Porfirio Muñoz Ledo, hombre de inmensa experiencia, mucha cultura y pocas lealtades, decía que hay dos maneras de enfrentarse a la realidad; o se reacciona a los cambios que otros provocan o se protagoniza el cambio. Se sube uno a la cresta de la ola o se trata de sobrevivir después de la revolcada.
La reflexión de este viejo político contiene una gran verdad, por ello es difícil entender cómo se está sosteniendo un gobierno que vive en una fantasía, que cuando ha querido iniciar un cambio lo ha dejado inconcluso y cuando el cambio se ha dado en el exterior, se ha quedado pasmado y ha sido incapaz de reaccionar. Va el retrato de una triste realidad.
El destino de nuestro país está ligado al de los Estados Unidos. El ser vecino de la potencia mundial nos ha dado muchos dolores de cabeza, pero también las grandes oportunidades que no hemos sabido aprovechar. Hoy, nuestro vecino tiene un presidente con muchas carencias políticas pero que nadie puede tomar por loco, él tiene un objetivo claro y busca dejar un legado económico a su país. Su estrategia es muy clara y tendrá consecuencias para México, las que serán magnificadas por las deficiencias estructurales –políticas y económicas- de un país que se reinventa cada seis años pero que no ha cambiado mucho.
Quienes ven una gran victoria para el mundo en el hecho de que Donald Trump hubiese retirado su proyecto de ley de reforma sanitaria que reemplazaría al llamado “Obamacare”, están dejando de ver la realidad. Este proyecto no fue aprobado por la oposición de legisladores republicanos que buscan una reforma más radical, por lo que se marca un camino para futuras reformas que incluyan planteamientos más conservadores. En el aspecto fiscal, que será el siguiente reto del presidente norteamericano, se prevé una reforma que abrirá la puerta a un retorno billonario de dólares a la economía de los Estados Unidos.
Donald Trump ha dejado claro que los objetivos centrales de su primer periodo son un crecimiento económico para su país y generar un gran número de empleos con mejores salarios. La estrategia es muy clara y parte de tres puntos fundamentales:
1. Una reforma fiscal que tenga como punto central una reducción enorme del impuesto a las rentas hasta niveles del 20 por ciento, lo que va a permitir el retorno de cientos de miles de millones de dólares que empresas norteamericanas mantienen fuera de su país. Este dinero, inyectado a la economía norteamericana va a propiciar un gran crecimiento económico de los Estados Unidos. Con la propuesta de un impuesto de ajuste fronterizo, se busca aminorar el impacto inicial que tendría en los ingresos del gobierno la disminución del impuesto a las rentas, al tiempo que hará más competitivos los productos locales frente a los importados, sin establecer un arancel, sino un impuesto que queda dentro de su soberanía, equiparable al IVA que se cobra en México a los productos importados y que tiene condiciones especiales para los exportados.
2. El endurecimiento de políticas migratorias tendientes no sólo a desincentivar la migración ilegal, sino deportar a un número importante de extranjeros que se encuentran de manera ilegal en Estados Unidos. Esta medida tiene un aspecto más económico que de seguridad. Trump sabe que el número de delincuentes entre la población inmigrante es mínimo, pero también sabe que el impulsar estas medidas y complementarlas con sanciones a los empleadores que contraten indocumentados, en una fase expansiva de la economía, va a generar una escasez de mano de obra y, en consecuencia, un incremento de los salarios.
3. La renegociación de los acuerdos comerciales, en particular del NAFTA, tiene como objetivo el desarrollar políticas proteccionistas, pero no implican por sí mismos el fin del comercio internacional. Trump no busca el salir del NAFTA, sino una renegociación que tenga más ventajas para su país. El déficit comercial entre Estados Unidos y México es, formalmente, de 60 mil millones de dólares, pero si se consideran los montos de reexportaciones y reimportaciones, el déficit de los Estados Unidos con México supera los 160 mil millones de dólares anuales. La política del mandatario estadounidense tiende a corregir esos números y nadie lo puede juzgar por ello.
