No son como antes

Guillermo Robles Ramírez
Por Guillermo Robles Ramírez

México es rico no solo en recursos naturales, ecosistemas, fauna, flora y espectaculares paisajes, sino también posee una gran cultura en usos y costumbres, así como en su gastronomía reconocida a nivel internacional.

A los mexicanos se nos conoce como gente alegre, fiesteros y que todo lo celebramos; hasta la muerte es digno de conmemorarse en nuestro país haciendo una fiesta el 02 de noviembre de cada año a nuestros queridos difuntos.

Lo mismo sucede con otras fechas festivas en México como es la tradicional Semana Santa, La Virgen de Guadalupe, aquellas de los santos patronos de las diferentes iglesias de la república mexicana, entre otras más.

En este mes en varias partes de la república mexicana, dio inicio a las tradicionales ferias, siendo ésta la fiesta más popular de cualquier pueblo o cabecera municipal. Desde hace ya generaciones en casi, por no decir todas las ciudades más importantes de México, una vez al año se realizan.

Primero fueron simples mercados en donde la gente del campo llevaba sus verduras y legumbres, sus frutas, gallinas, cabritos y otros animales y los exponía para que los visitantes escogieran y compraran.

Se instalaba uno que otro puesto de comida y ahí, los concurrentes disfrutaban de sabrosos platillos regionales. Las conocidas enchiladas, las “garnachas” ahora conocidas pomposamente como sopes, los huaraches, las flautitas de papas con chorizo y otros innumerables antojitos mexicanos. La bebida, el siempre tradicional champurrado, atole, aguas frescas y uno que otro tinaco de barro con tepache, aguamiel y pulque.

En sus orillas, el carrusel de caballitos, las sillas voladoras, el trenecito y otros aparatos mecánicos más, divertían a los chiquitines. Eran indudablemente fiestas pueblerinas y familiares. Los algodones de dulce y las rojas manzanas enmieladas, eran parte de la diversión y del deleite de los niños y jovencitos de ambos sexos.

Tiempos de nostalgias para quienes vivieron el concepto de una feria que cumplía su propósito para la gente. Esto no implica que los viejos tiempos fueron mejores, porque todos los tiempos son buenos y mejores, nada más es cuestión de gusto y de autoridades, porque ahora las ferias se acabó el recato, la decencia y la buena diversión familiar quedando en el pasado.

Al día de hoy es triste observar cómo el concepto de lo que antes se conocía como un lugar de cultura y diversión para miles de familia se fue tornando en un ambiente opuesto a su principio de origen.

Los culpables han sido desde los organizadores por autorizar a las empresas cerveceras a instalarse con dizque permisos y controles para mantener la sobre venta del mismo.

Por otro lado, las mismas autoridades al permitir que en un espacio totalmente familiar en autorizar la venta de bebidas alcohólicas, convirtiendo lo que antes era un espacio familiar en toda una cantina.

Y por último la falta de seguridad tanto privada, así como también municipal en permitir la entrada a sexo servidoras, no detectar a los “carteristas” quienes hacen su agosto mientras familias quieren divertirse sanamente.

Pero al patronato no le interesa nada de eso pues continúan fomentando la impunidad sin restricción a los locatarios, es decir, prohibirles el trámite de licencias para venta de alcohol inclusive aquellos que se dedican a la venta de comida, ya que lo que están haciendo es el fomento a la impunidad que adquieren las mismas ferias para hacer lo que quieran, conformándose con una simple multa a los establecimientos que incumplan alguna normativa municipal.

El concepto de la derrama económica en las ferias en el país ha cambiado por el derrame del vicio ahogando a la juventud de alcohol y obviamente acompañado de sus otros vicios como la prostitución y drogadicción, haciendo a un lado lo cultural, las artesanías, la exposición ganadera e industria local. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013) www.intersip.org

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