En el libro de los Hechos de los Apóstoles, en las Sagradas Escrituras, San Lucas relata un discurso de San Pedro en el que este dice: «Arrepiéntanse y conviértanse, para que sean perdonados sus pecados…» Hch 3:19
Como católico, entiendo el perdón no como una palabra, sino como un proceso que integra el arrepentimiento y la enmienda, pilares de esta reconciliación entre el ofensor y el ofendido, por lo tanto, nadie puede aspirar a ser perdonado, si no está comprometido a hacer las cosas de manera diferente.
Hace unos días el presidente Peña Nieto, sorpresivamente, pidió perdón. No es el primero en hacerlo, hace algunos años José López portillo hizo lo mismo y ambos hechos coinciden en su banalidad, hipocresía e intrascendencia, pues son actos mediáticos, con los que se busca una mejora de la apreciación social de la gestión mediante vanos sentimentalismos, sin plantear un cambio de estrategia y actitud que logre que el futuro sea diferente.
Seguir creyendo que con la emisión de más leyes se logrará el cambio de la realidad del país, es errado e iluso, pues se ha demostrado en estos casi cuatro años la incapacidad ejecutiva de esta administración, la misma que ha sido condicionante de la difícil realidad que vive México y es la muestra de lo vacías que pueden estar las palabras del Presidente.
El perdón pedido por el asunto de la casa de Sierra Gorda, que fue adquirida por su esposa, parece falso, pues ella aclaró de dónde obtuvo los recursos para comprarla, además de que no es funcionaria pública. Quizá el Presidente debió hablar de su casa de Ixtapan de la Sal, adquirida también a un contratista del gobierno, hoy multimillonario, o de las condiciones tan benévolas en que el secretario de hacienda adquirió otra casa a una empresa de Grupo HIGA la que aparentemente obtuvo a cambio los favores gubernamentales.
El sistema Nacional Anticorrupción quizá debiera empezar por aplicar sus novedosos instrumentos para investigar los hechos que causaron la irritación social y fincar responsabilidades a quien haya cometido delitos que ya estaban tipificados y que a la fecha no han prescrito.
La petición presidencial de perdón, necesita de una nueva actitud, que se sustente en la reinstauración del Estado de Derecho, la aplicación irrestricta e innegociable de la ley y la atención de los problemas nacionales con decisión y firmeza, sin maquillar ni deformar la realidad.
Pedir Perdón requiere de valor, pero pensar que esa es la ruta para rescatar el sexenio es una falsedad que se hará evidente cuando se entienda que hay muchas otras cosas que preocupan y aterran a los ciudadanos.
De acuerdo con Jean Jacques Rousseau, el gobierno tuvo su origen en el propósito de encontrar una forma de asociación que defienda y proteja a la persona y la propiedad de cada cual con la fuerza común de todos. A partir de esto, es evidente el fracaso de la administración.
En México ese gobierno ha sido, por lo menos en este sexenio, una institución fallida. Obligado a la protección a las personas y la administración de las cosas, ha sido ineficaz e ineficiente para lograr ambos cometidos. La ley se ha vuelto algo negociable para beneficio de aquellos funcionarios que sustenten su estilo de vida en el uso y el abuso del poder y la cosa pública.
Cómo podemos pensar en perdonar al Presidente, cuando es cosa de todos los días el ver que la ley es objeto de negociación y de aplicación discrecional acorde a los intereses del gobierno. Irrita a la sociedad el ver que grupos como la CNTE pueden cometer actos de saqueo, robo, extorsión y bloqueos con tal impunidad y que la autoridad se justifique en su interés de favorecer un dialogo que, por las posiciones inflexibles de ambas partes, no va a llegar a ningún lado.
Cómo hacerlo, mientras vemos que a los líderes que se han enfrentado al gobierno se les está procesando por actos delictivos que también son cometidos por otros líderes sindicales que pueden gozar de impunidad por los vínculos políticos y económicos que tienen con quienes ostentan el poder.
No podemos seguir siendo un país en el que el ciudadano le tema a los órganos de Justicia. Sonora es la muestra clara de que el autoritarismo viene en la genética del priísta, más allá del género y la edad. Es vergonzoso para el país que el ex vocero de Guillermo Padrés, Jorge Morales Borbón, hoy se encuentre preso sujeto a un proceso penal que se sustenta en una «denuncia» firmada por un anciano analfabeto que acepta que puso una «X» y su huella digital en el papel, porque le ofrecieron mil cuatrocientos pesos por hacerlo.
Este sistema que hace de la ley un negocio, es el mismo que ha permitido que la Nación se encuentre hoy dividida en «plazas» controladas por criminales que mediante la violencia, la extorsión y la amenaza controlan el tránsito de cualquier mercancía y se han apropiado de la vida de personas y comercios que se encuentran indefensos, sabedores de que la autoridad es cómplice de esos mismos criminales.
Alguna vez dije que para sacar a los delincuentes de las calles, no debimos permitirles regresar al gobierno. Hoy, más allá de pedir perdón hay que aplicar la ley, -como leí en un libro de Edgardo Buscaglia- desmantelando el crimen organizado estatal, para tener así una posibilidad contra el crimen organizado no estatal, que peligrosamente se acercan a ser la misma cosa.
Es tiempo de pasar de las palabras a los hechos. Que no se diga que la ley no se negocia, sino que se deje de negociar. Dejarnos de banalidades sentimentales y hacer las cosas de manera distinta. El discurso de las disculpas de Peña Nieto me parece una tomada de pelo y mientras no haya una enmienda y verdadero compromiso de cambio, yo no perdono al presidente.
Nuevo modelo educativo.
La semana anterior también se presento una consulta pública sobre una nueva estructura curricular en los programas educativos para la educación básica y media superior.
Esto debe ser el centro de la reforma educativa y debería de haber una gran participación en la consulta, pues hace falta analizar no sólo lo que se enseña, sino cómo se enseña. Crear y consolidar el modelo educativo que en el país se necesita, requiere de reformar los planes de estudio y los programas de enseñanza, para enseñar el «qué», pero también el «cómo». Hay que fomentar en los estudiantes el gusto por la cultura, la formación de valores e incentivar la creación, la inventiva y el raciocinio.
El modelo de alcancía, en el que los profesores pretenden guardar una lección en la memoria del alumno, pretendiendo sacarla literal en un examen, no ha funcionado. Hay que dejar de enseñar sólo que cuatro más cuatro son ocho, enseñando porqué lo es y, además, por qué cinco más tres, seis más dos y siete más uno también son ocho.
Hay que preparar a nuestros niños y jóvenes para afrontar los retos del futuro. Nos estamos convirtiendo en una sociedad como decía Carl Sagan «exquisitamente dependiente de la ciencia y la tecnología en la que casi nadie sabe nada de ciencia y tecnología».
Esta consulta es una gran oportunidad para que los hombres de hoy, comencemos a contribuir en construir el futuro de los que vienen. No la dejemos pasar.
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