Santiago de Chile, (PL) Recuerdos desde el fin del mundo. Tenía apenas 15 años cuando debutó en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000 y como tenemos similar devoción por las piscinas, aquel primer encuentro duraría 12 años más.
Hemos conversado, varias veces, pero sin dudas Michael Phelps no me recordará dentro del enjambre de periodistas que lo asedian en cada competición internacional. Nació para hacer historia y al despedirse en Londres-2012 nadie le creyó.
Dijo y repitió hasta la saciedad que su vida en las albercas había tocado fondo en el sentido positivo, pero ya era demasiado. Se convirtió en la capital británica en el máximo ganador de preseas de los Juegos Olímpicos con 22.
Es a la natación lo que Usain Bolt significa para el atletismo. Fuera de serie, galáctico e imperturbable, a la hora de los momentos cumbres, resulta imposible ver al chico oriundo de Baltimore rezagado.
Un intenso romance con la ex Miss California, la escultural Nicole Johnson, junto con un pecadillo de exceso de velocidad en estado de embriaguez pareció alejar a Phelps definitivamente de las piletas.
Pero nada de eso, a fines de 2015 anunció que su prometida Nicole estaba embarazada y aprovechó la ocasión para hacer públicas dos promesas: no beberá ni una gota de alcohol hasta el cierre de la cita olímpica de Río de Janeiro, donde competiría.
Terminó en la Ciudad Maravillosa con 23 de oro, tres de plata y dos de bronce, para que la leyenda y la inmortalidad en el deporte se hicieran mayúsculas.
Cinco preseas doradas y una de plata que tiene un significado especial. Cedió in extremis ante el nadador de Singapur Joseph Schooling en los 100 metros mariposa. Con 13 años, en Beijing 2008, Schooling se tomó una foto con Phelps, a quien admiraba mucho.
BENJAMIN
A la hermosa ciudad de Sydney, en la lejana y seductora Australia, el tritón de Towson, norte de Baltimore, llegaría como una de las mayores promesas de Estados Unidos en el inicio del nuevo milenio en el año 2000.
Phelps nació el 30 de junio de 1985, por lo que llegará a la capital carioca con 31 años de edad a su último encuentro estival.
Hiperactivo en la niñez y estimulado por sus hermanas, comenzó a nadar a los siete años. El deporte sería su bálsamo al ser diagnosticado con Trastorno por déficit de atención con hiperactividad.
A partir de entonces inició una espiral en la que marcó récords en las respectivas edades en las cuales competía hasta clasificarse para los Juegos de Sydney. Los norteamericanos depositaban algunas esperanzas en la nueva joya de las piletas.
Sin embargo, otras figuras como el australiano Ian Thorpe acapararían los titulares, mientras Phelps se quedaba sin medallas.
Fue como tocar sus fibras más sensibles. Cinco meses después del encuentro de Sydney, rompió el récord mundial de 200 metros mariposa. Era apenas el comienzo de una trayectoria brillante.
FAVORITO DE ATENAS E HITO EN BEIJING
El cuatrienio hacia su participación en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 consolidó al bólido de las piscinas en la cima mundial. La expectativa apuntaba hacia un récord longevo, de Mark Spitz.
Spitz fue el asombro de la Olimpiada de Munich 1972, con siete preseas doradas, algo que nadie en la natación había podido siquiera igualar.
El turno parecía ideal para Michael Phelps, pero quizá el exceso de confianza lo traicionó apenas. Alcanzó seis medallas de oro y dos de bronce en 200 metros libres; 100 y 200 mariposa; 200 y 400 combinados; 4×100 estilos y 4×200 estilos.
La bala de Baltimore o el Tiburón, como lo apodan, dejaría pendiente el desafío Spitz para Beijing 2008, aunque antes se dio gusto destrozando plusmarcas universales, con ese espíritu de arrasador en eventos internacionales.
Hilvanó su colección áurea de forma impresionante, con un desgaste físico enorme y con la certeza de que las pruebas antidoping no le representaron problema alguno.
Phelps quebró en la capital china la hazaña de Spitz al cosechar medallas de oro en 200 metros libres; 100 y 200 mariposa; 200 y 400 combinados; 4×100 libre; 4×200 libre; 4×100 estilos, en el transcurso de seis jornadas.
LONDRES Y EL FUTURO
Ya en Londres 2012 se presentó como todo un soberano, un monarca agasajado por expertos y medios y con la apariencia del cansancio.
Agotamiento, vale subrayar, espiritual, como me confesó luego de conquistar su primera presea dorada, por cierto en el relevo 4×200 libre luego de arrancar con cuarto lugar en 400 estilos, plata en el 4×100 libre y plata en 200 en mariposa.
Vendría la medalla 20 con su vendetta en los 200 metros estilos, la 21 dorada en los 100 mariposa y para convertirse en leyenda, la 22 en los 4×100 combinados con la posta de Estados Unidos.
Sus tropiezos iniciales no lo amilanaron. Con sangre fría y entrega, logró exitosas revanchas ante su compatriota Ryan Lochte y el sudafricano Chad le Clos, para devenir el máximo acumulador de premios de oro en Juegos Olímpicos.
No se cansó de repetir en la sala de conferencias de prensa del complejo de piscinas de Londres que se despedía del deporte activo con más logros de los esperados. Había recuperado su sonrisa juvenil y el deseo de bromear con su amigo Lochte.
Todos los especialistas sabían que en Río de Janeiro 2016, una vez ingresara al agua habría que seguirlo de principio a fin, porque el oro brillaría sobre su pecho. Y lo hizo, cinco veces.