Desafío: Gobierno Intolerante

Rafael Loret de Mola
Por Rafael Loret de Mola

  • Gobierno Intolerante
  • Reciprocidad en Cero
  • La Broma de Carolina

Un gobierno sin capacidad de diálogo no puede ser observado como democrático; un mandatario incapaz de ser congruente con los intereses colectivos puede ser llamado de mil maneras pero no demócrata; una sociedad que, en su mayor parte, desea cambiar de régimen, y más aún de “sistema”, y se estrella con los intereses cupulares sólo tiene dos salidas, el conformismo o la rebeldía; y sobre la segunda existe un abanico de posibilidades la última de las cuales es la confrontación violenta o revolucionaria.

De acuerdo a no pocos analistas del exterior, los mexicanos estamos situados en un punto medio entre la pasiva continuidad del estado de cosas y la protesta permanente que no sale más allá de nuestras conciencias, esto es sea por temor o bien al optar por una vida supuestamente alejada de la política cuando ésta carcome hasta los hogares y los destruye. En este sentido no henos atestiguado un mandato má lacerante que el actual.

Uno de los efectos más claros de la enérgica repulsa de los maestros disidentes contra la reforma educativa, jamás consensuada por quienes deberían cumplirla por órdenes de la pequeña casta gobernante, es la incongruencia en quienes ofrecen diálogo, desde la cúpula del poder, sólo para que la contraparte cumpla, a rajatabla, con las propuestas oficiales, sin el menor margen para negociar salidas viables y desenredar, siquiera un poco, la madeja de intereses que marcan pautas hacia el estado fallido, acaso un propósito de las multinacionales que explotan nuestros recursos naturales –por ejemplo Canadá y sus empresas mineras asentadas en el corredor de Iguala a Cocula-, y la rendición total de cuanto queda de nuestra hollada soberanía nacional.

También debemos apuntar otro fenómeno: el de la permanente manipulación del colectivo bajo infundios sostenidos por la clase política. Resulta curioso que nueve de cada diez mexicanos rechace a los operadores de Los Pinos con inclusión del mandatario en curso y, al mismo tiempo, un alto porcentaje de la población, digamos que cortada a la mitad, se pronuncie a favor de las estrategias gubernamentales fundamentalmente represores en el caso de los maestros en pugna. No tiene sentido más allá de la ingenuidad social.

Es preocupante, desde luego, la amalgama de versiones sobre el mismo hecho y la disparidad de acusaciones. Por ejemplo, sobre los bloqueos carreteros y citadinos se estigmatiza a quienes protestan y no a aquellos que han provocado las condiciones para exaltar a un gremio cansado de ser señalado como vandálico cuando los bárbaros son sembrados por la misma oficialidad. ¿En cuál de los bandos, entonces, recae la responsabilidad del desabasto en las entidades sitiadas? ¿En cuántos demandan equilibrio y sensatez en los ordenamientos o en aquellos que se cierran, difaman y engañan a los primeros?

Tomemos como muestra al secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, ex gobernador de Hidalgo y por ende formado en las antiguas tradiciones caciquiles de su entidad. Apurado, por su jefe político, a remediar los enfrentamientos entre el grupo de maestros y ciudadanos de Oaxaca –lo mismo cabe para Chiapas, Guerrero y Michoacán-, y las fuerzas federales, sobre todo de la Gendarmería degradada para ser parte de la estructura de Gobernación, sin autonomía suficiente para operar, buscó y obtuvo la posibilidad de reunirse con algunos miembros de la CNTE mientras algunos de los dirigentes de ésta permanecen en prisión bajo sospechas denuncias por lavado de dinero; como están las cosas, me parece que las denuncias respectivas fueron elaboradas con los pies de quienes corren para asegurarse de coartar a sus opositores, el gobierno mismo.

¿Y qué sucedió? En cada reunión, la segunda tan larga que llegó a la medianoche, no pudo avanzarse un centímetro porque los oídos del señor Chong, acaso por sus rasgos orientales, permanecieron como una tapia ante las demandas esperadas de los maestros en pie de lucha. El único acuerdo fue convocar a otras reuniones aun a sabiendas de que los retrasos encienden el escepticismo y elevan la adrenalina. Es claro que los citados, en cada ocasión, acudirán al Palacio de Bucareli como marejadas más furiosas.

No es cosa de reglas sino de sentido común; si en la agenda oficial no existe ninguna posibilidad de ceder en algún punto, ¿para qué se cita a quienes se ha infamado convirtiéndoles en delincuentes a los ojos de un sector de la sociedad explicablemente cansada de las molestias causadas por las manifestaciones y los paros; es difícil comprender –y no niego que esta postura me asombra-, que el sometimiento sólo serviría para alargar la sumisión de todos a un régimen autoritario y, como tal, insensible ante los reclamos sociales y tremendamente hipersensible ante las críticas y los vozarrones callejeros.

Basta, para corroborarlo, volver a observar las imágenes tomadas en Canadá, lo mismo en Quebec o en Toronto, en el momento del arribo del señor peña nieto a las sedes del primer ministro de sendas regiones. Cada vez más asustado; en cada ocasión, con mayor lejanía espiritual y moral respecto a quienes aireaban su propio dolor por el dolor de México y no se cansaban de gritarle, a la cara: ¡asesino, asesino! Porque, al fin y al cabo, los genocidios a lo largo del periodo sexenal no han sido aislados ni poco frecuentes; siguen repitiéndose ante el escozor mundial y la impotencia de una sociedad, la nuestra, muy acomodaticia.

