Dicho sea de paso: La cuenta de lo que más cuenta

Por: Fernando Urbano Castillo Pacheco

Para mis hijos:
Fernando y Emiliano.

En los años cincuenta, en su texto La administración pública mexicana, Karl Gordon Schaeffer, al referirse a la figura del virrey en la época colonial decía: «El puesto exigía un hombre agresivo y astuto, que se elevara por encima de las numerosas limitaciones impuestas a su autoridad, un hombre que gobernara personalmente, que tomara en sus manos todas las riendas de la autoridad, que pudiera resolver lo mismo las minucias que los grandes problemas de la administración, que interviniera en las actividades de los funcionarios menores para mantenerlos en orden…».

Una de las herencias de la Nueva España al México Independiente es la idea de que nuestro gobernante debe tener estos atributos y, al analizar desde esa perspectiva la de sí deficiente administración del presidente Peña Nieto hace que corra la idea de que, si no tenemos un gobierno fallido, sí tenemos una presidencia fracasada.

Es raro que el mismo individuo que alcanzó la presidencia de la República con la ayuda mediática de una campaña muy bien producida, hoy promueva su cuarto informe de gobierno escuchando historias de éxito, que son hechos aislados y no la constante nacional, diciendo sólo que «lo bueno casi no se cuenta, pero cuenta mucho».

La frase es la continuación de la línea discursiva que ha marcado el ejecutivo en los últimos meses y replica la misma queja y el mismo pretexto del presidente: Sólo se habla de lo malo, por ello, aunque el país está bien, los medios hacen que parezca que está mal.

Habría que ser muy ciego o muy obstinado para no darnos cuenta que en este sexenio ha habido cosas buenas, sin embargo hay que distinguir cuáles son verdaderos logros de la gestión de Peña Nieto y cuáles son producto de la inercia y del esfuerzo personal de cada mexicano.

Los relatos que nos presenta el ejecutivo en sus promocionales, son muy conmovedores, pero la realidad y la perspectiva del futuro no coinciden con el optimismo que se pretende contagiar con ellos. En este momento hay malas noticias para las buenas noticias.

Es cierto que los promocionales buscan difundir la mejor cara de quien los presenta, pero en el caso de un gobierno, dan pie a la evaluación y a la comparación entre lo que se difunde y la cruda realidad.

Así, el gobierno deberá explicar a la población que Alexis, Ricardo, Ángel, José Israel y Carlos, los campeones mundiales de robótica, serán un caso difícilmente repetible en la generación que hoy padece los paros magisteriales, la ausencia de clases, la educación deficiente y tiene el ejemplo de que es la movilización política, la protesta en la calle y la extorsión al gobierno, un medio para obtener canonjías, recursos y asegurar su futuro, por otro medio muy distinto al esfuerzo y la innovación.

La CNTE ha demostrado que puede doblegar a esta administración y que ésta no tiene reparo alguno en negociar la ley. Los jóvenes del promocional son una sorprendente historia de éxito científico, en un país que sólo destina el 0.54% de su PIB a la ciencia e investigación, muy lejos del promedio de la OCDE de 2.37% y más lejos del 4.29% que se destina en Corea del Sur, del 4.1% que se destina en Israel o el 3.58% que se destina en Japón.

Marcela, la mujer que logró curarse del cáncer es una mujer muy afortunada, pues los recortes presupuestales absurdamente se han aplicado en rubros de necesidad social, como los servicios de salud, incluyendo el seguro popular. Esto dificultará, sin duda, el trabajo del doctor López, el que presume que hoy se curan ocho de cada diez niños con cáncer, pues los recursos para sus tratamientos personalizados, que no son baratos, habrá que buscarlos en otro lado.

Lizet, la mujer que está orgullosa de tener un empleo con Seguro Social, es una persona con mucha suerte en este país, donde si bien la tasa de desocupación ronda el 4%, la tasa de ocupación parcial y desocupación, que es la población desocupada y aquellos que trabajan menos de quince horas a la semana, es cercana al 10% de la Población Económicamente Activa, la tasa de informalidad laboral llega al 57.5%; además, la tasa de condiciones críticas de ocupación, aquellos que trabajan menos de 35 horas a la semana por razones ajenas a su voluntad, que trabajan más de 35 horas ganando menos que el salario mínimo o trabajan más de 48 horas a la semana y ganan hasta dos salarios mínimos, ha aumentado hasta el 13.6% de la Población Económicamente Activa. La tendencia de creación de empleos formales es a la baja. En Julio de 2016 se crearon sólo 22,600 nuevos empleos, menos de la mitad de los 44,691 puestos formales creados en el mismo mes de 2015.

Los empleos que se crean en el país son de muy baja calidad y de baja retribución. Según datos oficiales, 21 millones de mexicanos trabajan por menos de 150 pesos diarios. En los últimos tres años, el personal que gana menos de tres salarios mínimos se incrementó en 3 millones 811 mil 485 personas, mientras que los que ganan más de tres minisalarios, son hoy 2 millones 9 mil 509 personas menos.

