La Habana (PL) El profesor titular del Centro de Estudios Hemisféricos Sobre Estados Unidos (Cehseu) de la Universidad de La Habana Luis René Fernández ofreció una entrevista a Prensa Latina a propósito de los primeros 100 días de Donald Trump en la Casa Blanca. LRF: Se observa una gran consistencia entre sus acciones y las promesas de campaña al llegar al primer trimestre.
Debemos recordar, sin embargo, la complejidad del gobierno estadounidense -que no es solo el Presidente- y las condiciones del ejercicio de esta presidencia en particular, marcada por conflictos, divisiones al interior de la clase política y falta de consenso.
Se sabía que Trump confrontaría oposición dentro del gobierno con el propio Congreso a pesar de ser de mayoría republicana por esa falta de consenso en muchas de sus ideas y con el poder judicial.
No obstante, creo que tomando en cuenta esos elementos y que en la política de Estados Unidos en general tiene un peso muy grande la tendencia a la continuidad, el presidente Trump ha sido activo y consistente en sus temas de campaña referidos a frenar la entrada de inmigrantes, la construcción del muro en la frontera, el rechazo o revisión de las políticas de libre comercio y la búsqueda de fórmulas para atraer inversiones y aumentar el empleo.
Igualmente, en relación con la construcción del oleoducto con Canadá y el desconocimiento de los tenues acuerdos sobre medio ambiente.
Eso no supone que sea exitoso en todo, ni que se cumplan literalmente todos sus enunciados, presentados con frecuencia de modo muy esquemático y simplista, pero sí se puede reconocer y esperar importantes cambios en la política estadounidense en esos aspectos y que ha existido coincidencia y cumplimiento al menos parcial de sus promesas.
Ciertamente, en los casos de la política externa hacia China y Rusia se aprecian ajustes en dirección a un mayor pragmatismo con China y acomodo en la política con Rusia para acercarse a las tendencias precedentes y evitar una mayor crisis interna y conflicto en su gobierno, con figuras del más alto nivel, como el Secretario de Estado y sus relaciones precedentes con la industria petrolera rusa.
No debe sorprender que se sigan observando comportamientos semejantes en el futuro, porque ellos se derivan de las situaciones reales en el plano internacional y la correlación de fuerzas, así como mecanismos para compensar contradicciones internas en su gobierno o crisis políticas.
PL: ¿Cuál es su visión sobre la oposición interna y externa encarada por la administración de Trump en estos 100 días?
LRF: Las nuevas tendencias políticas conservadoras, nacionalistas y de derecha que encarna el presidente Trump tienen importante oposición interna, dentro de los conservadores y al interior del Partido Republicano.
Naturalmente, existe la oposición demócrata y de los sectores liberales y progresistas en ese país.
A pesar de ello, no puede descartarse el impacto que tienen y tendrán sus acciones sobre esas mismas fuerzas que pueden redefinir las alianzas, consensos y posturas sobre los distintos temas, aunque no se acepten los planteamientos más radicales de Trump, y algunos de ellos deban ser redefinidos.
Creo que la administración Trump representa una nueva etapa en el imperialismo y no se trata de un asunto coyuntural; es un fenómeno resultado de la gran crisis financiera y económica del capitalismo (2007- 2009) y su secuela, marcado con los antecedentes de la contrarrevolución conservadora iniciada por Reagan en 1981, que representa un retroceso o corrección en las tendencias de la globalización neoliberal, lo que no debe suponer una ruptura de todas las políticas precedentes, eso nunca sucede.
En el plano externo, sus políticas confrontan las realidades de las relaciones económicas, políticas y militares y de seguridad que no pueden ser pasadas por alto, la correlación de fuerzas y la existencia de países, políticas y tendencias opuestas al imperialismo.
Asimismo, se observan contradicciones al interior de los países imperialistas, y podría alcanzar mayor significación en los próximos años en dependencia de los resultados de elecciones sobre todo en Europa.
Sin embargo, considero correcto identificar que el gobierno de Trump marca una nueva etapa del imperialismo, de cierto ajuste o retroceso de lo observado durante la globalización neoliberal.
En el desarrollo del capitalismo, aunque la tendencia a la internacionalización ha sido en general dominante, han existido etapas en que debido a las crisis económicas, políticas y sus contradicciones se han reflejado retrocesos en esta dirección, expresadas en guerras, aumento de manifestaciones de proteccionismo y ruptura o ajuste en los procesos de interacción precedentes.
PL: En el caso de las relaciones con Cuba, ¿cómo se ha manifestado este Ejecutivo estadounidense después de la llegada a la Casa Blanca? ¿Por qué?
LRF: Las manifestaciones del Presidente y figuras principales de su gabinete han ido variando, desde coincidir con la política de su predecesor, aunque siempre diciendo que «habría negociado mejor», hasta anuncios de revisión integral de la política establecida durante los últimos dos años de la administración Obama, y llevarla al pasado si el gobierno cubano no se pliega a sus demandas.
Cualquier niño cubano sabe que esas pretensiones de subordinación violan la soberanía e independencia de Cuba y no son objeto de negociación bilateral.
Es menester esperar que la eventual revisión de política anunciada en Estados Unidos permita hacer entender las realidades en que se mueven nuestras difíciles relaciones.
Dicho sea de paso, sigue teniendo más continuidad que cambio, a pesar de los reconocidos progresos y acercamientos en las relaciones sin llegar a la normalización, prácticamente imposible para muchos, o por lo menos muy difícil y lejana.
La razón de las modificaciones en las declaraciones políticas tiene que ver con las dificultades del gobierno de Trump de crear alianzas internas.
En perspectiva, como en otros casos, la administración tendrá que considerar las situaciones reales, los intereses económicos y en materia de seguridad.
Por una parte, estos campos tienen su propia inercia y sin duda los avances que se han logrado como relaciones diplomáticas, aumento de los viajes y la comunicación; así como un grupo de entendimientos sobre temas de intereses comunes pero sensibles.
Todo esto me hace considerar que aunque no se puedan descartar tensiones y ciertos retrocesos, no es lo más probable que ocurra una ruptura de relaciones ni llevar las mismas a condiciones como las que caracterizaron la etapa de la administración de W. Bush.
Además, los últimos acuerdos de enero de este año en el tema migratorio son consistentes con la política manifestada por Trump, y en cuanto al empleo, se sabe que una eliminación del bloqueo permitiría crear hasta medio millón de nuevos puestos de trabajo en Estados Unidos y muchos significativos negocios del orden de miles de millones de dólares en beneficios para sus empresas en agricultura, turismo, transporte y sector energético.
PL: ¿Qué opina de las reiteradas recomendaciones de políticos, empresarios, líderes sociales y militares retirados de que Washington debe mantener buenas relaciones con Cuba?
LRF: Las visitas a Cuba de senadores y congresistas, gobernadores y viajes de hombres de negocios confirman la importancia que le confieren estas figuras a dar continuidad a la política iniciada durante la administración de Barack Obama.
No puede decirse que sean acciones que determinen el rumbo del vector resultante de la política de Estados Unidos hacia Cuba, pero sin duda son expresiones positivas que influyen en ese proceso. No olvidar que son parte del gobierno y tales acciones marcan posiciones políticas y señales para todos los agentes políticos.
El presidente Trump en la balanza 100 días después (II)
Por Jorge Petinaud Martínez