicolás Sarkozy de rescatar al país, que él mismo dejó hundido a medias cuando entregó el cargo a su sucesor.

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