México, 1 ago (PL) Especialistas restauraron 19 vasijas funerarias elaboradas hace más de 600 años por los pueblos del desierto de Sonora, aseguró hoy el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Estos recipientes de barro, que forman parte de un lote de 137 piezas, fueron utilizados para guardar y honrar las cenizas de los muertos.
Se descubrieron en buen estado de conservación, pero fragmentados, en la Zona Arqueológica Cerro de Trincheras, pueblo prehispánico y centro rector regional con igual importancia que Paquimé, en el vecino estado de Chihuahua, indica un comunicado del INAH.
La restauración comenzó en enero de 2015 y entre los depósitos se encontraron ollas de varias dimensiones, cuencos y una vasija con aspecto de calabaza.
Un equipo de investigación, integrado por arqueólogos, hizo el registro del cementerio de cremaciones donde se descubrieron los antiguos recipientes entre 2008 y 2011, en las faldas de la ladera norte del sitio prehispánico asentado en un cerro de 170 metros de altura.
Dentro del área de enterramiento recuperaron un total de 137 vasijas que contenían las cenizas de por lo menos 139 personas, las cuales se estima fueron cremadas entre 1300 y 1450, junto con objetos ornamentales de concha, lapidaria y herramientas de hueso de venado.
Los arqueólogos aún no definen si fueron hechas para servir como urnas o tuvieron otra utilidad antes de formar parte del ritual funerario, ya que algunas son fitomorfas (su forma es de plantas o vegetales), pero la mayoría corresponde al tipo de enseres domésticos.
Elisa Villalpando, arqueóloga, explicó que la generalidad contenía a un individuo, aunque hay casos de dos y hasta tres personas.
Dichos restos humanos estaban acompañados de objetos de concha también incinerados: miles de cuentas, brazaletes, pendientes y anillos, así como herramientas confeccionadas con huesos de venado.
La costumbre de cremar a los muertos comenzó en el desierto de Sonora hace más de mil 700 años.
Tras recordar que en excavaciones anteriores encontraron entierros, la arqueóloga del INAH concluyó que la hipótesis sobre la razón por la cual unas personas se enterraban y otras se incineraban, podría tener relación con el acceso al costo de la cremación que era mucho más alto.