¿QUIEN DICE QUE NO SE PUEDE?

Por Fernando Urbano Castillo Pacheco.

Margaret Tatcher, la dama de hierro de la política inglesa, decía que «pararse a la mitad del camino es algo muy peligroso, puedes ser atropellado por el tráfico de ambos lados».

Lo anterior, aunque simpe, es muy cierto y los mexicanos estamos viendo lo peligroso de esta situación, cuando vemos que nuestro presidente casi a la mitad de su gestión, parece haberse detenido a la mitad de su proyecto, un presidente desorientado, falto de capacidad de reacción, que no está a la altura de su responsabilidad, con mejores publicistas que gabinete y con grandes discursos para pocas acciones.

Enrique Peña Nieto llegó al poder con un respaldo electoral elevado, más allá de los métodos y el costo de los votos, su proyecto logró una base convencida, misma que hoy se siente utilizada, decepcionada y al a deriva.

Tradicionalmente, las elecciones de medio sexenio funcionaron como una especie de encuesta para conocer la opinión acerca del presidente, sin poner en riesgo al gobierno, pues vivíamos en una época en que los votantes no decidían elecciones, los que contaban los votos, si. Después, la elección intermedia se volvieron, con una incipiente democracia, un tipo de referéndum en el que el presidente, a partir del sexenio de Ernesto Zedillo, no ha podido incrementar la representación de su partido, haciéndose patente un descontento popular con la gestión del mandatario.

La elección de este año nos enfrenta a la tragedia de que, al estar frente a la boleta, estaremos viendo las insignias de las instituciones públicas mas cuestionadas.

Y es que los hechos de 2014 nos hicieron ver la realidad que se escondía detrás de los discursos. Enrique Peña Nieto no es el gran estadista ni el salvador de México, su partido no cambió, pues el nuevo PRI es una ficción y sus grandes vicios han permeado en otros partidos, lo que nos deja sin alternativas reales para forzar un cambio de rumbo hacia la segunda mitad de este sexenio.

La oposición enfrenta más que al sistema, al eficiente aparato de publicidad del gobierno de la república, un aparato que ha sido capaz de ocultar la verdad, de distorsionar la realidad y de hacer que a la imagen del presidente se relacionen como logros de este y de su partido, la totalidad de las reformas que en más de un caso, fueron planteadas, ideadas o reestructuradas, a partir de iniciativas de la oposición, una oposición a la que, este mismo aparato publicitario, hace parecer, por falta de coincidencia con el texto de las últimas iniciativas presidenciales, como los que frenan la solución dl grave problema de inseguridad que vivimos.

Los publicistas gubernamentales tienen el merito de hace ver a la oposición como perro de rancho, al que esconden en la fiesta, pero lo avientan en la bronca.

Esa misma oposición hoy paga el precio de haberse sentado en la mesa del pacto por México, donde fue hábilmente manejada para ser un comparsa del presidente; un amigable convidado de piedra en el arranque de un programa reformador muy ambicioso, pero del que no fue parte, sino solo un acompañante al que, para hacerle sentir importante, se le dieron ciertas concesiones, como la reforma electoral, al PAN y una importante tajada económica en la reforma hacendaria al PRD, pero que en los hechos, se les fue envenenando, favoreciendo la creación de cacicazgos, mismos que al dividir a los partidos, los debilitaron severamente.

El panorama de medio sexenio, luce entre la pesadumbre y la tragedia. Las oposiciones se ven limitadas a un populismo rancio y demagógico, representado por MORENA, o las fuerzas políticas de siempre.

El PAN se presenta, aún, con la pesada carga de la guerra iniciada por Felipe Calderón, haciendo a un lado a los ya más de 15 mil muertos del sexenio actual.

Acción Nacional se ha convertido en un partido excluyente, con un líder ensoberbecido, que se agandalló al instituto, de la mano de un grupo que ha rebajado al PAN al nivel de los escándalos, desde las fiestas con damas de dudosa reputación, hasta los moches instaurados por su coordinación parlamentaria y que, en complicidad con otros partidos, no solo no desapareció, sino que año con año fue incrementando los fondos presupuestales donde se gestionaron.

