Por Cira Rodriguez César
La Habana, 5 dic (PL) El cambio climático es una amenaza para la seguridad alimentaria mundial, el desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza, una verdad a gritos que aún no encuentra todos los oídos receptores que demanda tal situación.
Según un estudio de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), publicado en ocasión de la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP-21) que se celebra en París, corrobora el impacto de ese fenómeno en la alimentación de la población mundial.
El documento afirma que la agricultura, incluidas la silvicultura y la pesca, debe adaptarse a los efectos del cambio climático y mejorar la resiliencia de los sistemas de producción de alimentos para alimentar a una creciente población.
Tal aseveración conlleva a que el cambio climático debe abordarse como parte integrante de la agenda general del desarrollo y no como un elemento ajeno al desempeño económico global.
No por gusto el director general de la FAO, José Graziano Da Silva, llamó durante su intervención en la COP 21 a los líderes mundiales para que muestren coraje y opten por cambios que promuevan un mundo más seguro, justo e inclusivo.
Sus palabras fueron rotundas: «No habrá paz sin desarrollo sostenible y nunca habrá desarrollo sostenible mientras se siga dejando a gente atrás y haya personas que estén sufriendo pobreza extrema y hambre», y añadió, «hay que demostrar que no tenemos miedo para impulsar los cambios necesarios para lograr este objetivo».
También aseguró que el cambio climático «nos afecta a todos, pero especialmente a las personas más pobres y que sufren hambre», aseveración respaldada por algunos datos aportados por el mismo estudio de la FAO:
-El 75 por ciento de los pobres y hambrientos del mundo dependen de los recursos agrícolas y naturales para sus medios de vida.
-Hay que aumentar la producción de alimentos un 60 por ciento para mantener el ritmo del crecimiento demográfico.
-El declive del rendimiento de cultivos podría ser del 10-25 por ciento de aquí a 2050 por el cambio climático.
-Se prevé que el aumento de temperaturas reduzca las capturas de las principales especies de peces del mundo en un 40 por ciento.
-Aunque las emisiones por deforestación se han reducido, la degradación de bosques supone 10-11 por ciento de las emisiones globales.
-El ganado supone casi dos tercios de las emisiones de efecto invernadero y un 78 por ciento de las emisiones de metano.
-El cambio climático puede hacer que las enfermedades transmitidas por los alimentos pasen de una región a otra amenazando la salud pública de formas nuevas.
-Actualmente, un tercio de la comida que producimos se pierde o desperdicia. El costo global del desaprovechamiento de alimentos es de aproximadamente 2.6 billones (millón de millones) de dólares, incluyendo unos 16 mil millones de costos ambientales y sociales.
-Los desperdicios y pérdidas mundiales de alimentos generan el ocho por ciento de las emisiones anuales.
Una simple lectura de esos elementos o una rápida suma de las cifras mostradas indican que la situación es bastante complicada y puede empeorar si no se toman medidas urgentes para fortalecer la resiliencia del sector agrícola y se aumentan las inversiones para impulsar la seguridad alimentaria y la productividad, así como para reducir los efectos nocivos del cambio climático.
Precisamente a ese fenómeno se debe el aumento de las sequías, inundaciones, tormentas y otros desastres en frecuencia y gravedad en las últimas tres décadas, lo cual ha incrementado los daños causados al sector agrícola de muchos países en desarrollo y el riesgo de una creciente inseguridad alimentaria.
A nivel mundial, entre 2003 y 2013 -el período analizado en el estudio de la FAO- el número medio anual de desastres causados por todo tipo de amenazas naturales, incluidos los eventos relacionados con el clima, se duplicó desde la década de 1980, con un daño económico total estimado en 1,5 billones de dólares.
De ahí que los más preocupados por las consecuencias del cambio climático sean los países menos desarrollados, los que cuentan con menos recursos para afrontar sus efectos y, los que al final, reciben menos ayuda para tales fines.
Para comprender la situación basta un ejemplo: a nivel mundial, el sustento de dos mil 500 millones de personas depende de la agricultura, sin embargo, sólo el 4,2 por ciento del total de ayuda oficial al desarrollo se destinó a ese sector entre 2003 y 2012, menos de la mitad de la meta del 10 por ciento fijada por Naciones Unidas.