A la persona que se siente orgullosa de participar en los comedores comunitarios, se le debería ver con vergüenza, por la incapacidad de generar las condiciones para crear el puesto de trabajo que su marido requiere y de no haber generado un plan que erradique la pobreza.

Este año, por la modificación en los cuestionarios del INEGI, no se puede realizar una comparación estadística para evaluar el combate a la pobreza. Ante ello, debemos recurrir a otras mediciones para evaluar la labor del gobierno en esta materia; particularmente me parecen alarmantes los datos difundidos por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, que arrojan que en México, 4 millones de personas sufren pobreza ultra extrema, pues sobreviven con menos de 1.25 dólares al día, 30 millones con entre 1.25 y 4 dólares y 43% de la población tiene ingresos de entre 4 y 10 dólares diarios. El PNUD refiere que México es el tercer país con menor disminución de la pobreza, sólo por arriba de Honduras y Guatemala.

Neftalí, el productor campesino que se muestra orgulloso de la producción del campo mexicano, debe saber que este gobierno, interesado en la ampliación del Acuerdo de Complementación Económica con Brasil, el ACE53, pugna por incluir en él al sector agroalimentario a pesar de las políticas muy proteccionistas que para el sector tiene la nación sudamericana y que pondría en enorme desventaja al productor nacional.

A pesar de las historias agradables, hay un país que el presidente Peña se niega a ver, ese en el que cada cuatro horas se comete un secuestro, el país de la violencia en el que sólo en el periodo Enero – Julio de este año se denunciaron 11 mil 257 homicidios dolosos, poco menos de los 12 mil 883 cometidos en el mismo periodo de 2012, pero muchos más de los 9 mil 613 homicidios de igual periodo en 2015.

No se habla de ese México que ven las calificadoras internacionales, ese país que, como dijo Standard and Poor’s, ha llevado a cabo más reformas estructurales que la mayoría de los países de mercados emergentes, pero con una tasa de crecimiento decepcionante. El país de las debilidades de gobernabilidad que reflejan la débil aplicación de la ley y la percepción de corrupción, la imagen de corrupción que no se borra con un perdón si no se presenta un cambio de actitud. Como dijo William Hazlitt, «el arrepentimiento de un hipócrita, es de por sí una hipocresía».

Enrique Peña no se da cuenta de la mala administración de las cuentas del país, esas que también cuentan mucho. El país endeudado y endeudándose. En siete meses se contrató deuda, solamente en el exterior, al ritmo de 1400 millones de pesos al día y en el primer semestre se transfirieron al extranjero 6 mil 884 millones de dólares sólo para pagar los intereses de la deuda externa del sector público.

México ha perdido atractivo en el mundo financiero. De acuerdo con el reporte de la balanza de pagos, en el primer semestre del año se registró una salida de capitales del mercado de dinero de 11 mil 368 millones de dólares y la inversión extranjera directa cayó, sólo en un año, 11.1% a los 14,385 millones de dólares. La cifra, que corresponde al primer semestre de 2016, es mucho menor a los 30 mil 215 millones de dólares captados en igual periodo de 2013. Es decir, la tendencia de la captación de IED, en este gobierno, es a la baja.

Por otro lado, el país tiene un pésimo ejercicio del gasto. En esta materia el presidente propone, el congreso dispone y Luis Videgaray hace lo que quiere. En 2015 el gasto presupuestado fue de 4.66 billones de pesos y el ejercido fue de 4.89 billones. Para 2016 el gasto público debería representar 24.7% del PIB y se estima, a partir de los datos de la Secretaría de Hacienda, que será de 27.2% del PIB.

A pesar de que se anuncian recortes al presupuesto, en los números finales no se ven, pero sí al analizar rubro a rubro se ve que se gasta menos en salud, desarrollo social e infraestructura. Es preocupante que el gasto en inversión en el primer semestre de este año se haya disminuido en 16.6%, pues este tipo de gasto incide directamente en la economía.

Una muestra del mal ejercicio del dinero público está en el deporte mexicano. En el ciclo olímpico que concluyó, el raquetbol tuvo más recursos que la natación y el patinaje sobre ruedas, más que el nado sincronizado. Quizá Alfredo Castillo sabe mucho de deporte, pero nada de administración deportiva.

En tanto, el crecimiento de la deuda pública parece incontenible y cerrará el año arriba del 50% del PIB. En el sexenio, la duda del sector público ha crecido en 10.1% del PIB. Solamente la CFE durante la gestión del hoy presidente del PRI, Enrique Ochoa Reza, incrementó su deuda en 988 mil 180.3 millones de pesos.

Los números muestran la realidad de la nación. El presidente tiene una enorme carga, y le faltan esos atributos que el mexicano espera de su gobernante desde los tiempos de la colonia, no tiene el control ni de su equipo ni del país y su incapacidad en el gobierno abre la puerta del poder al populista de las soluciones simplistas. Es necesario un análisis frío para saber en dónde estamos y enderezar la ruta. Es hora de hacer las cuentas de lo que sí cuenta.

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