¿Cuál es el problema? El problema es que en nuestro país se quiere matizar la verdad por no hacer evidente que no hay una capacidad para reaccionar a los cambios que se avecinan.
Fiscalmente ha habido un mal manejo de las finanzas públicas, un incremento notable en los niveles de deuda que ha dejado escaso margen para ajustar nuestras tasas impositivas a la baja, para poder competir con el vecino por la captación de inversión. El mal manejo presupuestario, una burocracia obesa y privilegiada, programas sociales clientelares manejados con intereses políticos y una enorme cantidad de recursos que se desvían de su objetivo original, hacen muy difícil el ver un ajuste real del presupuesto, un recorte efectivo y una política fiscal que impulse el crecimiento.
A los migrantes los queremos mantener por fuerza con el vecino del norte, en lugar de ser capaces de generar incentivos para su retorno, aprovechar su capital y sus capacidades para mejorar la productividad del país y hacerlo atractivo a una inversión que busque personal calificado.
Se destinaron mil millones de pesos para un programa de asesoría y defensa de migrantes –existente desde 2014- que no promete grandes resultados, pues el presupuesto promedio para cada migrante que está en riesgo de ser deportado –por su condición migratoria ilegal- es de apenas doscientos pesos y no se cae en la cuenta de que, aunque algunos puedan obtener la ciudadanía por haber adquirido ese derecho de acuerdo a las leyes norteamericanas, la mayoría tiene un permanencia ilegal al no cumplir con los requisitos migratorios exigidos por el Estado y, más tarde o más temprano, de implementarse las políticas antimigratorias planteadas, van a salir de los Estados Unidos.
Los políticos se espantan por un muro, pero más miedo genera la situación en varios lugares del país, donde el hambre, la violencia y la falta de oportunidades, obligan al mexicano a migrar.
El Tratado de Libre Comercio trajo al país modernidad e inversiones, pero no trajo riqueza. Fue el sostén de una economía que encontró en él una nueva zona de confort, con gobiernos que se olvidaron de generar políticas para impulsar a la industria nacional, aprovechar la oportunidad para mejorar la capacitación, hacer más productivo al empleado mexicano y fortalecer la clase media, al tiempo que se desarrollaran políticas eficaces de combate a la pobreza.
Hoy, la renegociación y el retorno de mexicanos abre la oportunidad de impulsar a la industria y atraer inversión, pugnando por un aumento en el contenido regional de los productos y fortalecer el Estado de Derecho. Quienes piensan que el fin del NAFTA representaría un problema de aranceles, están equivocados pues transitaríamos hacia las cuotas fijadas por la OMC que rondan el 1.5%. el problema es de seguridad jurídica, pues desaparecería un sistema alternativo de medios de solución de controversias, quedando a merced de tribunales corruptos, lentos y donde todo pesa, menos la ley. Esto ahuyentaría la inversión.
Es urgente establecer políticas de seguridad pública eficaces. No se debe seguir dependiendo de las fuerzas armadas para combatir la delincuencia, sino retomar los procesos de certificación de las policías, profesionalizarlas y darles medios efectivos para combatir a los delincuentes. Nadie puede pensar que hoy México es más seguro porque al criminal se le abate desde helicópteros.
El gobierno del presidente Peña Nieto buscó iniciar un cambio, sus primeros años los dedicó a una labor legislativa que modificó a una labor legislativa que modificó el entramado legal y auguraba un mejor futuro, sin embargo, él mismo se encargó de tirar por la borda sus reformas al no saberlas implementar.
El presidente no parece tener la capacidad para reaccionar a un cambio internacional que seguro nos va a afectar, ni su gobierno tiene un plan para mitigar los efectos.
En México reina la incertidumbre, pues los intereses políticos de los que gobiernan nos impiden subir a la cresta de la ola. La mezquindad del populista obsesionado por el poder y la falta de capacidad del gobierno para reaccionar a los cambios nos dejan la desoladora duda de cómo terminaremos después de la revolcada.
Síganme en @DonFernandoC