¿No tiene oídos el mandatario o carecen de vergüenza los atildados miembros del gabinete incluyendo a la “primera dama” quien ya no podrá aspirar sino a protagonizar, si la contratan para disimular su inmensa fortuna, papeles de “primera villana”? Desde luego, las demandas retumbaron a través de los vídeos y del enfado notorio de los canadienses que acaso comprendieron la razón medular de tantas peticiones de asilo en la hora negra de la fijación de visas para los mexicanos como si, con ello, se nos cerraran las puertas del escape. Vaya manera de ser solidarios.

El hecho es que la dignidad de México, no sólo la del atroz gobierno, va en descenso. Si antes nuestra posición en cuanto a las relaciones exteriores fue impecable y marcó pautas internacionales, ahora no cosechamos ni el respeto de los vecinos y/o aliados dentro del Tratado de Libre Comercio de América del Norte mismo que rechaza, e infama, el candidato republicano a tomar por asalto la Casa Blanca, el “pato” Donald Trump. Es decir, estamos más cerca de ser “despedidos”, sin plebiscito como el que ocasionó el devastador Brexit británico, que de volver a asumir las posiciones de dignidad e independencia de antaño.

Mientras más inclinaron la cerviz los mandatarios que precedieron a peña, y éste mismo, mayor fue la pérdida de presencia y consideración, de liderazgo diríamos hacia el sur, de nuestro gobierno que arrojó al fuego de la inquina la Doctrina Estrada –sobre la autodeterminación de los pueblos-, para ponernos en el flechero del estado fallido que va andando rápidamente contra México, al pie del abismo, sin avizorarse otra salida distinta a la de la represión, siempre brutal, para culpar a los reprimidos.

Estamos hablando de una contrarrevolución mediática, abanicada por el maridaje de la mayor parte de las empresas de comunicación denominadas nacionales, que construye y exalta simulaciones a costa de degradar a cuantos alzamos las voces. Y es aquí, insisto, en donde se da la mayor de las contradicciones: se repele al gobierno pero igualmente nos dejamos llevar por sus versiones acerca de los vándalos que cortan rutas y llenan las calles de protestas contra quienes han devastado al país. Analícenlo, por favor, los escépticos y los ingenuos.

Mientras tanto, con gran pesar por parte de quienes piensan en el cambio de sistema, las calumnias y las infamias van ganando la partida. ¡Debiéramos darnos cuenta de ello!

Debate
Analicemos el “factor Canadá” para mostrar algunas de las aristas humillantes para México. El gobierno de aquel país, de manera unilateral, impuso la utilización de las visas para nuestros connacionales que quisieran viajar hacia la nación de la hoja de maple. Lo hizo así, en julio de 2009, sin previo aviso y dejando en posición de indefensión a viajeros que estaban a punto de arribar o tomar un transporte hacia allá. De un día para otro, con infinidad de molestias y afrentas para los viajeros mexicanos.

A cambio de ello, nuestro singular gobierno sólo respondió con protestas ligeras… ¡sin actuar con reciprocidad, esto es imponiendo lo mismo a los canadienses! Los funcionarios de aquel país adujeron que la medida era para detener el imparable flujo de elementos quienes mentían aduciendo ser perseguidos políticos para disfrutar de las ventajas de esta condición. ¿Y no era cierto, en buena medida? Basta observar el reguero de cadáveres de líderes sociales y de opinión, apilados durante esta época devastadora?¿Qué dicen ahora los mismos voceros? Pues se callan por vergüenza mientras los gritos rugen, ¡asesino, asesino!, ante la presencia del presidente mexicano.

Pero el agravante mayor es la convocatoria emitida por la embajada de Canadá para que los mexicanos viajen al norteño país para trabajar en áreas como la informática y algunas posiciones de alta tecnología. Esto es, se pesca en el mar que ellos degradaron con la mayor hipocresía concebible. Y así y todo, dicen que peña se la pasó bien por allá en compañía del junior Justin Trudeau, hijo de Pierre y primer ministro como lo fue éste, en la arista más alta del nepotismo de Estado.

La Anécdota
Entre toda la basura del priísmo, una pila inmensa, no podrían encontrar a alguien peor para presidirlos, “interinamente”, que Carolina Monroy del Mazo, cuyas cualidades se concentran en su parentesco con el mandatario federal. La señora, a quien se señala como virtual candidata de su partido al gobierno del Estado de México para felicidad de sus adversarios –es una presa fácil de cazar, dicen-, no sabe siquiera sumar para establecer cuántos militantes ha perdido por el efecto “primo”.

Por allí escuché decir:

-Si Carolina se sale con la suya, esto va a ser un desastre para el PRI.

No quise echar más leña a la hoguera para rematar que este partido ya está perdido… ¡y no se han dado cuenta!

La dignidad de México nunca antes estuvo más desairada que ahora,
ni siquiera durante los doce años de mandato de una derecha zigzagueante.
Perdimos cuanto bueno se había atesorado en materia de política exterior;
quizá por ello, la que fuera secretaria de Turismo,
como un bono de silencio sobre el crimen de Estado contra su padre,
Claudita Ruiz Massieu, pasó a la Cancillería sin dote alguna para ello.
¡Y ahora hay quienes la señalan como “presidenciable”!
El PRI no percibe su agonía.

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