Lo peor es que en un espacio de expresión se practica una vergonzosa exclusión, pues el grupo de Gustavo Madero, no ha permitido ya la participación de quienes tienen una visión distinta a la del dirigente.

En el PRD, la desbandada es muestra de que, quienes se apropiaron de la dirección, y con ello del partido, han propiciado que la organización le cierre espacios a quienes se les enfrentan, haciendo menos a los grandes liderazgos que lo fundaron. Al relajar tanto la vida interna del partido, le fueron abriendo espacios a perfiles que, sin ideología, buscaron el poder por el poder. Delincuentes, parientes de delincuentes, políticos de poca monta y familiares de políticos de poca monta , encontraron la grieta para lograr, a través de este partido, colocarse en posiciones de poder para su beneficio, llegando al punto de relegar a los ideólogos, quienes prefirieron conservar un poco de dignidad y salir del PRD.

Carga el partido del sol azteca, con la pesada lápida de los acontecimientos, de Guerrero y la insana cercanía con los grupos revoltosos, con la responsabilidad de una tragedia y las escasas explicaciones a sus grandes culpas.

La boleta electoral nos ofrecerá al PRI, ni nuevo, ni viejo, porque eso son ficciones, sino al PRI de siempre, que con unos retoques de imagen y mejores peinados, no puede ofrecernos nada mejor de lo que desde 2013 nos ha entregado.

Pasados dos años del inicio del sexenio de Peña Nieto, vemos que seguimos teniendo ese México de promesas incumplidas.

El ambicioso programa presidencial de inicio de sexenio, ha quedado detenido por no haber considerado que, para cambiar al país, se necesitaba un cambio de mentalidad. Qué país puede moverse, cuando sus gobernantes no pueden dejar de actuar con la deshonestidad que caracteriza al partido.

Enrique Peña Nieto no ha podido avanzar en su ruta, porque ha perdido el rumbo, las circunstancias ha frenado un plan que careció de estrategia, la temporada de reformas no tuvo una adecuada calendarización. El gobierno se avorazó y se apresuró. El presidente es un hombre que mordió más de lo que pudo masticar.

Los conflictos con las casas, tanto de él, como de su esposa y su secretario de hacienda hacen notoria una conducta reprochable, que si bien se empeñan en defender, por no ser ilegal, si es inaceptable. La primera regla de ética política, es no darle contratos públicos a los amigos.

El PRI vuelve a las técnicas del pasado, en una sociedad que parece no haber cambiado. Los fracasos del ex comisionado de Michoacán, de la cruzada contra el hambre, del manejo económico, se pretenden ocultar bajo el material publicitario, y la dadiva política con cargo al erario, despensas o televisiones, que reducen los programas del gobierno o del estado a la más burda compra de votos.

Incapaces de manejar las crisis, políticas y económicas, hoy se presentan con una imagen de redentores, cuando en la primera parte del sexenio han hecho un absurdo manejo del poder público, utilizándolo para favorecer los (sus) negocios privados.

Todo empresario, en un régimen priísta, sabe que hay que pagar, a quien hay que pagarle y cómo hay que pagarle, para participar en el gasto del gobierno.

El principal problema de esta elección es el desaliento social que se ha generado, favoreciendo una baja participación que sólo favorece el partido en el poder. Es infame el clamor que pide que no haya elecciones y llama a no votar, son muchas voces que no contribuyen al cambio, sólo contribuyen al ruido.

Las circunstancias actuales requieren de una gran participación de la ciudadanía, un voto por una opción que, por el momento, represente un contrapeso al ejecutivo, (que no se venda por unos cuantos pesos para sostener programas populistas locales) y después, se geste un gran movimiento social que promueva un cambio, forzando a una renovación de los partidos políticos y que nos permita tener mejores candidatos en la elección del 2018.

La tarea es titánica y requiere de un gran compromiso ciudadano y un sólido pacto de la sociedad, con visión a largo plazo y no aceptando sólo promesas fantásticas que resultan en acciones incompletas y programas que se abandonan a medio camino. Suena difícil pero ¿Quien dice que no se puede?

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