Londres, 12 ago (PL) Un Mundial de atletismo el año después de los Juegos Olímpicos siempre adolece de circo, sin embargo en esta ocasión Usain Bolt anunció que se jubilaría después de la cita del orbe de Londres y la historia dio un giro radical.
En la capital británica no solo se acreditaron una cifra escandalosa de medios de prensa, incluida Prensa Latina, sino que vinieron más de 30 campeones olímpicos de Río-2016 y se pulverizó, por mucho, el récord de asistencia de público al estadio.
Aquí estaba Bolt con su sonrisa eterna y su fantástico carisma, con su estela interminable de hazañas a cuestas. El fenómeno jamaicano venía a conquistar el título en los 100 metros y en el relevo corto. Solo eso. Para él apenas era coser y cantar. Después, el retiro por todo lo alto.
Pero ocurrió lo inesperado, pasó lo nunca antes visto, porque las historias de amor siempre tienen finales felices. Este no fue, ni de cerca, el caso. Todo lo contrario.
El rayo caribeño perdió la carrera final del hectómetro. En realidad llegó tercero a la meta con un tiempo de 9.95 segundos, ridículo para él, muy lejos de sus vuelos de antaño, aquellos que hacían vibrar el planeta hasta las ciernes del núcleo mismo.
Tuvo que resignarse y saludar al campeón, el estadounidense Justin Gatlin, el «bad boy» (chico malo), el tramposo, el mismo que habían capturado dos veces con fármacos prohibidos en su sangre.
Ofreció mil y una explicaciones sobre la derrota, ninguna convincente, e incluso trascendió después que sentía molestias en la espalda baja.
Era algo lógico. Sus bajos niveles de entrenamiento y las poquísimas competencias al máximo nivel esta temporada señalaban el colapso, pero nadie quería darse por enterado. El deporte no es magia, pero había que vender humo, y periódicos.
Ya lo de hoy fue otra historia. El relevo 4×100 de Jamaica tenía serias opciones de conquistar el título cuando Bolt recibió el batón. Incluso, todo apuntaba a un tiempo de leyenda, de esos que la gente recuerda aunque pasen mil años.
Pero el semidiós de ébano cayó al suelo, lesionado, apenas unos segundos después de recibir el batón en el último cambio de la estafeta.
Como Aquiles, Bolt también tiene debilidades, aunque estas casi siempre tienen su origen fuera de las pistas. En forma óptima, dedicado por completo al atletismo, Bolt es completamente invencible, sino pregúntenle a Tyson Gay y sus 9.69 segundos, o a sus connacionales Asafa Powell y Johan Blake, o al mismísimo Gatlin, el hombre que siempre vivió a las sombras del genio.
Luego de ganar todos los Mundiales desde 2009, el relevo 4×100 de Jamaica cedió la hegemonía y Bolt cargará con la culpa pésele a quien le pese.
Para la anécdota quedará el «tiempazo» de Gran Bretaña para coronarse en Londres, ante su público, un 37.47 segundos antológico, la tercera mejor marca de siempre.
Los que vimos la carrera de cerca y escuchamos el rugir del estadio, podemos garantizar que después de la caída de Bolt, muy pocos -incluidos los británicos- hablaron del registro de los nuevos campeones mundiales.
Bolt se retira del deporte después de regalarnos un apasionante espectro de proezas, odiseas inigualables, escenas insuperables para los simples mortales. Tiempos de miedo.
Sin embargo, el Rey se va, aplaudido hasta el delirio, pero por la puerta de atrás.